Tortura y hambre: cómo las cárceles israelíes deshumanizan a los palestinos
Un prisionero palestino recientemente liberado revela en una entrevista exclusiva cómo las fuerzas israelíes abusan implacablemente de los prisioneros sólo para deshumanizarlos.
Desde el 7 de octubre, el trato de Israel hacia los prisioneros palestinos ha alcanzado nuevos niveles de crueldad, profundizando prácticas ya brutalmente inhumanas en las cárceles de ocupación.
Durante años, los detenidos palestinos han sufrido torturas, agresiones físicas y detenciones ilegales a manos de las autoridades israelíes. Ahora, estas tácticas represivas han aumentado tanto en intensidad como en frecuencia, y el número de reclusos prácticamente se ha duplicado desde el 7 de octubre: antes del inicio del genocidio, eran 5.192 y en julio de este año eran 9.623.
¿El objetivo?
Despojar a los prisioneros palestinos de su humanidad y aplastar su resistencia.
“No había ninguna parte del cuerpo que estuviera fuera de los límites”, revela Nail Sameer Halabi, un palestino recientemente liberado tras pasar más de una década en distintas prisiones israelíes.
Su última detención se debió a su activismo estudiantil contra la ofensiva sobre Gaza en la Universidad de Birzeit, en la Cisjordania ocupada, donde estudia. Sin embargo, en otras ocasiones fue arrestado bajo "detención administrativa", una medida que permite detener a palestinos bajo un archivo secreto, sin que ni el prisionero ni su abogado conozcan los cargos.
Estas detenciones se han disparado, con miles de palestinos retenidos indefinidamente, lo que constituye una clara violación del derecho internacional.
En una entrevista exclusiva con TRT World, Halabi relata las severas palizas, humillaciones y las torturas diarias que sufren los prisioneros palestinos.
“Ataban a los prisioneros, los golpeaban brutalmente y les lanzaban insultos a ellos y a la causa palestina”.
Según Halabi, unidades especiales de la Administración de Prisiones israelí, como "Metsada", "Yamam" y "Dror", actúan como fuerzas represivas, irrumpiendo en las alas de las cárceles armadas con armas, perros y bombas de sonido, sumiendo a los prisioneros en un constante estado de terror.
Partes sensibles del cuerpo, como “las costillas, las piernas y los genitales, eran deliberadamente atacadas” en estos asaltos físicos.
Tortura y agresión
Halabi fue arrestado por primera vez en 2004, cuando tenía solo 17 años, por su activismo durante la Segunda Intifada. Detenido durante cuatro años y medio y trasladado entre prisiones, hoy, a sus 37 años, ha pasado aproximadamente 11 años encarcelado a lo largo de dos décadas.
En centros de detención israelíes como Al Maskobiya, en Jerusalén Occidental, y la prisión de Shikma en Ashkelon, Halabi describe el implacable abuso que enfrentan los palestinos durante los interrogatorios y su encarcelamiento, una experiencia que considera totalmente deshumanizante.
Su tiempo en prisión estuvo marcado por extensos interrogatorios y violaciones de derechos humanos, incluso antes de los eventos del 7 de octubre.
Recuerda: “Se creó una situación colectiva que sólo puedo describir como de deshumanización total. La administración penitenciaria, parte del sistema de ocupación sionista, pretende despojarnos de nuestra humanidad y de nuestra identidad nacional”.
Los prisioneros palestinos debían luchar por derechos básicos, como acceso a mantas, colchones y unas pocas horas de aire libre en el patio.
"Las huelgas de hambre eran una de las herramientas clave en nuestra lucha", explica Halabi.
"El objetivo era mejorar nuestras condiciones de vida y reivindicar nuestra dignidad. Llevamos a cabo decenas de huelgas de hambre, en las cuales algunos prisioneros fueron martirizados." Para algunos que sobrevivieron, se restablecieron derechos básicos como acceso a medicinas, atención médica y tiempo en el patio.
Sin embargo, desde el 7 de octubre, la situación dentro de las prisiones ha empeorado aún más. Lo que antes era una existencia terrible y brutal ahora se ha vuelto insoportable.
La demanda de la CIJ contiene numerosas denuncias de trato inhumano a los detenidos, desde diversas formas de tortura hasta abusos sexuales contra niños. / Foto: AFP
Una brutal represión
Para Halabi, el 7 de octubre fue un punto de inflexión, no sólo para los prisioneros palestinos sino para toda la causa palestina, en otras palabras; la lucha en curso por la autodeterminación, la independencia y el establecimiento de un Estado palestino soberano.
En respuesta a los eventos de ese día, las autoridades carcelarias israelíes lanzaron una represión sin precedentes, despojando a los prisioneros de lo poco que les quedaba.
Se confiscaron todos los dispositivos electrónicos—televisores, radios, hornillos—junto con la ropa personal, dejando a los detenidos con apenas las camisas y pantalones que llevaban puestos.
Incluso se retiraron las prendas básicas de ropa interior y se eliminó todo suministro de alimentos, salvo el agua.
Hambre y negación de las necesidades básicas
Mientras Gaza se muere de hambre, el hambre también se ha convertido en un arma de represión dentro de las cárceles.
Halabi relata cómo las raciones de comida fueron reducidas drásticamente: pequeñas porciones de labneh, pan, un solo huevo y limitadas cantidades de arroz o sopa, repartidas entre los detenidos.
"Esta dieta era insuficiente incluso para un niño, mucho menos para hombres adultos," afirma. Como resultado, muchos prisioneros, incluido Halabi, llegaron a perder hasta 40 kilos durante su encarcelamiento.
El objetivo de las autoridades israelíes era claro: someter a los prisioneros a la inanición."Querían que suplicáramos por comida, quebrar nuestro espíritu," explica Halabi.
A pesar de las condiciones severas, Halabi subraya que jamás han perdido la fe en su lucha. “A pesar del inmenso sufrimiento, el movimiento de los prisioneros permaneció fuerte y unido," dice.
En medio de la creciente violencia en Gaza, las prisiones israelíes se llenaron con cifras récord de detenidos palestinos, abarrotados en pequeñas celdas sin ventanas. "Nos amontonaban en celdas diseñadas para seis u ocho personas, pero después del 7 de octubre, ese número aumentó a 20," explica Halabi.
Los prisioneros eran obligados a dormir en el suelo sin colchones, y algunos tenían que pasar por encima de otros para llegar al baño. "La falta de espacio y necesidades básicas hacía que la vida en prisión fuera extremadamente difícil", relató a TRT World.
Originalmente una base militar, Sde Teiman se convirtió en un centro de detención similar a un campo de concentración durante la invasión israelí de Gaza. CNN
Abuso sistemático
Los horrores descritos por Halabi coinciden con numerosos informes de organizaciones de derechos humanos que documentan el abuso sistemático en las cárceles de Israel.
Según otro informe de B'Tselem titulado “Bienvenidos al infierno”, el ejército israelí ha adoptado una política sistémica de “abuso institucionalizado”, que incluye acoso, tortura y negligencia médica contra los palestinos detenidos.
La investigación de la organización, basada en entrevistas con 55 ex prisioneros de 16 centros de detención, reveló las condiciones de estos "campos de tortura", donde las palizas brutales, la violencia sexual, el hambre, la negligencia médica y la privación de necesidades básicas como el agua, la luz del día, la electricidad y el saneamiento, incluyendo jabón y toallas sanitarias para las mujeres, son hechos cotidianos.
El castigo colectivo infligido a los prisioneros palestinos refleja la opresión más amplia que sufren los palestinos en los territorios ocupados.
Estas medidas represivas son parte de una estrategia calculada para subyugar al pueblo palestino, argumentan muchos, y la difícil situación de los prisioneros es un reflejo de una campaña más amplia destinada a romper su resistencia y su voluntad de luchar por la libertad.