Era el más sionista de la familia y acabó defendiendo a Palestina

El argentino Federico Klein defendía al sionismo hasta que en un viaje a Israel sufrió la represión a los palestinos en carne propia. Desde entonces es un referente judío en defensa de Palestina.

Federico Klein en una audiencia pública por Palestina en el Congreso Nacional, representando a la agrupación Judíos por Palestina, en Buenos Aires, 2023. Foto: Cortesía Federico Klein. 
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Federico Klein en una audiencia pública por Palestina en el Congreso Nacional, representando a la agrupación Judíos por Palestina, en Buenos Aires, 2023. Foto: Cortesía Federico Klein. 

A pesar de que nació en Argentina hace 34 años, Federico Klein nunca se sintió parte de ese país. Había asistido a una escuela sionista. A un club sionista. Tenía dos tíos rabinos. Y formó parte durante cuatro años de una agrupación juvenil sionista: Habonim dror, los constructores del porvenir. Y en todos esos espacios le repetían que su verdadera patria era Israel.

En la escuela desplegaban un mapa de Israel que incluía Cisjordania, Gaza, y el sinai egipcio. “En los mapas que nos mostraban en la escuela Palestina no existía”, recuerda Klein. “Y cuando se hablaba de los árabes te repetían que eran todos antisemitas”.

Mientras en el aula le explicaban la historia adulterada de la ocupación, en el grupo juvenil cada fin de año, organizaban un campamento para más de 100 niños. Concluía con un juego al que llamaban “Miljama”, que traduce guerra. Allí, los líderes adultos cumplían rol de nazis, y perseguían a los niños. O a veces, ocupaban el rol de árabes, y los chicos también debían huir para sobrevivir.

La agrupación era una filial de un partido de izquierdas en Israel. Y si un miembro aspiraba a convertirse en líder, debía hacer un viaje de capacitación a Israel donde, entre otras actividades, le proporcionaban entrenamiento militar con el propio ejército.

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Federico Klein en Jerusalén, junto a un amigo donde vivió durante dos meses, 2011. Foto: Cortesía Federico Klein

El viaje a Israel que cambió su vida

Por ese entonces, el sueño de Klein era vivir en Israel, formar una familia, y trabajar. En el 2011, recibió una invitación para viajar de la organización sionista Taglit, que se ocupa de llevar judíos de todo el mundo a conocer Israel sin costos.

“Muchos jóvenes en verdad lo aprovechan para, desde ahí, conocer Europa”, admite Klein. Pero él iba, en cambio, a conocer su nuevo hogar. “Yo era el más sionista de mi familia y de mis amigos, y el único que quería irse a vivir allá”, recuerda.

Sin embargo, ese viaje de días se transformó en un año. Y ese año le revolucionó a Klein su vida.

Junto a un grupo de 30 judíos argentinos, Klein cumplió con todos los destinos del viaje: Museo del Holocausto, Muro de los Lamentos.

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Federico Klein en Hebrón, 2013, junto a activistas palestinos y extranjeros. Foto: Cortesía Federico Klein

Sin embargo, Klein no se sintió en casa como pensó que iba a hacerlo. “Todos los árabes son una basura”, escuchó decir a un israelí. “Si tu amigo está con una novia árabe, seguramente se acuesta con una perra”, sentenció otro.

Klein tenía 22 años y estudiaba arquitectura en la universidad pública de Buenos Aires. Tenía valores inclusivos y antiracistas. Y estaba en contra de todo abuso del Estado.

Entonces, conoció a israelíes antisionistas, que para él eran toda una novedad. Lo invitaron a Jerusalén y a visitar la casa de un palestino en el Monte de los Olivos. Los organizadores de su viaje ya se lo habían advertido: “Si van al barrio árabe, siendo judíos, los van a asesinar”.

Pero Klein juntó coraje y se arriesgó. “Fue la primera vez que entendí que los palestinos ya estaban de antes en ese territorio. Ibrahim, el dueño de casa, fue muy cortés con nosotros y desde entonces quedamos en contacto”.

La otra cara de la verdad

Sus nuevos amigos antisionistas le propusieron viajar a Egipto, en el pico revolucionario de la primavera árabe que desplazó a Hosni Mubarak tras casi 30 años en el poder. Al final, sus amigos, por miedo, desistieron. “Tú con pasaporte argentino, puedes ir”, lo alentaron. “Siempre que escondas tu condición de judío”.

Klein alquiló una habitación de hostal frente a Tahrir, la plaza principal y fue testigo de cómo, en una protesta contra el gobierno, un egipcio prendía fuego una bandera de Israel con la leyenda: “Próxima parada: Tel Aviv”.

Klein se abrió paso entre la multitud y se acercó al hombre. “¿Qué problema tienes con los judíos?”, lo interrogó. “Yo soy judío”. En lugar de que la horda de manifestantes lo destrozara como le habían dicho, el egipcio lo invitó a tomar café.

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Klein en casa de familia palestina que vive en la zona H2, en Hebrón. No pueden salir por la puerta del frente pues esa calle está vedada para palestinos. Foto: Cortesía Federico Klein

“Esa noche me contaron la historia del conflicto entre Egipto e Israel, que yo había escuchado en una versión opuesta. Y, por primera vez, me narraron lo que fue la Nakba. Y poco a poco fui entendiendo que lo que sucedió y sucede en Palestina fue y es una limpieza étnica”, recuerda Klein mientras revuelve un café en un bar moderno, de Buenos Aires. “Y esto no se justifica con la historia judía del Holocausto. Se trata de una limpieza étnica para que en el lugar no exista un solo palestino”.

Viviendo los abusos en carne propia

De Egipto, Klein viajó a Cisjordania, convivió durante dos meses con los palestinos y vivió los abusos en carne propia. Lo vio todo: desde manifestaciones reprimidas con brutalidad por el ejército sionista –aún en Hebrón donde, se suponía, Palestina retiene cierta autonomía-, hasta ataques con balas de goma, con tanques con agua sucia y hasta bombas de sonido.

“Si estás en la calle, no sientes las bombas de sonido”, recuerda Klein. “Pero si estás dentro de las casas, el ruido te rompe los tímpanos. Y los tanques que arrojan agua sucia, tiene un olor a cloaca insoportable. Rocían el barrio y los edificios con esa agua. El objetivo es reprimir no sólo a los manifestantes sino castigar a todo el pueblo”. Resultado: los palestinos, durante semanas, deben convivir con un olor nauseabundo.

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Soldados israelíes detienen a Klein en la calle, en Hebrón. Lo acusan de arrojar piedras. Al final, lo dejan en libertad. Foto: Cortesía Federico Klein

Uno de los atropellos que más le llamó la atención, fue en las calles vedadas a palestinos en Hebrón. Si el ejército sionista los ve caminando, los lleva presos. “Conocí palestinos cuyas casas daban a esas calles prohibidas. Entonces, para salir debían encontrar una puerta lateral o, salir por la azotea”.

El regreso a su verdadera patria

Cuando Klein sintió que había comprendido la verdadera historia regresó a la Argentina. Al verlo transformado, su familia y amigos no lo podían creer. Algunos incluso le decían: “No puedes haber ido a Palestina, porque hoy estarías muerto”.

Por suerte, su familia le creyó. Y la mayor parte de sus amigos también. Incluso, algunos de ellos hoy sostienen sus mismas verdades. Aún así, otros ya no lo invitan a sus fiestas. Y él, por las dudas, se cuida de revelar su verdadero apellido: el que da a esta nota, es el que usa en sus actividades públicas a favor de Palestina.

“Hay una persecución psicológica. Y si se enteran de mi apellido real, podría tener problemas. El judaísmo como religión siempre fue cerrado. Viviendo en guetos. Su lema es: ‘El que no es como nosotros, o piensa como nosotros, queda afuera’”.

Desde octubre del 2023, Klein se sumó a la agrupación Judíos por Palestina. Participó de charlas, movilizaciones e hizo cuanto estuvo al alcance para dar a conocer la historia de su transformación. “Si hay algo bueno que me enseñaron en la escuela, o creí aprender es que el judío, al ser tan perseguido a lo largo de su historia, siempre está del lado de los oprimidos”. Klein vacía su café. “Y eso es lo que hago. El que quiera oír, que oiga. Yo cuento la verdad”.

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