Trump planea la “Riviera de Oriente Medio”, que borrará palestinos del mapa

Para Trump, Gaza no es un lugar de sufrimiento y resistencia, sino una oportunidad de negocio. Un lugar que hay que renovar para convertirlo en un “destino turístico”.

Trump y Netanyahu celebran una conferencia de prensa conjunta en la Sala Este de la Casa Blanca en Washington el 4 de febrero de 2025. / Foto: Reuters
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Trump y Netanyahu celebran una conferencia de prensa conjunta en la Sala Este de la Casa Blanca en Washington el 4 de febrero de 2025. / Foto: Reuters

El presidente estadounidense Donald Trump ha hecho una propuesta sorpresiva y preocupante: Estados Unidos, aseguró, debería tomar el control de Gaza, Palestina, y transformarla en una “Riviera de Oriente Medio”. “Todos con los que he hablado adoran la idea de que Estados Unidos sea dueño de ese pedazo de tierra”, llegó a afirmar. La pregunta es: ¿quiénes son exactamente esos “todos”?

Si se considera que Trump hizo el anuncio junto al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, arquitecto de la devastación en Gaza, la respuesta parece clara.

Para amplificar aún más el absurdo anuncio, Marco Rubio, secretario de Estado de Trump, recurrió a las redes sociales para comentar alegremente: “Hagamos que Gaza vuelva a ser hermosa”. Una visión que ve a Gaza no como un lugar de lucha, resiliencia e historia humana, sino como una parcela vacía de tierra, a la espera de ser “embellecida” por la intervención extranjera, sin tener en cuenta los millones de vidas que alberga.

Como territorio, Gaza queda rodeado por Israel, Egipto y el mar Mediterráneo. El movimiento hacia y desde allí está fuertemente controlado, pues desde 2007 Israel ha impuesto un bloqueo casi total por tierra, mar y aire en la región.

Durante la última década y media, cada uno o dos años, esta pequeña zona de tierra ha atraído la atención a nivel mundial. Aunque a veces también ha quedado en el olvido. Si eres alguien que lee sobre Gaza por primera vez en su vida con este artículo, puedes pensar que el autor habla de una isla desierta, un lugar inhabitable o "una tierra sin pueblo".

En realidad, Gaza tiene 365 kilómetros cuadrados de tierra y está habitada por 2.351.000 personas -6441 personas por kilómetro cuadrado-. Una cifra que la convierte en una de las zonas más densamente pobladas del mundo. También hay que evitar la trampa de la estadística, pues las personas que viven en Gaza son seres humanos con historias y recuerdos. Son rostros, más que meros números. Sin embargo, resulta evidente que el lenguaje político en Estados Unidos con la nueva administración de Donald Trump, se basará en la deshumanización de Gaza.

Las implicaciones de las palabras de Trump en la conferencia de prensa del 5 de febrero son asombrosas. La propuesta del mandatario es un claro recordatorio de que, a ojos de muchos líderes mundiales, los palestinos gazatíes, se reducen a poco más que ruido de fondo en el juego geopolítico.

No se trata sólo de territorio o política; se trata de la eliminación sistemática de un pueblo, su historia y su lucha por la autodeterminación. Para Trump, Gaza no es un lugar de sufrimiento y resistencia, sino una oportunidad de negocio. Es una franja de tierra que hay que “arreglar” y renovar para convertirlo en un “destino turístico”, independientemente de quién viva allí o las décadas de agonía soportadas bajo la brutal ocupación y bloqueo israelí.

AA

Al menos el 80% de Gaza está en ruinas tras la ofensiva genocida israelí

El colonialismo rebautizado

La retórica de Trump revela una mentalidad preocupante: la creencia de que los palestinos de Gaza no tienen voz, ni capacidad de acción, ni derecho a la autodeterminación, ni al voto.

Sus hogares, su tierra, su propia existencia, se reducen a un recurso para que alguien más los explote, más valioso que la gente que vive en ella. Puede que esto sorprenda a algunos observadores, pero se trata de una manifestación moderna del colonialismo, que recuerda la doctrina del Destino Manifiesto de Estados Unidos, la creencia de que una sola nación (EE.UU) tiene el derecho divino a controlar la tierra de otra, independientemente de las personas que han vivido allí durante generaciones. El tipo de pensamiento que durante mucho tiempo alimentó la opresión de pueblos indígenas, muy vigente en la visión de Trump para Gaza.

El contexto legal en torno a esta propuesta no hace más que profundizar su gravedad. La Corte Penal Internacional (CPI) ha emitido órdenes de arresto contra funcionarios israelíes, incluidos Netanyahu y el ex ministro de Defensa, Yoav Gallant, por crímenes contra la humanidad y crímenes de guerra. La Corte Internacional de Justicia (CIJ) ha condenado las acciones de Israel en Gaza como genocidio.

Sin embargo, las palabras de Trump parecen ofrecer una peligrosa legitimación de las mismas acciones que han llevado a Gaza al borde del colapso. Mientras tanto, la retórica de Netanyahu sólo añade leña al fuego. En un discurso poco después del 7 de octubre, donde se refirió infamemente a los palestinos como “animales” e invocó la historia bíblica de los amalecitas, justificando la violencia con fervor religioso, dijo: “Deben recordar lo que Amalec les ha hecho”.

No se trataba de una referencia común, pero, en el contexto de la guerra, podría interpretarse como “intención genocida”. Netanyahu se refería al siguiente pasaje bíblico: “‘Castigaré a los amalecitas por lo que le hicieron a Israel cuando los atacaron cuando subían de Egipto. Ahora ve, ataca a los amalecitas y destruye totalmente todo lo que les pertenece. No los perdones; mata a hombres y mujeres, niños y bebés, vacas y ovejas, camellos y burros’”.

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