Gaza: “La guerra del hambre es la más cruel de todas. Nos mata lentamente”
Desde adentro de Gaza, este relato de un estudiante de medicina da cuenta de los más de 400 días de horror en el enclave. Niños que se duermen llorando de hambre y solo pueden beber agua contaminada.
Gaza, Palestina Ocupada - En Gaza, desde niño, como los dos millones palestinos que vivimos bajo el bloqueo impuesto por Israel desde 2006, hemos conocido la agresión sionista de la “ocupación” en carne propia.
Sin embargo, este maltrato alcanzó su nivel máximo con la ofensiva israelí que empezó el 7 de octubre. Yo venía de regresar de Venezuela, donde estudiaba medicina hacía 9 años. Había viajado a reencontrarme con mi familia en Gaza.
Aquí hay dos maneras de acabar con la vida: la primera es el bombardeo, una muerte rápida que no deja ningún rastro del cuerpo. Y la segunda, más lenta, es por el hambre. Desear comer lo que sea pero sin tener nada. Ver a tus familiares y seres queridos con hambre y no poder ayudarles. Eso nos mata, gota a gota, día a día.
Una niña pide comida en Gaza. Foto Mahmoud Abu Hamda
Nos tratan peor que a los animales
Al poco tiempo de mi regreso a Gaza, el entonces ministro de Defensa de Israel, Yoav Gallant, declaró: "Ya no habrá electricidad, ni comida, ni agua, ni combustible, todo estará bloqueado. Estamos luchando contra animales y actuamos en consecuencia".
Así impusieron un bloqueo estricto y completo en Gaza. Suspendieron el suministro de agua, alimentos, medicinas, electricidad y combustible a más de 2,5 millones de palestinos, algo que ha devastado a la población.
Cada noche, desde entonces, es normal escuchar a los niños llorar de hambre hasta quedarse dormidos. Los ancianos se desploman en la calle y fallecen uno tras otro debido a la malnutrición. Sus cuerpos no resisten las enfermedades crónicas y les resulta imposible resistir.
Cada día la situación en Gaza se complica más. El bloqueo ha llegado a su máximo nivel. Los productos básicos se han vuelto inalcanzables. Un saco de 25 kilos de harina cuesta más de 400 dólares, y sin harina no hay forma de preparar comida. El resto de los alimentos son inexistentes o difíciles de conseguir.
Antes de la ofensiva israelí, Anas estudiaba medicina en Venezuela. Ahora, documenta la tragedia en Gaza para el mundo hispanohablante. Foto: Anas Ayes.
Comer una vez al día es un lujo. El alimento más común aquí es la sopa de arroz blanco sin sabor. Y solo una vez al día. Cada noche, es una batalla entre el sueño y el hambre.
Las enfermedades relacionadas con la malnutrición y la deshidratación ya son comunes, y los afectados aumentan rápidamente.
En mi caso, quedarme mucho tiempo sin comer con el estómago vacío me dio gastritis. Y cada noche los dolores de estómago son intolerables. Este ayuno obligatorio deja al estómago sufriendo por mucho tiempo. Aumenta el flujo ácido que secreta y resulta en úlceras que pueden provocar hemorragias.
Desde que comenzó la ofensiva, he adelgazado casi 15 kilos y sigo perdiendo peso. Mi cuerpo no sirve para caminar ni 100 metros. Cada vez nos movemos menos, pues perdimos la energía. Mi abuela, que antes caminaba sin problemas, ahora sólo se traslada en silla de ruedas.
"Dormimos con hambre. Comer una vez al día es un lujo en Gaza", relata Anas. Foto: Anas Ayes.
La ayuda que no siempre llega
A diario, nos quedamos durante horas esperando las reparticiones de comida para los refugiados. La cantidad que llega nunca es suficiente pero es la única manera de alimentarnos. Hay gente que hace fila desde la madrugada esperando alimentos que a veces ni siquiera llegan. La hambruna nos quitó la dignidad.
Aquí, la guerra del hambre es más cruel que la guerra militar, porque nos mata lentamente. No hay filas ordenadas sino una batalla entre hambrientos. Una lucha para satisfacer tu necesidad más básica. A veces tal es la violencia cuando se disputa la comida de las donaciones, que hay desmayos.
Además, ingresar ayuda humanitaria en Gaza es un riesgo. Las pandillas armadas que operan bajo el control de las fuerzas israelíes son la principal barrera y no permiten que ninguna ayuda pase.
De los camiones que tienen la suerte de entrar, secuestran todo y lo venden en el mercado negro, colaborando con las fuerzas israelíes en el crimen, dejando a dos millones de habitantes y refugiados sufriendo hambre cada día.
Los niños no entienden lo que implica una guerra de hambre. Ellos piden lo que necesitan sin importar la situación, y por eso son las víctimas más dolorosas de este crimen.
Un niño palestino mira las tumbas de personas muertas en los ataques israelíes a Gaza, que se encuentran dentro de los terrenos del Hospital Shifa en Gaza, el domingo 31 de diciembre de 2023.
Sin agua y sin abrigo
Me ha tocado pasar noches sin dormir por tantos bombardeos. Recuerdo acampar en una escuela donde durante días no tuvimos agua. Y, para sobrevivir, debíamos tomar agua corriente contaminada.
En el invierno, no teníamos cómo protegernos del frío. No contábamos con carpas ni abrigo.
En Gaza, es raro ver una sonrisa. Desde hace más de 400 días, repetimos el mismo sufrimiento. Estamos agotados. Y ya no nos quedan fuerzas para aguantar más.