La obsesión de la medicina estética entre los más jóvenes

La edad media para realizarse tratamientos estéticos ha bajado de los 35 a los 20 años, muchos de ellos movidos por el uso de las redes sociales.

Medicina estética / Photo: Getty Images
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“¡Los quiero así!” es una de las frases más repetidas en consultas médico estéticas mientras los que la claman muestran imágenes suyas pasadas por los filtros de belleza que existen en redes sociales.

Esta tendencia explotó tras la pandemia y ha terminado generando nuevas necesidades a personas que, a priori, no requieren de estos retoques.

Y es que la edad media de la clientela de estas clínicas ha bajado considerablemente en los últimos años, pasando de los 35 a situarse en los 20 años de edad, según un informe de la Sociedad Española de Medicina Estética (SEME).

Esta demanda se ha visto empujada por el abanico de opciones cada vez menos invasivas, con tiempos de recuperación asumibles y precios más democráticos.

Entre los tratamientos más demandados por los pacientes jóvenes están los rellenos de labios, el baby botox o la rinomodelación temporal.

Esta búsqueda de la perfección en muchas ocasiones no pretende tener un factor anti envejecimiento, sino el deseo de algo que nunca se ha tenido.

“Cada vez hay más afluencia de gente joven. Los de menos edad tipo 13 años vienen buscando soluciones de acné, pero a partir de los 18 años (que antes eran los 25) ya vienen preguntando por tratamientos preventivos y rellenos”, cuenta a TRT Español la doctora María José Maroto, que con más de 30 años de experiencia está viviendo esa bajada considerable de edad.

El espejo de las redes sociales

Ahora el espejo donde mirarse es la pantalla frontal del móvil, y es pan de cada día que los potenciales clientes enseñen sus propias fotos pasadas por la maquinaria de internet o ejemplos de influencers, que cada vez hablan más abiertamente en sus perfiles de sus operaciones o retoques estéticos.

“A veces nosotros no vemos nada y entonces te enseñan una foto de una influencer. Ahí es donde tenemos que decirles que eso no es real, es un filtro. Pero muchas veces no lo ven y se crean necesidades que no existen”, cuenta la doctora Maroto.

¿Son pues las redes sociales el germen del problema? La socióloga Alejandra Nuño cree que pese a haber una mayor sensibilidad hacia una belleza más inclusiva y diversa, el entorno digital tiene un rol dual antagónico.

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Las redes acentúan la presión social y promueven estándares de belleza que contribuyen a la búsqueda constante de una supuesta “perfección” física. (GETTY IMAGES)

“Por una parte, estamos inmersos ante la gran mayor oportunidad de compartir y generar conocimiento como nunca antes lo habíamos visto, pero al mismo tiempo, el entorno digital puede ser el perfecto nuevo campo de minas para sembrar los sistemas de poder que siempre han sido mercenarios del cuerpo”, declara a TRT Español.

Además, el canon de perfección está cada vez más alto ya que el contenido está sesgado en positivo (nadie pone fotos que no estén muy pensadas y estudiadas).

La psicóloga Rebeca Carrasco de Self Psicólogos cree que “la presión social y los estándares de belleza promovidos en las redes sociales pueden contribuir a la búsqueda constante de la perfección física”.

“Si no ponemos el foco en el desarrollo de la autoestima o la valoración de otros aspectos personales, reflejamos una sociedad donde la imagen se destaca sobre otros valores, generando una preocupación desproporcionada por la estética”, manifiesta a TRT Español.

Los filtros de las aplicaciones son uno de los grandes culpables de lo que se ha llegado a llamar “dismorfia de Snapchat”- aplicación de mensajería de videos y fotos- un fenómeno por el cual la gente quiere ser físicamente como su filtro de retoque porque así es como han acostumbrado a verse.

El filtro empieza en las redes y quiere tener su continuidad en la vida real. Buscan que el espejo refleje lo mismo que la cámara frontal del móvil.

El doctor tiene la última palabra

Es en este contexto cuando la labor del médico estético es fundamental. Ahora no solo se encargan de hacer su trabajo, también adquieren la importante labor de aterrizar esos deseos a tierra y dejar claramente diferenciada la visión de las redes con la realidad, la de verdad, la no virtual.

“A mí me horroriza poner esos labios enormes que les gustan a las jovencitas. Y hay muchísima demanda. Insistimos en que vayan despacio, poco a poco… pero ahí tenemos las de perder, porque eso va por modas y si les gusta alguien que tiene morrazos les da igual si les queda bien o mal”, confiesa la doctora Maroto.

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La rinomodelación temporal, el rellenos de labios y el baby botox son los tratamientos con mayor demanda. (GETTY IMAGES)

La cantidad de información que nos rodea hace que los nuevos pacientes lleguen a consulta con la lección aprendida y sabiendo al detalle lo que quieren.

Los consentimientos se firman como el que acepta unos términos y condiciones, no se miran detenidamente y menos para la generación del déficit de atención.

Dan menos margen al profesional para el asesoramiento y a la larga, un mal consejo o el ansia por ganar dinero sin tener en cuenta las condiciones del paciente puede traer consecuencias fatales.

La obsesión por rellenos inyectables como el ácido hialurónico a edad temprana puede generar el efecto contrario y hacernos parecer mayores demasiado pronto, ya que en muchos casos este ácido no se disuelve por completo.

Esto sumado a la adicción que generan estos pinchazos, puede hacer que en pocos años se empiecen a ver caras hinchadas y deformadas muy lejos de la naturalidad que estos procedimientos venden.

“Todo lo que sea hacer que la gente se sienta un poco mejor y le suba la autoestima, estoy a favor. Pero siempre explicando bien y yendo poquito a poquito. Si no lo vemos, decimos que no porque se puede estropear la cara”, afirma Maroto.

Habrá que educar para diferenciar entre lo que puede ayudar a superar un complejo y ser víctima de una moda, porque estas son pasajeras y no valen para todo el mundo.

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