El Parlamento de Israel vota por la aniquilación de Palestina
La Knesset israelí aprobó una resolución que rechaza el establecimiento de un Estado palestino como parte de cualquier negociación en la participe Tel Aviv. Así impacta al pueblo palestino.
La política le proporcionó al primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, una coartada para encubrir el genocidio y el genocidio, a su vez, le entregó a la política su propia coartada.
Antes del 7 de octubre de 2023, Israel ya había empujado los límites del derecho internacional de manera irreconocible, usando una narrativa de seguridad política que alineó a la comunidad internacional con sus objetivos colonialistas.
Cuando lo logró, Israel recurrió al genocidio –el mayor crimen contra la humanidad– para eliminar a los palestinos en Gaza. Mientras el mundo debate el genocidio, la Knesset, la autoridad legislativa israeli, aprobó una resolución para rechazar el establecimiento de un Estado palestino como parte de cualquier negociación con Tel Aviv.
"El establecimiento de un Estado palestino en el corazón de la Tierra de Israel supondrá un peligro existencial para el Estado de Israel y sus ciudadanos, perpetuará el conflicto palestino-israelí y desestabilizará la región", señala la resolución, copatrocinada por Netanyahu y partidos de derecha, que obtuvo 68 votos a favor y 9 en contra.
Según la resolución, un Estado palestino sería aprovechado por Hamás “para eliminar el Estado de Israel” en coordinación con Irán.
Sin embargo, Israel únicamente equipara a Irán con Hamás y Palestina para desviar la atención sobre el hecho de que el objetivo máximo del Estado colonialista es borrar completamente a Palestina y reemplazar a su población autóctona con sus colonos.
En Gaza, esto se está logrando a través de un genocidio que la comunidad internacional se niega a frenar. En la Cisjordania ocupada, que Occidente ha vinculado con la diplomacia y la construcción del Estado, Israel planea la eliminación palestina restringiendo aún más las negociaciones políticas, para así erosionar el control de la Autoridad Palestina.
La resolución de la Knesset sella décadas entera de opresión colonialista y reafirma el plan sionista de limpieza étnica: el Plan Dalet.
Cuando la ONU reconoció a Israel en 1949, también reconoció una entidad de colonos que se estableció en la tierra palestina. Con lo que, a su vez, legitimó el proyecto colonial sionista, la Nakba de 1948 y una secuencia de erradicación palestina que impactó todas las áreas de esa sociedad y las aspiraciones de tener una autonomia política, una liberación y una condición de nación.
Según la Oficina Central de Estadísticas de Palestina, en 1948 los paramilitares sionistas hicieron una limpieza étnica de casi un millón de palestinos y asumieron el control de 774 ciudades y pueblos, de los cuales 531 fueron destruidos.
Los paramilitares sionistas cometieron más de 70 masacres, que llevaron al asesinato de más de 15.000 palestinos.
Lo que el plan de partición de 1947 significó para los palestinos
El 29 de noviembre de 1947, la ONU aprobó Resolución 181, que determinó la división desigual de Palestina a favor de los colonos judíos, que obtuvieron el 56% de la tierra.
El movimiento sionista tuvo un gran aliado en Guatemala, cuyo embajador ante la ONU, Jorge García Granados, también miembro de la UNSCOP, defendió la colonización sionista de Palestina en un momento en que la lucha anticolonial aún no se había afianzado.
“No se debe permitir que una mayoría ignorante imponga su voluntad”, declaró García Granados sobre los palestinos, difundiendo la narrativa sionista de superioridad racial, económica y cultural.
En contraste, el representante de Cuba ante la ONU, Ernesto Dihigo, se opuso al tan mencionado derecho de las potencias coloniales para disponer de Palestina. “Hemos proclamado solemnemente el principio de la libre determinación de los pueblos, pero con gran alarma vemos que cuando ha llegado el momento de aplicarlo nos olvidamos de él.”
En diciembre de 1947, pocos días después de que la ONU aprobara Resolución 181, conocida como el Plan de Partición, David Ben Gurion aconsejó la Haganah, un grupo paramilitar sionista: “Adoptamos el sistema de defensa agresiva; a cada ataque árabe debemos responder con un golpe decisivo: la destrucción de un lugar o la expulsión de los residentes junto con la toma del lugar".
Además de la expulsión de la población palestina indígena durante la Nakba y sus consecuencias, la entidad colonial establecida en tierras palestinas robadas también buscó reemplazar a los palestinos con colonos.
Este proceso impulsó la construcción de asentamientos en ciudades y pueblos palestinos destruidos que alteró la topografía y el paisaje, además de destruir el patrimonio escrito y cultural palestino, las tierras y las tradiciones agrícolas.
Israel también impidió que la población palestina desplazada por la fuerza regresara a su tierra. Esto último no sólo violó la Resolución 194 de la ONU que establecía el derecho condicional al retorno de los palestinos, sino que también buscaba garantizar una mayoría demográfica judía.
La debacle diplomática del Estado palestino
Mientras el genocidio en Gaza continúa, la comunidad internacional no ha olvidado el paradigma de los dos Estados, una supuesta solución que forma la base de su diplomacia sobre el Plan de Partición de 1947 y que ha sido considerada obsoleta incluso por el Cuarteto, un grupo que forman Estados Unidos, Rusia, la Unión Europea y las Naciones Unidas.
Israel ha erosionado cualquier posibilidad de implementarlo a través de la expansión de sus asentamientos. Además, la última resolución de la Knesset asesta el golpe político final.
El Gobierno de Biden manifestó su oposición a la resolución que rechaza la creación de un Estado palestino y citó el paradigma de los dos Estados, incluso cuando Washington sigue siendo el principal proveedor de armas de Israel y es cómplice del genocidio de Gaza.
España, Noruega e Irlanda también basaron el reciente reconocimiento que hicieron de Palestina como Estado en el compromismo de la solución de los dos Estados, y por consiguiente legitimizaron la presencia colonial de Israel en tierras robadas.
España fue especialmente enfática: el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, indicó que “tenemos que usar todos los recursos políticos que están a nuestro alcance para decir, alto y claro, que no vamos a permitir que se destruya por la fuerza la posibilidad de la solución de dos Estados, que es la única justa y sostenible para este terrible conflicto.”
Sin embargo, los palestinos no necesitan posibilidades: necesitan acción política. Y eso se debe precisamente a que las supuestas soluciones que plantea la comunidad internacional son hipotéticas respecto a que el colonialismo, la violencia y el genocidio de parte de los israelíes siguen sin ser cuestionados.
En su esfuerzo por preservar la impunidad de Israel, Occidente está erosionando los fragmentos de influencia política que le quedan.
Y si bien Occidente sigue siendo uno de los principales defensores de la supuesta solución de dos Estados, el creciente llamado del pueblo palestino a un Estado único basado en la descolonización no ha obtenido apoyo político… Ni siquiera de los países anteriormente colonizados que, todavía, permanecen dentro del redil de consenso internacional citando el compromiso de dos Estados.
A pesar de todas las maniobras políticas, en especial desde las concesiones unilaterales que el Gobierno de Trump le dio a Israel –y que culminaron en los Acuerdos de Abraham– Occidente todavía mantiene un status quo caduco respecto a la Cisjordania ocupada y la Autoridad Palestina como puntales de la construcción del Estado.
Esto a pesar de la persistente renuencia de Israel a dialogar diplomáticamente con la Autoridad Palestina, su anexión de facto de tierras palestinas mediante la expansión de los asentamientos y el último y directo rechazo de un Estado palestino, que afirma el plan sionista para una colonización completa.
Por supuesto, el enfoque en la Cisjordania ocupada permite a Israel crear sus propias narrativas de seguridad sobre Gaza, lo que es sinónimo de resistencia. Y a pesar de que Occidente asocia la Cisjordania ocupada con la construcción de un Estado, Israel ahora está vinculando su oposición a un Estado palestino con su oposición a Hamás.
El movimiento de resistencia disfruta de un considerable apoyo político entre los palestinos y ningún respaldo político de Occidente, donde algunos de los aliados de Israel también lo consideran organización terrorista.
La aniquilación prospera en el vacío político
En su libro meticulosamente investigado, “The Palestinian Authority and The West Bank: The Theatrics of Woeful Statecraft”, los autores Michelle Pace y Somdeep Sen señalan que los Acuerdos de Oslo no se refieren explícitamente a un Estado palestino, sino más bien a “crear una base institucional para el autogobierno palestino provisional”.
La comunidad internacional ha enviado fondos a la Autoridad Palestina y a sus servicios de seguridad, permitiéndoles a esta figura y a los palestinos ser participantes en las funciones de un Estado sin avanzar hacia el establecimiento del mismo.
Bajo este panorama, Israel no sólo está afirmando la intención de Occidente de impedir que surja un Estado palestino. La resolución de la Knesset también muestra cómo la el objetivo de Tel Aviv es negarse a reconocer un Estado palestino que está en consonancia con la visión más amplia de la política que Occidente tiene para Palestina, alejada de un reconocimiento simbólico sin sentido.
Mientras tanto, el genocidio de Israel en Gaza crea más espacio para que Israel lo explote, tanto política como territorialmente. Como continuación de la Nakba en curso, que proporcionó al sionismo las bases para su estado colonial, el genocidio en el enclave apunta directamente a una población con una larga historia de resistencia y desplazamiento.
Gaza es también una zona que la comunidad internacional descarta hasta que Israel llama la atención sobre ella con sus atrocidades. Esto a pesar de que hace parte del territorio, junto con la ocupada Cisjordania, que formaría parte de un hipotético Estado palestino.
Si los palestinos tuvieran el espacio y la libertad para articular sus narrativas, la política del genocidio de Israel en Gaza se consideraría secuencial, en lugar de una decisión repentina de exterminar a la población del enclave.
Del mismo modo, la decisión de la Knesset de rechazar un Estado palestino sella una larga historia de debates inútiles, porque la comunidad internacional ha negado durante mucho tiempo la descolonización y, en cambio, se ha conformado con la aniquilación de los palestinos por parte de Israel.