Huyó de Gaza, rehizo su vida en Argentina y sueña con salvar a su familia

Cansado de los abusos del ejército israelí en Gaza, Hasan Alnajjar, informático palestino, se exilió en Buenos Aires. No hablaba español ni conocía a nadie. Ahora, tiene una hija, trabaja en un ministerio y busca rescatar a su familia del enclave.

Hasan Alnajjar huyó de Gaza, rehizo su vida en Argentina y sueña con salvar a su familia.
Others

Hasan Alnajjar huyó de Gaza, rehizo su vida en Argentina y sueña con salvar a su familia.

En el 2012, Hasan Alnajjar, técnico de computación, nacido 39 años atrás en la Franja de Gaza, dejó su país para radicarse, del otro lado del mundo, en Argentina donde acabó formando una nueva familia. Pensaba, como todo el mundo, que siempre habría oportunidad de regresar a casa.

Sin embargo, años más tarde, cuando vio desde el teléfono móvil, cómo su barrio, su edificio, su ciudad en Palestina, se transformaban, en pocas horas, en un rompecabezas de escombros, supo que ya no había vuelta atrás. “Nunca imaginé tanta brutalidad. Tanta muerte. Los bombardeos israelíes, dejaron mi barrio irreconocible. A veces, me llegan videos y tengo que preguntar a mis hermanos si eso de ahí era nuestra casa”.

Hasan llegó a la ciudad de Buenos Aires, en Argentina, escapando como tantos otros de un conflicto que parece no tener fin. Más allá de lo que digan, más que un país, Palestina parece una celda y salir de allí le costó a Hasan 300 dólares en sobornos a la policía fronteriza de Egipto.

La historia de los refugiados no acaba cuando dejan el conflicto a sus espaldas. En 1948, lo supieron bien los 700.000 palestinos desplazados durante la “Nakba”, la “catástrofe”. Dejaron casas, pertenencias y recuerdos, y sólo conservaron a modo de testimonio, las llaves oxidadas de lo que fue su vida. Incluidos los cuatro abuelos de Hasan. Por delante, los refugiados tienen aún el desafío de empezar de cero, a veces, en una patria nueva. Y muchas veces, a solas.

El drama de un refugiado en Latinoamérica

Para Hasan, la vida en la Argentina fue desoladora. No conocía a nadie y la única persona que lo recibió, a poco de llegar, “le cortó el diálogo”. No hablaba una palabra de español. Quiso probar suerte arreglando computadoras, pero los clientes no le entendían el idioma. Lo más duro era no saber si al día siguiente tendría para comer. O si tendría suficiente para evitar quedarse en la calle. Hasan mira al cielo. “Uno, dos, tres, déjame pensar”. Mentalmente calcula todas las pensiones y casas por las que pasó en sus primeros tiempos en la Argentina. ”Fueron diez en total. Aunque tal vez, fueron más”.

Others

Hasan Alnajjar huyó de Gaza, rehizo su vida en Argentina y sueña con salvar a su familia.

No es lo único que le cuesta contar. También debe hacer memoria para recordar los empleos que tuvo en Argentina. Trabajó de jardinero. Pero por más casas donde cortara el césped, siempre el salario era escaso. Fue profesor de árabe, pero le costaba hacerse entender. Fue empleado de seguridad de un local de comidas. Le exigían 12 horas de trabajo, y para llegar y volver necesitaba 3 horas de viaje. Cuando le planteó al dueño que era demasiado tiempo, lo despidió sin pagarle siquiera por los días de asistencia.

A veces, a Hasan le llegaban propuestas impensadas. En tiempos del boom de la telenovela “Las mil y una noches”, lo convocaban de eventos y fiestas para escribir los nombres de los invitados en árabe, a modo de obsequio. Lo llamaron cinco veces. La paga no estaba mal. Lo duro era ver a toda esa gente de fiesta, mientras Hasan aún llevaba la guerra muy adentro.

Si algo resume sus primeros años en la Argentina, al igual que tantos palestinos que atravesaron fronteras huyendo del horror, fue la total indiferencia. “A la mayoría de los argentinos no les importa lo que sucede en Gaza”, se lamenta. “Y a los que les importan, creen en las mentiras que cuentan los medios. Sólo se preocupan cuando hay rehenes argentinos en Gaza. Si mueren palestinos, no los conmueve”.

Others

Hasan con sus hermanos, en Gaza. (Foto cortesía Hasan Alnajjar)

A pesar de las dificultades que le tocó vivir en Buenos Aires, agradece que nunca durmió en la calle y, comparado con su familia que permanece aún en Gaza, puede considerarse un afortunado.

Una nueva familia

En el 2019, las cosas empezaron a mejorar. Consiguió empleo en el Ministerio de Salud de la provincia de Buenos Aires: hoy se ocupa en implementar las historias clínicas en formato digital. Y tras años de amargura, conoció a Sofía, alumna de idioma árabe. Con ella tuvo hace un año, a Aisha, su primera hija. Poco a poco, Hasan le narró el drama de su familia en Palestina y cómo es padecer los bombardeos tan cerca, aún estando tan lejos.

Pero por más que le contara con lujo de detalles las muertes de sus tres primos sepultados por los bombardeos, Sofía no terminaba de caer en cuenta que aquello no era una película. Incluso, una vez salió en los periódicos la historia de una familia que perdió la vida en un ataque con misiles en Gaza. La mujer estaba embarazada. Y en el hospital, tras una cesárea, dieron a luz al hijo: el único sobreviviente. Hasan señaló la noticia a su pareja. “Ves: ella era prima de mi madre”.

Others

Su casa en Gaza fue bombardeada. (Foto cortesía Hasan Alnajjar)

Un día, les tocó ir juntos a la embajada de Palestina, en Buenos Aires. En una sala, proyectaban un video con la cruda realidad de los palestinos. “Creo que allí, terminó de entender”, cuenta Hasan. “Cuando salimos de la embajada, ella no paraba de llorar. Decir las cosas no es lo mismo que verlas con tus propios ojos”.

Una prisión llamada Gaza

Mientras a los argentinos los mantiene en vilo la inflación y el aumento de precios, Hasan tiene en la mente otra escalada de costos: los que deben pagar sus compatriotas para escapar a otro país. “Las fronteras siempre están cerradas. Y la única opción es salir pagando sobornos. Cuando yo me fui, eran 300 dólares. Mi hermana, que vive en España, poco antes de los ataques de octubre, visitó a mi familia y le pidieron 1.500 para poder salir de regreso con sus dos hijos. Ahora, si quieres pasar la frontera, te exigen, si eres menor de 16 años, 2.500 dólares. Si eres mayor, 5.000”.

Hasan tiene a sus padres –papá, médico jubilado y madre ama de casa- y a tres de sus hermanos aún atrapados en Gaza. Dentro de tanta desgracia tuvieron suerte: pudieron desalojar su departamento antes que lo bombardearan. “Era mi casa de la infancia. Todos los recuerdos de mi vida estaban allí. Pero eso no es nada. Son ladrillos. Lo que más duele son las vidas. Tantas vidas perdidas”.

Others

Hoy Hasan sueña con salvar a su familia. (Foto cortesía Hasan Alnajjar)

Hoy su familia vive dividida entre las ciudades de Deir Al Balah, en el centro de la franja, y Rafah, al sur, junto a la frontera con Egipto, hoy nuevo blanco de ataque de la escalada del ejército israelí.

Todos los días, Hasan habla con su familia. Están asustados, por supuesto. Ya no creen ni en las Naciones Unidas ni en los países árabes aliados que van a venir a poner fin a su drama. “Ellos sólo piden a Dios, hermano”, dice Hasan. “Sólo confían que Él los va a salvar”.

El precio para escapar del infierno

Mientras tanto, Hasan lanzó una colecta desesperada en redes sociales para sacar a sus seres queridos, por el paso de la frontera con Egipto. Son, en total, entre cuñados, hermanos y padres: 16 personas. Para que puedan salir de Gaza, él necesita reunir 70.000 dólares. El tiempo corre.

Others

Hasan junto a su esposa y su hija. (Foto cortesía Hasan Alnajjar)

Hoy, Hasan no sueña con recorrer el mundo. Ni hacerse millonario. No sueña con triunfar en la informática ni con tener su propia empresa. El sueño de Hasan es simple: mantener su trabajo, cuidar de su esposa y ver crecer en paz a su hija. Y que su familia, en Palestina, del otro lado del mundo, viva con los problemas y desafíos de cualquier ser humano de este planeta. Pero que viva.

Route 6