“Una de mis primeras experiencias como médico fue durante el genocidio”

Majed tiene 25 años y es médico en Gaza. Su testimonio refleja el drama de los trabajadores de la salud en pleno genocidio: equipos obsoletos, ataques a ambulancias y cirugías en la oscuridad.

Majed insta a la comunidad internacional a presionar a gobiernos y apoyar organizaciones que alivian el sufrimiento en Gaza./ Foto: Cortesía de Majed.
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Majed insta a la comunidad internacional a presionar a gobiernos y apoyar organizaciones que alivian el sufrimiento en Gaza./ Foto: Cortesía de Majed.

A sus 25 años, Majed, un joven médico palestino, acababa de obtener su licencia cuando Israel lanzó su brutal ofensiva contra Gaza. Lo que debería haber sido el emocionante comienzo de su carrera, se convirtió en una prueba de fuego en medio de la devastación. "Una de mis primeras experiencias como médico fue durante el genocidio", confiesa Majed.

Como hijo mayor de una familia humilde, Majed nunca imaginó que su sueño de convertirse en médico lo llevaría a enfrentarse una de las crisis humanitarias más graves del siglo XXI. "Quería ser médico por la cantidad de personas perdidas, familiares y amigos cercanos", explica. "Quería tener más conocimientos para evitar futuras desgracias". Poco sabía entonces que esas miserias lo alcanzarían tan pronto y con tanta fuerza.

En 2017 obtuvo una de las puntuaciones más altas del país en los exámenes de ingreso a la universidad, asegurándose una beca completa del Estado. "Fue un anuncio público. Todo el mundo sabe quién tiene las mejores notas", recuerda. "Estaba feliz de recibir esa beca. Sin ella, no habría podido estudiar medicina".

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Así ha quedado el Hospital Al Shifa, en Gaza, brutalmente devastado por Israel en su mortífera ofensiva sobre Gaza. Foto: AA.

De la precariedad a la catástrofe

La vida en Gaza, antes de la ofensiva actual, era ya un desafío para los trabajadores de la salud aunque conservaba cierta normalidad. "Teníamos una vida tranquila", recuerda Majed. "Nos sentíamos seguros al ir al hospital. Hacíamos nuestras rondas, atendíamos a los pacientes, incluso podíamos derivar casos al extranjero. Era un proceso más fluido". Sin embargo, bajo esa aparente calma, el sistema de salud ya mostraba grietas profundas. "Estábamos al borde del colapso", explica Majed.

"Los salarios eran irrisorios, cuando no inexistentes. Carecíamos de derechos laborales básicos y no contábamos con seguro alguno", prosigue. Esta precariedad llevaba a muchos profesionales de la salud a soñar con otros horizontes. "Muchos de nosotros anhelábamos emigrar para continuar nuestra formación en el extranjero", confiesa.

Pero el 7 de octubre de 2023, todo cambió. Desde entonces, más de 45.000 palestinos han muerto, la mayoría mujeres y niños. El sistema de salud de Gaza, ya frágil, se ha desmoronado bajo los ataques.

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En medio del conflicto, trabajadores de la salud como Majed continúan curando heridas físicas y emocionales. / Foto: Cortesía de Majed.

La lucha diaria de un médico en Gaza

"Vivo en Al-Mawasi", relata Majed. "Me he desplazado muchas veces. Las tiendas de campaña están superpobladas, no hay agua limpia ni comida adecuada". La situación, lejos de mejorar, se agrava cada día. "Ahora, con la lluvia, tememos el riesgo de inundaciones".

Su preocupación va más allá de los problemas a corto plazo. "Nos enfrentamos a una nueva miseria: el brote de numerosas enfermedades. Muchas de estas tiendas no son aptas para que vivan seres humanos".

A pesar de las condiciones deplorables, Majed y sus colegas continúan su labor. "Hacemos turnos de 24 horas con personal insuficiente. Constantemente improvisamos y racionamos lo poco que tenemos. A veces, un solo par de guantes se utiliza varias veces, y la medicación se divide entre pacientes en extrema necesidad".

La escasez de recursos obliga a medidas desesperadas. "Nuestro equipo está obsoleto. A menudo realizamos procedimientos manualmente, en la oscuridad o con herramientas mínimas", describe Majed.

Majed ha trabajado en el Hospital Europeo de Gaza, el Hospital Emarati y varias clínicas improvisadas en refugios. "En todas partes", afirma, “la situación es crítica”.

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"Cada vida salvada es una victoria contra lo imposible", confiesa Majed, inspirado por sus pacientes./ Foto: Cortesía de Majed.

Bajo ataque: la salud como objetivo

Un reciente informe de las Naciones Unidas acusa a Israel de atacar "deliberadamente contra el personal y las instalaciones médicas".

Majed ha sido testigo directo de esta realidad devastadora. "He visto equipos médicos atacados directamente", relata. "Ambulancias han sido destruidas, convoyes médicos detenidos, y médicos arrestados. Parece que incluso aquellos que intentamos ayudar, somos vistos como una amenaza".

Esta situación no solo pone en peligro la vida de los pacientes, sino también la de quienes intentan salvarlas. "Varios de mis compañeros de trabajo han resultado heridos mientras trabajaban, y otros han sido detenidos temporalmente mientras intentaban llegar a los hospitales".

Un incidente que conmocionó al mundo fue el de Hind Rajab, una niña palestina de seis años. Un tanque israelí disparó a corta distancia contra el coche familiar donde viajaba. Cuando una ambulancia fue enviada para auxiliarla, también fue atacada por el proyectil de un tanque. Además de Hind y su familia, perdieron la vida dos paramédicos, Yousef Zeino y Ahmad Al-Madhoun, que intentaban rescatarla.

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Destrucción cerca del Hospital Kamal Adwan por las fuerzas israelíes, en el norte de Gaza. Durante el asedio, el ejército israelí demolió departamentos del hospital, dañó equipos médicos, destruyó ambulancias y la pared exterior, además de las carreteras que conducían al hospital. Foto: AA.

Estrés, separación y secuelas

El impacto de los ataques en la salud mental de los trabajadores sanitarios es abrumador. Un estudio mostró que el 89,3% de los trabajadores de la salud en Gaza aún presentaban síntomas de trastorno de estrés postraumático dos años después de las hostilidades de 2014. Majed teme que las secuelas de este conflicto sean aún peores.

"Vivimos con miedo constante, no solo por nosotros sino por nuestras familias", confiesa. La separación y la incertidumbre agravan el estrés diario. "Las líneas de comunicación a menudo no funcionan, y el movimiento está restringido debido a los bombardeos y el peligro en las calles. No he podido verlos regularmente, pero nos comunicamos siempre que es posible, solo para asegurarnos de que seguimos vivos".

A pesar de las dificultades, Majed y sus colegas continúan no descuidan sus tareas. "Vemos infecciones de piel generalizadas en niños que no tienen calzado ni ropa adecuada. La desnutrición afecta especialmente a los niños con necesidades especiales y a las mujeres embarazadas. Y nos preocupan las consecuencias a largo plazo de la exposición a metales pesados y sustancias químicas de las bombas".

Y su preocupación no es infundada: un informe médico reciente sugiere la posible relación entre los defectos de nacimiento en Gaza y la exposición a productos químicos y contaminantes asociados con los ataques, subrayando el impacto duradero y multigeneracional del genocidio.

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Daños visibles del Hospital Kamal Adwan tras la salida de las fuerzas israelíes, en el norte de Gaza. Foto: AA.

Esperanza en medio del caos

A pesar de las circunstancias abrumadoras, Majed encuentra pequeños momentos de esperanza que le dan fuerza para continuar. "Lo que me mantiene en pie son los pacientes: los niños, las familias que dependen de nosotros", confiesa. "Cada vida salvada se siente como una victoria contra lo imposible".

Se emociona al recordar a una niña que, tras perder su hogar y recibir tratamiento, le dijo: "Gracias, doctor. Un día seré médica como usted".

Para Majed, la recuperación de Gaza implica un largo camino. "La reconstrucción llevará años, si no décadas", reflexiona. "Necesitamos reconstruir hospitales, formar nuevos profesionales de la salud, y abordar las cicatrices físicas y mentales de esta guerra".

El joven médico tiene las necesidades inmediatas claras. "Se deben abrir corredores humanitarios para que los suministros médicos y el personal puedan llegar a nosotros. También necesitamos evacuaciones para los pacientes más críticos".

En esa reconstrucción, Majed siente que tiene mucho para aportar. "Planeo seguir trabajando para fortalecer el sistema de salud de Gaza, enfocándome en áreas como el control de enfermedades infecciosas y la atención de traumas", afirma con determinación.

Su mensaje a la comunidad internacional es contundente: "Para las personas fuera de Gaza, crear conciencia, presionar a los gobiernos y donar a organizaciones de confianza son formas de ayudar. Cada acción cuenta en este momento".

Mientras tanto, Majed y sus compañeros de trabajo continúan, en medio del caos, curando heridas físicas y emocionales. Su historia es un testimonio de la resiliencia del espíritu humano y un llamado urgente a poner fin al sufrimiento en Gaza.

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