Su espíritu vivirá: reflexiones sobre mi amistad con Aysenur Ezgi Eygi
Aysenur dedicó su vida a apoyar a los oprimidos. Su muerte muestra las muchas vidas perdidas en la lucha contra la ocupación israelí. Su espíritu sigue inspirando la lucha por la justicia.
Durante los 26 años que duró su vida, hasta el día que fue asesinada a manos del ejército israelí, Aysenur Ezgi Eygi vivió con un propósito. Impulsada por un profundo compromiso con la justicia, se dedicó a la solidaridad con los oprimidos; un compromiso que le costó la vida.
Su trágica muerte no es solo su historia; también es testimonio de los incontables palestinos, cuya causa ella defendió con tanta pasión, que han perdido la vida y siguen sufriendo bajo la ocupación israelí. Ezgi querría que supieras esto: su muerte es solo una entre muchas, un devastador recordatorio de la urgencia de detener el genocidio del pueblo palestino.
Conocí a Ezgi a través de mi pareja, que fue uno de sus profesores en el Middle College High School. Nuestra amistad comenzó cuando ella se unió a Alternativa Socialista, una organización que ambas acabamos dejando, pero que seguimos apoyando.
Era una joven llena de energía, sin miedo de defender aquello en lo que creía. No pasó mucho tiempo antes de que nos hiciéramos buenas amigas, unidas por ideales compartidos, largas horas de organización y esos momentos entre una cosa y otra, donde brillaba su espíritu vibrante y su amabilidad.
Lo que siempre me impresionó de Ezgi fue que nunca dejó que el miedo la detuviera. Recuerdo vívidamente un día en que estábamos organizando una huelga estudiantil en Seattle para protestar por la elección de Trump. Ella estaba a punto de dar un discurso importante.
Aysenur Ezgi Eygi en un cuatro creado por Valerie Ross.
A medida que se acercaba el momento, pude ver que los nervios la estaban agobiando, pero Ezgi nunca permitió que el miedo le impidiera hacer lo que creía que era correcto. Respiró profundamente y, cuando subió al escenario, se transformó. Su voz, aunque temblorosa al principio, se fue calmando y fortaleciendo a medida que transmitía su mensaje con una convicción inquebrantable.
Uno de mis recuerdos favoritos de Ezgi no es de una protesta o evento político, sino de un momento más personal, de un día en el que se presentó sin previo aviso en mi departamento con todos los ingredientes para hacer sushi vegano. Así era ella, siempre buscando una oportunidad para mostrar amor a quienes la rodeaban, y lo solía hacer a través de la comida y la risa. Pasó la tarde persiguiendo a mi gato por la casa, sosteniéndolo en brazos y riendo sin parar. Esa era Ezgi: un torbellino de alegría y energía que encontraba formas de iluminar incluso los momentos más oscuros.
Después de unos años, establecimos una tradición semanal de ir juntas a una noche de jazz en Seattle. Ezgi, con su personalidad magnética, pasaba la noche haciendo nuevos amigos. Lo notable es que no hacía amigos por hacerlos; siempre tenía conversaciones profundas y significativas, aprovechando cada oportunidad para explicar a la gente sus ideas. Tenía esa rara habilidad de mezclar lo personal con lo político, fusionando sin esfuerzo sus interacciones diarias con una misión más amplia de luchar por un mundo mejor.
Aysenur Ezgi Eygi. (Foto: Valerie Ross)
Aunque nos distanciamos con el tiempo, vi cómo Ezgi seguía creciendo y abrazando el mundo. Viajó por todas partes explorando lugares como México, Cuba, Australia, Tailandia y Alemania, solo por nombrar algunos. En 2020, nuestros caminos se volvieron a cruzar en una protesta en el centro de Seattle. Fue un momento de reconexión y retomamos la relación justo donde la habíamos dejado. Incluso después de irme de Seattle nos mantuvimos en contacto, compartiendo nuestras vidas y sueños. Queríamos visitar Türkiye juntas, un viaje que ahora nunca será posible.
La pasión de Ezgi por Palestina y la lucha contra la ocupación israelí se convirtieron en uno de los pilares centrales de su activismo. Su viaje a Palestina, donde trabajó con el Movimiento de Solidaridad Internacional, fue una manifestación de la empatía que sentía por los pueblos oprimidos.
Fue como observadora pacífica, para dar testimonio y solidarizarse con los palestinos que tanto han sufrido bajo la ocupación israelí. No le bastaba con hablar desde fuera, tenía que estar allí, ver la injusticia con sus propios ojos, sentir el sufrimiento de primera mano. Creía en la solidaridad en su forma más auténtica: estando hombro con hombro con los oprimidos, incluso poniendo su propia vida en peligro.
El legado de Ezgi se extiende mucho más allá de su círculo inmediato de amigos y activistas en Estados Unidos. Formó parte de un movimiento por la justicia global y su trabajo en Palestina tuvo un impacto duradero tanto en su comunidad local como a nivel internacional. Dio su vida por una causa en la que creía con cada fibra de su ser, una causa que, trágicamente, todavía sigue vigente.
Pero mientras la lloramos, también debemos llevar adelante la antorcha que nos ha pasado. Ezgi era una persona que creía en las acciones sobre las palabras, en levantarse incluso cuando eso significaba arriesgarlo todo. Para honrarla, debemos continuar su lucha contra el imperialismo, el capitalismo y las políticas genocidas del gobierno israelí.
Su muerte fue brutal y sin sentido, pero su vida fue hermosa y llena de propósito. Aysenur Ezgi Eygi fue una de las personas más valientes y compasivas que he conocido. Y aunque siempre la echaré de menos –su calidez, su risa, su amor– sé que su espíritu sigue vivo en las luchas de aquellos a quienes apoyó, en los movimientos que ayudó a construir y en los corazones de los que tuvimos la suerte de llamarla amiga.
Descansa en poder, Ezgi. Nunca te olvidaremos.