¿Por qué a Israel no le interesa la paz en Oriente Medio?
El Gobierno israelí ha rechazado históricamente los procesos de paz, eludido tratados internacionales, atentado contra líderes palestinos y llevado a cabo una guerra de expansión sin límites.
La reticencia del Gobierno de Tel Aviv para alcanzar un alto el fuego y un intercambio de rehenes no son una novedad. Para la administración del primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, las negociaciones han servido como método de distracción para ampliar fronteras y masacrar palestinos. Mientras tanto, el genocidio prosigue impune en Gaza y la agresión se ha extendido al Líbano.
Pero ¿por qué mantener ese estado de “guerra perpetua”? El Gobierno israelí está motivado por la ideología sionista, que busca “redimir” Palestina. Netanyahu necesita aferrarse al poder para mantener su inmunidad ante los casos de corrupción que le acechan. A esto se suma otro factor: desde octubre de 2023, la industria armamentística estadounidense no ha parado de beneficiarse.
Voracidad territorial
La historia de Palestina e Israel está marcada por múltiples negociaciones de paz. Pero todas tuvieron un mismo resultado: la intensificación de la expansión territorial sionista mediante la construcción de colonias, muros y la confiscación de tierras, junto con un incremento exponencial de la violencia contra la población palestina.
La voracidad territorial del sionismo nunca se sacia. Ya lo auguraba el líder sionista Ben Gurión: “Un estado judío en una parte de Palestina no es un final, sino un principio… No tengo ninguna duda (…) de que nada nos impedirá asentarnos en todo el resto del país”.
La política regional de sus sucesores ha seguido esa directriz, en detrimento de la población palestina.
Fundamentalismo sionista o neosionimo: de movimiento colono a gobierno
La guerra israelí frente a sus vecinos árabes en 1967 generó un ansia por colonizar los nuevos territorios de Palestina (llamada por los sionistas “La Tierra de Israel”). Según el ideario religioso sionista, era el momento óptimo para “redimir el país”. Es decir, recuperar el Israel bíblico (que incluiría Gaza, Jerusalén y Cisjordania). Lo conseguirían mediante la colonización de los nuevos territorios ocupados.
El fundamentalismo religioso sionista ha tenido siempre como objetivo cumplir con lo que consideran un deber religioso: “conquistar, poseer y colonizar la tierra prometida”, tal y como hiciera Josué en las batallas bíblicas, aunque fuera por la fuerza.
La cuestión es que ese sector de la sociedad colona, aliado con la ultraderecha más racista, lidera el gobierno actual, presidido por Netanyahu y reforzado por los fanáticos supremacistas Itamar Ben-Gvir y Bezalel Smotrich.
El ministro israelí de Finanzas, Bezalel Smotrich, y el ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben-Gvir, los dos miembros sionistas ortodoxos del gobierno de Netanyahu. (Reuters)
¿Por qué fracasaron las negociaciones de paz previas?
La premisa ideológica del sionismo sostiene que los judíos son el pueblo elegido por Dios y que, como mínimo, toda la Palestina histórica les pertenece. Esto es incompatible con una paz regional: ¿cómo podría ser posible colonizar y expulsar a la población autóctona palestina sin que esta opusiera resistencia? Por ello, Israel siempre utilizó “procesos” o “planes de paz” para sortear la presión internacional y proseguir su colonización.
El “Proceso de Paz de Oslo” de 1993 fue un infructuoso esfuerzo diplomático, destinado al fracaso partiendo de su falsa premisa: “Los dos bandos son iguales”. Es precisamente la asimetría de las partes lo que lo llevó al fracaso. Un proceso de paz que tuvo más de proceso que de paz.
Por otra parte, Israel se negó a solucionar el estatus de Jerusalén, que según el Derecho Internacional está dividida. Asimismo, relegó a un futuro incierto el abordaje de un eventual regreso e indemnización de los refugiados palestinos tras la Nakba, o la limpieza étnica de Palestina. Tampoco se decidieron fronteras definitivas, por lo que Israel sigue siendo un estado expansionista sin fronteras oficiales. Además, el gabinete se negó a resolver la principal traba para la paz: las colonias de asentamiento en Cisjordania y Jerusalén Este.
La “Hoja de ruta para la paz”: otra frustración
La “Hoja de ruta para la paz” fue un plan trazado en el 2003 por el Cuarteto de Oriente Medio, conformado por Estados Unidos, la Unión Europea, Rusia y la ONU, con el objetivo de resolver el “conflicto” y crear un Estado palestino para el 2005.
El problema es que el documento imponía a la Autoridad Palestina la responsabilidad de avanzar de fase y le obligaba a reprimir la resistencia anticolonial, mientras Israel asesinaba a los líderes más moderados de Hamás. Asimismo, no obligaba a Israel a cumplir con el Derecho Internacional y desmantelar las colonias de asentamiento. Ni siquiera mencionaba el muro de apartheid construido desde el 2002 dentro de tierras palestinas, algo que el Tribunal Internacional de la Haya había declarado “ilegal.” Otro fracaso.
La muerte o asesinato de Arafat
Durante la segunda Intifada (2000-2005), el Gobierno israelí esgrimía que el obstáculo para la paz era el entonces presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Yasser Arafat. Lo acusaban de no hacer nada por impedir la resistencia armada palestina. Una exigencia absurda, no sólo porque Arafat no controlaba toda la resistencia, sino porque, además, es una condición natural de los pueblos ocupados resistirse, un acto amparado en el Derecho Internacional.
Así, el Ejército de ocupación cercó a Arafat en su cuartel general en el 2002. Poco antes de su misterioso fallecimiento, el primer ministro sionista Ariel Sharón lo había amenazado de muerte. De hecho, Tel Aviv asesinó a Ahmed Yassín y Rantisi, líderes moderados de Hamás, quienes habían participado en las recientes negociaciones de paz.
El Consejo de Seguridad de la ONU emitió una resolución exigiendo al gobierno israelí que evite cualquier intento de deportación o asesinato de Arafat. Sin embargo, a meses de sus amenazas, Arafat falleció víctima de una rara enfermedad aún sin esclarecer.
Benjamin Netanyahu hablando en una conferencia. (Getty Images)
Elecciones de 2006: el favorito de Israel pierde en las urnas
Eliminado el “principal obstáculo para la paz”, según Israel, volvió a surgir otro pretexto: esta vez fue que “los palestinos carecían de un interlocutor válido para negociar”. Así, presionaron para celebrar elecciones que ratificaran a un dirigente maleable.
Pero los resultados del 2006 no fueron los esperados: Mahmoud Abbas, “favorito” de Washington y Tel Aviv, fue derrotado por la lista presentada por Hamás.
Acto seguido, el ejército israelí violó la voluntad popular desbancando por la fuerza al Movimiento de Resistencia Islámica en Cisjordania. Hamás logró retener el poder, también por la fuerza, en Gaza.
Actuales negociaciones para un alto el fuego
En la actualidad, el fundamentalismo sionista está instalado en el Gobierno de Israel. Las elecciones legislativas de 2022 resultaron en “el gobierno más radical” y “más a la derecha de su historia”.
Netanyahu ha apoyado históricamente los ataques masivos contra Gaza y la expansión de colonias ilegales en Jerusalén y Cisjordania, afirmando que tienen un “derecho exclusivo" sobre estos territorios. Desde 2023, ha incitado abiertamente la violencia contra Gaza, un hecho denunciado ante la Corte Penal Internacional.
Sus aliados, Ben-Gvir de Fuerza Judía, y Smotrich del Partido Sionista Religioso, también promueven políticas antiárabes, racistas y colonialistas. Ben-Gvir, conocido por su pasado violento y racista, ha elogiado acciones militares brutales como la "masacre de la harina" en febrero de 2024, cuando el ejército israelí asesinó a 100 palestinos e hirió a otros 1.000 que aguardaban un camión de comida. Por su parte, Smotrich se destaca por su racismo y supremacismo judío, basado en una interpretación literal de la Torá.
Sin lugar para la paz
Hasta el momento, todas las propuestas de alto el fuego en Gaza, incluido el intercambio de rehenes propuesto por la resistencia palestina y por EE. UU, han sido rechazadas por Netanyahu. Su gobierno no sólo no busca un cese del fuego, sino que además fomenta una política de expansión y violencia continua, comenzando una guerra contra el Líbano con pretextos similares a los del genocidio en el enclave palestino (aunque en el Líbano no hay ningún rehén israelí).
El ejército israelí utiliza el mismo procedimiento de Gaza: primero, apunta a la resistencia libanesa, en este caso, Hezbollah, y cometen dos atentados terroristas contra miles de personas, tanto miembros del grupo como civiles, al hacer estallar miles de dispositivos buscapersonas.
Luego, comienzan bombardeos en zonas residenciales contra supuestos “objetivos terroristas”, atemorizando a la población forzándola a desplazarse al norte, aunque también bombardea esa zona.
Por si quedan dudas, ante las matanzas de civiles y el desplazamiento forzado de más de medio millón de libaneses, el 25 de septiembre, Francia y Estados Unidos realizaron una propuesta de 21 días de tregua entre Israel y Hezbollah. Para sorpresa de nadie, sin siquiera evaluarla, Israel la rechazó.
El sionismo, por definición (nacionalismo supremacista, racista y colonial), no es compatible con la paz. Una paz que sólo llegará cuando Israel y su gobierno de fanáticos sean frenados por las mismas potencias que le suministran las armas.