“Si no voy, alguien morirá”: la riesgosa misión de un rescatista en Gaza
Prácticamente sin hospitales, con un solo vehículo y bajo la amenaza de los ataques israelíes, Abdullah Al Majdalawi, rescatista de Gaza, lucha sin descanso por cumplir su labor entre la devastación.

“Es la guerra más sangrienta que hemos visto. Nunca habíamos tenido que lidiar con tantos cuerpos y heridos, ni con este nivel de destrucción”, afirma el rescatista. / Foto: Abdullah Al Majdalawi.
"Grité preguntando si había alguien vivo bajo los escombros y empecé a escuchar la voz de un niño”, relata Abdullah Al Majdalawi, socorrista en Gaza, sobre Ahmed Naim, un niño que sobrevivió nueve días bajo los escombros en el norte del enclave. “Parecía un esqueleto”.
El niño había pasado todo ese tiempo con miedo, hambre, sed y frío, junto a los cuerpos de sus padres y hermanos. “Había pañuelos perfumados junto a él y los exprimía para beber de ellos”, recuerda Al Majdalawi, quien también logró rescatar a su tía con vida.
Tras la retirada de tanques israelíes del barrio Al-Zaytun a mediados de febrero de 2024, Al Majdalawi y su equipo de Defensa Civil de Gaza acudieron al lugar para recuperar cuerpos, ya que los vecinos aseguraban que toda la familia había fallecido en el bombardeo. Es uno de los momentos desgarradores que definen en lo que se ha convertido la vida cotidiana de este socorrista de 24 años.
De salidas con amigos a la playa al epicentro del horror
"Antes del 7 de octubre, mi vida era como la de cualquier joven”, reflexiona Abdullah, egresado de administración de empresas de la Universidad Islámica de Gaza, ahora reducida a escombros por los bombardeos israelíes.
Desde que en agosto de 2020 se unió a la Defensa Civil, sus días transcurrían entre trabajar, almuerzos familiares y salidas nocturnas con amigos a la playa. Hoy su realidad es radicalmente distinta.

"A veces trabajo más de 10 horas seguidas, y una sola misión puede durar hasta siete horas", dice Abdullah Al Majdalawi. (Foto: Abdullah Al Majdalawi)
A pesar de haberse enfrentado a la ofensiva del 2021 y varias escaladas de violencia como rescatista, Abdullah señala que nada se compara con la situación actual. “Es la guerra más sangrienta que hemos visto. Nunca habíamos tenido que lidiar con tantos cuerpos y heridos, ni con este nivel de destrucción”, afirma.
“Soy el único hombre de la familia”
"Nos hemos desplazado ocho veces con mi familia", cuenta Abdullah, quien junto a sus cuatro hermanas y su madre han buscado refugio entre las casas de sus tías y escuelas convertidas en albergues.
Al ser el único hombre de la casa, reparte sus pocas horas libres entre misiones de rescate y conseguir agua, madera y provisiones básicas para su familia. "Trato de visitar a mi familia una o dos horas diarias, aunque a veces pasan hasta cuatro días sin poder verla por la intensidad de los bombardeos", explica.
Su madre lo llama constantemente para asegurarse de que está bien. "A veces trabajo más de 10 horas seguidas, y una sola misión puede durar hasta siete horas. Pero para no preocuparla, suelo decirle que sólo fui a una misión corta", relata Abdullah. Su madre le pregunta: "¿Estás bien? Dios quiera que no tengas muchas misiones hoy. ¿Has comido? ¿Has bebido agua?".
"Lo peor es cuando ella llama mientras intento ayudar a alguien atrapado bajo los escombros”, dice. “Si no contesto, mi madre entra en pánico y llora”.

En un territorio donde más de 46.000 palestinos han perdido la vida, la labor de Abdullah y sus compañeros es más crucial que nunca. (Foto: Abdullah Al Majdalawi)
Falta de equipos y el drama de cavar con sus propias manos
Al menos 369 trabajadores humanitarios han sido asesinados desde octubre del 2023, según datos registrados por la ONU. El ejército israelí ha destruido al menos 14 centros y 56 vehículos de la Defensa Civil de Gaza, incluidos camiones de bomberos y ambulancias.
Según Mahmud Bassal, portavoz de la agencia, más de año después de que empezara la brutal ofensiva actual de Tel Aviv contra Gaza, el ejército israelí amenazó con bombardear y matar a sus equipos si permanecían en las zonas de operaciones.
El personal de rescate en Gaza ha estado trabajando en circunstancias imposibles y sin acceso a suministros cruciales.
"El principal desafío que enfrentamos es la falta de equipos", explica Abdullah. "Trabajamos con herramientas básicas que se puedan encontrar en cualquier casa: martillos, palas, tampers, picos. A veces tenemos que cavar con nuestras propias manos".
La Defensa Civil de Gaza opera con un solo vehículo funcional en toda la región del norte, el cual ha servido en la institución por más de 30 años y requiere constantes reparaciones. “Muchas veces el coche se estropea y nos vemos obligados a bajar a empujar y arreglarlo para poder llegar al lugar”.
Con la intensidad de los bombardeos y el volumen de las emergencias, los equipos de rescate se enfrentan a decisiones imposibles. “Ayudamos a quienes podemos y enseñamos a las personas cómo rescatar a otros de los escombros antes de irnos a la siguiente misión”, explica Abdullah. “Porque no hay un segundo equipo”.
Los rescates nocturnos son especialmente difíciles: el equipo dispone de solo 10 linternas frontales para 40 rescatistas, obligándolos a menudo a usar la luz de sus teléfonos móviles para iluminar las operaciones.
La Cruz Roja Internacional ha alertado sobre las condiciones peligrosas a las que se enfrentan los rescatistas en Gaza, quienes trabajan “sin equipos suficientes, vehículos o combustible”. Las carreteras, prácticamente intransitables tras 15 meses de bombardeos continuos, dificultan aún más el acceso a las zonas afectadas.

"No tenemos colaboración de organizaciones internacionales de ayuda", señala Abdullah. (Foto: Abdullah Al Majdalawi)
La situación se agrava por el colapso del sistema de salud: el Hospital Al-Awda es uno de los pocos centros médicos que aún funcionan en el norte de Gaza, mientras que los hospitales Kamal Adwan e Indonesian han quedado completamente inoperables.
"No tenemos colaboración de organizaciones internacionales de ayuda", señala Abdullah. "Solo la Cruz Roja nos proporciona ocasionalmente bolsas para los cuerpos".
El costo emocional del rescate
El personal de servicios de emergencias y otros trabajadores humanitarios en Gaza no sólo están respondiendo a situaciones peligrosas, sino que ellos y sus familias también se enfrentan a esos mismos riesgos.
"Durante tres horas escuché a un niño llorar bajo los escombros de lo que alguna vez fue su hogar. Cavé por cinco horas, pero cuando lo alcancé, ya había fallecido”, se lamenta Abdullah. “Con las herramientas adecuadas, podríamos haberlo salvado".
"Otro niño al que acababa de rescatar me preguntó dónde estaban sus padres”, recuerda. “Tuve que mentirle y decirle que estaban bien, que pronto los encontraríamos. No podía permitir que se volteara y viera sus cuerpos".

"Siempre me digo a mí mismo que si no voy a trabajar, las cosas pueden ser aún peor", cuenta. (Foto: Abdullah Al Majdalawi)
El impacto psicológico es devastador. "Cuando intento dormir, no puedo. Tengo pesadillas con los niños que saco de los escombros", confiesa. "Todas estas voces se repiten en mi mente".
En un territorio donde más de 46.000 palestinos han perdido la vida y más de 109.100 han resultado heridos desde octubre de 2023, la labor de Abdullah y sus compañeros es más crucial que nunca.
"Queremos las herramientas y vehículos necesarios para poder salvar a la gente bajo los escombros con menos tiempo y esfuerzo", suplica Abdullah al mundo.
"Me siento muy cansado cuando recojo a los heridos y a los muertos, pero en cuanto salvo a alguien, el cansancio desaparece", afirma. "Siempre me digo a mí mismo que si no voy a trabajar, las cosas pueden ser aún peor".