Ante la incertidumbre sobre Israel, libaneses aguardan “el fin del mundo”

Humor negro, desesperación y divisiones profundas. Esto es lo que siente la gente en el Líbano a medida que crece el miedo a una guerra más amplia con Israel.

El fuego y el humo se elevan después de que cohetes disparados desde el sur del Líbano impactaran en zonas del norte de Israel el 4 de julio de 2024 (AFP).
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El fuego y el humo se elevan después de que cohetes disparados desde el sur del Líbano impactaran en zonas del norte de Israel el 4 de julio de 2024 (AFP).

Hay algo vertiginosamente distópico en ver a gente en las redes sociales debatiendo intensamente las posibilidades de que una entidad genocida desate una guerra total en tu país.

Como si fuera un partido de fútbol para hacer apuestas en vez de “una segunda Gaza” - tres palabras utilizadas para describir una no tan lejana realidad, si estos buitres se salen con la suya.

Ahora bien, a pesar de las amenazas tan reales y viscerales, además del respaldo oficial incondicional de los Estados Unidos, la vida continúa. En una publicación reciente en Facebook que se volvió viral, un libanés en la diáspora pregunta: "¿Es seguro visitar el Líbano?".

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La respuesta fue tan divertida como cínica (pero innegablemente cierta): "Según Twitter, no. Según Instagram, sí".

Oscilamos salvajemente entre el humor más oscuro y la desesperación quieta.

Ya estamos en guerra

La parte más desgarradora de todo esto es que Israel ya está librando una guerra en Líbano. La insistencia de demasiadas personas fuera -pero especialmente dentro- del Líbano de que podría comenzar una guerra este verano contrasta con la gente del sur, que ha sido aterrorizada desde el 8 de octubre. Desde entonces sufren el incesante barullo de los drones israelíes, la continua ruptura de la barrera del sonido, la destrucción que causa el fósforo blanco en las tierras y el asesinato de al menos 450 personas Un insulto cruel.

Casi 100.000 libaneses del sur han tenido que huir de sus hogares, abandonando su vida. Esto es, desde cualquier mirada, un estado de guerra.

No importa cuánta gente siga gritando que nos lo provocamos nosotros mismos al apoyar la resistencia. Pero, ¿no deberíamos proteger nuestra tierra que tanto los líderes como los ciudadanos israelíes reclaman todos los días?

Parece que el Líbano nunca deja de estar en guerra con Israel. Lo cual es irónico, porque nuestro gobierno ni siquiera reconoce oficialmente la legitimidad de Israel.

Israel ya ha bombardeado grandes ciudades como Saida, Sour y Baalbek. Asesinó a un líder de Hamás en Beirut.

También quieren hacer creer a todos que Dahiye, un suburbio destruido por Israel en 2006 como castigo por supuestamente apoyar a Hezbollah, es una especie de enclave, separado del resto de Beirut. Pero no es: es simplemente un barrio reconstruido, a la vuelta de la esquina de donde trabajo. Donde muchas personas que conozco conviven con sus familias. Donde tienen una de las librerías más lindas de Beirut. Donde tienen la mejor hamburguesa de la ciudad. Aunque admito que esto último es subjetivo.

Decenas de niños resultaron heridos en un ataque a un autobús escolar, mujeres jóvenes fueron asesinadas en Sour, trabajadores de la defensa civil y periodistas fueron atacados deliberadamente. Esto ya es una guerra. Una guerra psicológica y física.

Profundamente dividido

Por supuesto, ampliar aún más la guerra al resto del país es un escenario que nadie quiere que suceda.

Aunque algunos (me incluyo) nos hemos preguntado en voz alta estos últimos nueve meses (y en 2021, y en 2014, y en 2006, y etc., etc., etc.): "Tal vez lo que necesita suceder sea una guerra total, si eso finalmente conduciría al colapso absoluto de Israel, al fin de la ocupación y a la liberación de Palestina", pero nadie quiere una guerra.

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Funcionarios asisten al funeral del comandante militar de Hezbolá, Mohammed Naameh Nasser, también conocido como "Hajj Abu Naameh", en el suburbio del sur de Beirut el 4 de julio de 2024 (AFP)

Nadie quiere que lo maten ni ver cómo matan a sus seres queridos. Nadie quiere ver el Líbano reducido a escombros una vez más. No es un fénix: es un país lleno de seres humanos. Y de historia antigua. Y de personas cuya pérdida devastará a otras personas.

Es humano desear vivir sin miedo y en tranquilidad. A pesar de lo que los sionistas (y sus poderosos aliados) se esfuerzan tanto en hacerte creer, lo cierto es que los árabes también son humanos. Somos los hijos de la luz, que no queremos nada más que salir de la sombra de una devastación perpetuamente persistente. Una vez más.

"Los libaneses piensan", "los libaneses quieren": a los analistas, periodistas y personas cobardes en las redes sociales les encanta especular sobre el funcionamiento interno de "la mente libanesa", pero cualquiera que realmente conozca este país en vez de explotarlo para promover sus carrera, o verlo como una especie de lugar mítico, sabe que no existe tal cosa.

Es un país que está profundamente dividido. Algunos de nosotros apenas podemos funcionar, sabiendo que nuestros hermanos y hermanas son masacrados en la casa de al lado y destrozados por el dolor y la culpa, porque no podemos hacer nada para frenarlo.

Ahora bien, a otros no les podría importar menos lo que le pase a los palestinos y se alegrarían de normalizar nuestra relación con Israel. "Sería mejor para nuestra economía", me dijo alguien una vez. Nunca más lo observé de la misma manera.

Esperar y mirar

Muchos están agradecidos por la capacidad de Hezbollah para proteger no sólo al sur sino a todo el Líbano.

Otros culpan a Hezbolá de cada cosa que va mal en este país y preferirían que el sur fuera ocupado una vez más antes que seguir existiendo un día más.

Como si el sur no perteneciera al Líbano, como si fuera una entidad separada, como si no fuera una parte intrínseca de nuestra cultura, nuestra historia y nuestro complicado presente.

Es el sur el que nos une intrínsecamente a Palestina. Tiempo atrás, fuimos uno. Para muchos de nosotros, todavía somos uno.

Ahora es oficialmente verano. Cuando la élite va en masa a los ridículamente caros clubes de playa del Líbano -incluso nos han quitado en gran medida el acceso a la costa- aquellos que son explotados por esa misma élite se sumergen en el mar contaminado. Y quienes se encuentran en medio todavía acuden a los clubes de playa gratuitos de Sour, a pesar de las amenazas diarias de más barullos, más bombas y más muertes.

Los libaneses no son resilientes -no nos llamen así-, somos seres humanos bajo la amenaza constante de un falso vecino impuesto ilegalmente que desea destruir todo lo que realmente valoramos.

¿Y quién se deleita imaginando nuestra aniquilación? "Enviaremos a Beirut de vuelta a la Edad de Piedra", dicen. Nosotros reímos y nos burlamos: "No tenemos dinero, ni electricidad, ni agua, ya estamos en la Edad de Piedra, querido".

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El humo se eleva durante el bombardeo israelí en la aldea de Khiam en el sur del Líbano, cerca de la frontera con Israel, el 8 de junio de 2024. AFP.

¿Qué podemos hacer?

Esperamos lo inevitable, aguantamos la guerra, la fabricación de consentimiento por parte de los medios y los políticos occidentales, los israelíes sedientos de sangre y sus aliados salivando ante la idea de nuestra desaparición. Mientras miramos a Gaza, mientras tratamos desesperadamente de comprender por qué el mundo no detiene las masacres. Mientras nuestra cordura se erosiona lenta pero constantemente, mientras tratamos de mantener un mínimo de normalidad -plenamente conscientes de que nada de esto es normal-, mientras nos preguntamos unos a otros "¿cómo estás?" cuando sabemos perfectamente cuál es la respuesta.

Esperamos mientras intentamos responder a la pregunta "¿es seguro venir al Líbano?" de aquellos en la diáspora, muchos de ellos obligados a ser parte de ella, que tienen que tomar la imposible decisión de volver para visitar a sus seres queridos y estar con ellos mientras se avecina una guerra mayor ("al menos morimos juntos"). O decidir no hacerlo, posiblemente obligados a observar los horrores que se desarrollan desde lejos porque ¿qué pasa si bombardean el aeropuerto y no pueden regresar a sus vidas en el extranjero, por las que trabajaron tan duro y que les permite enviar las remesas que mantienen a su familia y a la mayor parte del Líbano?

No hay forma de saber. Sólo existe el desgarrador emblema de la incertidumbre. Sólo existen las amenazas y los caprichos del sociópata estado israelí que, como hemos visto, disfruta infligiendo los peores horrores conocidos por el ser humano. Y luego llora y prende fuego el mundo.

Mientras tanto, esperamos. Esperamos que vuelva la electricidad… y esperamos el fin del mundo.

Route 6