Desde Palestina hasta Ecuador: crear un puente para generar conciencia
María José Larco, ecuatoriana con raíces palestinas, narra su vínculo con la tierra de sus antepasados y su camino hacia el activismo. Hoy, se esfuerza por generar conciencia sobre la historia y las atrocidades que sufren los palestinos.
Todos los jueves, organizaciones sociales se reúnen en el emblemático Parque del Arbolito, en Quito, Ecuador, el punto habitual de concentración para protestas. Su destino es la Embajada de Israel, situada a dos kilómetros de allí.
Familias de varias nacionalidades, desde ecuatorianas hasta egipcias, caminan junto a sus niños con banderas palestinas, cantando y pidiendo por el fin de la ofensiva israelí.
Entre ellos, una mujer con cabello rizado y negro y lentes se abre paso, saludando a varios de los manifestantes. María José Larco, una psicóloga ecuatoriana de 37 años, es una de las personas que participa activamente en entrevistas y en espacios de concientización sobre el pueblo palestino. Para ella, el apoyo al pueblo palestino, que se encuentra a más de 12.000 km de distancia, tiene un carácter personal.
Su abuela, Victoria, oriunda de Beit Jala, nunca obtuvo la nacionalidad ecuatoriana, pese a vivir desde los 10 años en el país. Fue su padre quien decidió emigrar después de ser atacado durante la gran revuelta árabe en 1939.
Recuerda el orgullo por Palestina que su abuela inculcó en ella y en toda su familia materna. Les hablaba sobre los orígenes agricultores de su familia al oeste de Beit Jala, en Al Makhrour, donde su familia tenía tierras que fueron ocupadas, una situación que continúa hasta la actualidad.
Los domingos, María José iba con su familia a comer al Club Árabe Ecuatoriano, como muchas otras familias descendientes de libaneses, jordanos, egipcios y palestinos que conforman la comunidad árabe en el país sudamericano.
María recuerda el orgullo que siempre sintió cuando la gente le preguntaba si era árabe. (Foto cortesía: María José Larco)
Esperaba con ansias las reuniones con su familia materna: venían desde diferentes partes de Ecuador, se reunían y compartían kibeh –una preparación tipo cazuela, una mezcla cocida de cebollas, carne molida de cordero o carne de res y especias–. El baile no podía faltar en estos encuentros que se realizan un par de veces al año.
Más tarde, María José se mudó a Bélgica y luego a España. Recuerda el orgullo que sentía cuando la gente le preguntaba si era árabe.
“Siempre ha sido un orgullo decir que tengo ascendencia palestina. La comida, la música, el baile… siempre han estado presentes en mi vida”, cuenta antes de hacer una pausa.
Sin embargo, el 7 de octubre fue para ella un punto de quiebre.
Del orgullo al activismo
El 7 de octubre fue para ella el inicio de un cuestionamiento profundo sobre la limpieza étnica que sufría el pueblo palestino, sobre el sionismo y la ocupación.
“Veía en los ojos de las mujeres palestinas en la televisión, mujeres que tenían que huir de sus hogares…veía a mi abuela. Veía su cara”, asegura.
Las caras exhaustas de las mujeres palestinas calaban hondo en María José. “Las primeras 3 semanas después de octubre 7 no paraba de llorar”, recuerda. También señala que en esas semanas leyó “El sueño del olivar”, una historia familiar que retrata la vida en Palestina, de la autora Deborah Rohan. Esa lectura la llevó a sentirse mucho más cerca a Palestina.
“Iba a las primeras manifestaciones y la gente se acercaba y me decía fuerza, porque no paraba de llorar”.
Actualmente no se conoce un número exacto de palestinos en Ecuador, aunque investigadores estiman que unos 300 palestinos residen allí. (Foto: Carolina Loza León)
María José se volcó a leer vorazmente sobre la historia palestina y en particular sobre la Nakba, término que en árabe significa “la catástrofe”. Esta catástrofe se refiere al desplazamiento forzado de aproximadamente 750.000 palestinos por parte de las milicias sionistas, como parte de su estrategia para crear el estado de Israel en 1948.
Cuando empezó a leer y seguir de cerca los ataques israelíes en Gaza, Maria José no pensó mucho en la resistencia que podría enfrentar por ser una voz que busca crear conciencia sobre el sufrimiento del pueblo palestino. Empezó a notar que incluso en su círculo más cercano no querían abordar el tema.
También notó un declive en el número de proyectos que tenía como consultora independiente, especialmente desde que comenzó a dar entrevistas en medios nacionales. “Me imagino que ellos ven mi nivel de activismo en redes y en las entrevistas”, explica, y advierte que, a partir de ese momento, se le empezaron a cerrar puertas en el ámbito laboral.
Empezó a darse cuenta que existía una especie de tabú alrededor de la causa palestina, pese a que Ecuador ha expresado su apoyo al pueblo palestino y reconoce a Palestina como Estado.
Manifestantes en la protesta semanal en Quito en los exteriores de la embajada de Israel (Foto: Carolina Loza León)
Ecuador y Palestina: un vínculo histórico de solidaridad y cooperación
Hay una gran cantidad de ecuatorianos de ascendencia árabe, la mayoría de origen libanés, seguido de sirios y, en menor medida, palestinos. Los académicos estiman que actualmente los ecuatorianos de ascendencia árabe pueden llegar a más de 150.000.
Muchos son descendientes de aquellos inmigrantes que se asentaron en el país a fines del siglo XIX e inicios del siglo XX. Motivados, comenzaron a trabajar como comerciantes, para luego progresar y ser hoy en día importantes líderes económicos y políticos del país.
Actualmente no se conoce un número exacto de palestinos en el país, aunque investigadores estiman que unos 300 palestinos residen allí, mientras que los ecuatorianos de ascendencia palestina –como María José– son aproximadamente 6.000.
Ecuador cuenta con una oficina de representación en el Estado de Palestina. También cuenta con una Embajada en Israel. En 2016, cuando Ecuador sufrió un terremoto en la costa que dejó miles de damnificados, Palestina envió un equipo de 15 médicos de emergencias y desastres.
Por su parte, Tel Aviv y Quito mantienen relaciones diplomáticas desde 1957. Israel ha brindado asistencia técnica al país sudamericano en temas de seguridad, irrigación y desarrollo agrícola.
En la actualidad, el Gobierno del presidente ecuatoriano Daniel Noboa ha mostrado una alineación con Tel Aviv, evitando condenar sus ataques en Gaza y Palestina. A inicios de 2024, anunció un acuerdo para enviar 25.000 trabajadores ecuatorianos a Israel.
Cada vez más gente apoya a Palestina en las marchas en Quito.
Sin embargo, mientras tanto más y más personas comienzan a apoyar a Palestina, impulsados por las noticias provenientes de Gaza, el sufrimiento de la población civil, personas heridas y desplazadas, y familias buscando refugio.
Maria José recuerda que el último jueves en el que participó en las manifestaciones semanales en solidaridad con Gaza llegaron alrededor de 500 personas. “Normalmente solíamos ser 50 personas”, explica.
Junto a un grupo de siete mujeres, comenzó a buscar y crear espacios para que más gente pueda unirse para apoyar a Palestina.
Crear espacios por apoyar a Palestina
María José comenzó a darse cuenta, desde octubre, de que el distanciamiento que percibía a menudo se debía a que el apoyo a Palestina solía asociarse con marchas y protestas
Al iniciar Oliva Colectiva, un grupo que busca difundir las acciones de organizaciones y colectivos en redes sociales bajo el nombre Ecuador con Palestina, su objetivo fue crear espacios seguros para quienes desean aprender sobre Palestina y brindar apoyo.
“Hay quienes preferían apoyar desde las calles, otros decían ‘yo me uniré desde la academia”, y otros desde el arte. Se trata de convocar a personas y organizaciones a trabajar juntos y colaborar.
Desde entonces, han creado espacios para debatir sobre Palestina, ofrecer información sobre el boicot a empresas que apoyan la ofensiva sionista, establecer conexiones con grupos de activistas en otras partes del mundo, y organizar actividades académicas en museos. A María José le emociona ver a más personas de diversos orígenes y edades involucrándose y aprendiendo.
Familias de varias nacionalidades, desde ecuatorianas hasta egipcias, caminan junto a sus niños con banderas palestinas, cantando y pidiendo por el fin de la ofensiva israelí. (Foto Carolina Loza León)
A pesar del agotamiento que enfrentan las mujeres de Oliva Colectiva tras casi 11 meses de actividades en medio de la limpieza étnica que sufre el pueblo palestino, buscan maneras de apoyarse mutuamente y cuidarse, mientras continúan abriendo espacios para seguir hablando sobre Palestina y llegar a la mayor cantidad de personas posible.
María José mantiene la esperanza de continuar su proyecto de documentar la historia de su familia en Beit Jala. Sin embargo, no puede evitar sentir, a veces, una profunda ansiedad al pensar en que la milenaria historia de Palestina podría ser borrada por la ocupación israelí, junto con los lugares donde su familia vivió, que fueron arrasados. “Pensar en que pueden borrar esos lugares y borrarnos del mapa. A veces, no puedo respirar cuando pienso en eso”, lamenta.
A pesar de todo, ella sigue firme en su deseo de visitar los lugares que su abuela le describía y continúa su labor desde Quito. “No hay un espacio demasiado grande ni demasiado pequeño para hablar sobre Palestina”, asevera.