Tras destruir la ecología de Gaza, ¿merece Israel un asiento en la COP29?

La COP29 es cuestionada por permitir la participación de Israel sin abordar su responsabilidad en la destrucción ambiental de Gaza, donde la crisis humanitaria se ve agravada por un ecocidio sin precedentes.

La destrucción de Gaza ha generado más de 39 millones de toneladas de escombros, algunos de los cuales están contaminados con munición sin detonar, amianto y otras sustancias peligrosas. Foto: Reuters
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La destrucción de Gaza ha generado más de 39 millones de toneladas de escombros, algunos de los cuales están contaminados con munición sin detonar, amianto y otras sustancias peligrosas. Foto: Reuters

A pesar de haber generado niveles sin precedentes de contaminación del suelo, agua y aire en Gaza durante los últimos 13 meses, sorprendentemente, a Israel se le ha permitido participar en la COP29: la 29ª edición de la conferencia de la ONU sobre el cambio climático que actualmente se celebra en Bakú, Azerbaiyán.

El objetivo de la cumbre es reunir a las naciones del mundo para trabajar juntas contra el cambio climático y la protección de las poblaciones más vulnerables. Objetivos que Israel viola de manera recurrente, más aún desde el comienzo de su guerra genocida contra Gaza en octubre de 2023.

“La participación de Israel en la COP29 no solo es un insulto a los palestinos, sino que también socava los valores que el propio evento dice defender”, afirma Ahmed Najar, analista político y dramaturgo palestino.

El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente estima que los intensos bombardeos de Israel han provocado una “destrucción sin precedentes” en los recursos productivos de Gaza.

Además, ha dejado una devastación sin precedentes en el enclave. Sólo con la destrucción de edificios, carreteras y otras infraestructuras, Israel ha generado más de 39 millones de toneladas de escombros, algunos contaminados con munición sin explotar, amianto y otras sustancias peligrosas.

“Cuando se destruyen pozos de agua, se envenena el suelo y barrios enteros quedan reducidos a escombros, la propia tierra se vuelve inhabitable. ¿Cómo puede el mundo ignorar esto?”, cuestiona Najar.

AFP

Los ataques israelíes han provocado una gran destrucción en todo el Líbano. Foto: AFP.

Nadar entre dos aguas

La ocupación israelí de los territorios palestinos ha desencadenado una de las mayores tragedias ecológicas de la región, con consecuencias devastadoras para el medio ambiente y las comunidades locales.

Diversos informes de organizaciones ecologistas denuncian que, a los bombardeos recientes, se suman décadas de explotación desenfrenada de los recursos naturales en Gaza y Cisjordania, provocando una catástrofe ambiental sin precedentes.

Uno de los aspectos más críticos es la explotación de los recursos hídricos compartidos. Israel ha sido acusado de restringir el acceso de los palestinos al agua potable, mientras que las cinco plantas de tratamiento de aguas residuales de Gaza han quedado fuera de servicio tras los ataques. Esta destrucción ha dejado los sistemas de agua, saneamiento e higiene prácticamente inoperativos, agudizando una crisis humanitaria ya de por sí insostenible.

Esta situación, además, infringe los principios de justicia ambiental y equidad que deberían ser el núcleo de las negociaciones en cumbres internacionales como la COP

Israel también ha utilizado bombas de Ataque Directo Conjunto de fabricación estadounidense, entre las que se incluyen bombas «rompe búnkeres» de 450 y 900 kilogramos, guiadas con precisión, que «convierten la tierra en líquido». Como explica Marc Garlasco, ex funcionario de defensa del Pentágono e investigador de crímenes de guerra en la ONU, la campaña militar israelí “colapsa edificios enteros” en Gaza.

Permitir que Israel participe en la COP29 mientras lleva a cabo prácticas que dañan ecosistemas y comunidades marginadas envía un mensaje contradictorio sobre el compromiso de la cumbre con la justicia ambiental.

Reuters

En esta fotografía de 2016, trabajadores palestinos instalan paneles solares en el techo de una casa en el centro de Gaza. El bombardeo selectivo de Israel a los paneles solares en Gaza ha agravado los riesgos ambientales al introducir importantes peligros de contaminación. Foto: Reuters

Agresiones militares que destruyen el medio ambiente

Con una extensión de apenas 360 kilómetros cuadrados, Gaza es uno de los territorios más densamente poblados del mundo, en contraste con los casi 22.000 kilómetros cuadrados de Israel. La zona urbana en torno a la ciudad de Gaza alberga una población de aproximadamente 21.000 habitantes por kilómetro cuadrado, comparado con los 13.480 de Tel Aviv.

Sin embargo, la población no solo enfrenta la densidad, sino también los efectos devastadores de las campañas de bombardeo israelíes, que han ocasionado una destrucción generalizada de infraestructuras, contaminación y degradación ambiental a largo plazo.

Según el Observatorio Euromediterráneo de Derechos Humanos y el Instituto Global de Agua, el Medio Ambiente y Salud, el 97% del agua de Gaza está contaminada. Esta situación "empeoró sustancialmente" con la crisis eléctrica que dificulta el funcionamiento de pozos y plantas de tratamiento de aguas residuales. Actualmente, cerca del 80% de las aguas residuales sin tratar son vertidas al mar, mientras que el resto se filtra en los acuíferos subterráneos.

AA

El virus de la polio encontrado en las aguas residuales amenaza la vida de los niños palestinos en Gaza. Foto: AA

“La mayor parte de la infraestructura de Gaza ha sido destruida o dañada, una aniquilación que parece diseñada para hacer la vida imposible [a los palestinos]. En el último año, se han lanzado más bombas sobre Gaza por kilómetro cuadrado que en cualquier otra región en la historia moderna, dejando cicatrices profundas en la tierra”, señala Najar.

Israel no solo ha destruido infraestructuras vitales, como las plantas de tratamiento de agua, sino que también ha arrasado con los paneles solares que comenzaban a proliferar en el enclave. Desde 2012, el uso de energía solar había aumentado significativamente, con un salto de apenas 12 instalaciones a 8.760 en 2022. Sin embargo, los ataques aéreos israelíes han destruido gran parte de estos sistemas, liberando materiales peligrosos en el medio ambiente. Un informe preliminar del Programa de la ONU para el Medio Ambiente confirma la liberación de 1.675 kilos de plomo.

Además, la destrucción sistemática de olivos palestinos continúa siendo una de las tácticas empleadas por Israel. Se estima que desde 1967, más de 800.000 olivos han sido arrancados, una cifra que pone en perspectiva la magnitud de la devastación: equivaldría a talar 33 veces los 24.000 árboles de Central Park en Nueva York.

El hecho de permitir la participación de Israel en la COP29 sin responsabilizarlo por su impacto ambiental en Gaza pone en entredicho la integridad de la cumbre climática.

En palabras de Najar, "para los palestinos, la justicia y la protección ambiental no son lujos, sino necesidades de sobrevivir".

Mientras, la ofensiva genocida y ecocida contra Gaza, ha matado a casi 44.000 palestinos, además, se calcula que más de 10.000 cadáveres continúan enterrados bajo los escombros.

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