Es mapuche chilena, tiene 18 años y se convirtió en estrella global de rap
Mc Millaray da giras por Europa y América, y ha cantado con artistas reconocidos. También fue portada de The New York Times. A eso se le suma su labor como portavoz de una red de niños mapuches.

A sus 18 años, Millaray ha visibilizado reclamos ancestrales y el rugido de los mapuches que se enciende en cada una de sus letras. Foto: Tomás Muñoz.
Todo el mundo, con un poco de práctica, puede aprender a rapear. Pero pocos, en verdad, tendrán algo para decir. Y aún menos tendrán un mensaje urgente en la punta de la lengua que se remonta a miles y miles de años de generaciones, historias, y opresión.
Mc Millaray es un caso único: tiene 18 años, se sube a rapear en escenarios desde los cinco, es mapuche y su voz, a pesar de la corta edad, suena inmemorial y rasga un mensaje de las entrañas de la tierra.
La reputación de Millaray es global: le hicieron artículos en el periódico The New York Times –el cual la catalogó como una de las grandes artistas juveniles– y la cadena Al Jazeera le dedicó un programa. Dio giras que la llevaron por Inglaterra, Suecia, Dinamarca, España y Estados Unidos.
A sus 18 años, Millaray ha visibilizado reclamos ancestrales y el rugido de los mapuches que se enciende en cada una de sus letras.
Se la ve feliz. Edita un nuevo disco con 10 canciones cargadas de dinamita poética, músicos invitados, arreglos andinos y el rap de metralla de Millaray que repiquetea fuego a lo largo del álbum. Ha participado en congresos en Barcelona, dio shows en Nueva York.
La invitan a narrar su historia en mesas redondas y conferencias internacionales junto a referentes de la tribu Dakota, y de indígenas del mundo entero. La ven como una esperanza de que la voz de los pueblos originarios siempre encontrará formas de hacerse oír.
Familia de raperos
No hubo dudas ni desvíos en la historia de Millaray. Ni siquiera de sus padres. Papá trabajaba de constructor y los fines de semana era rapero. Mamá también rapeaba y se dedicaba a la percusión. Se conocieron, como debía ser, en un show de música. Juntos comenzaron a fabricar instrumentos de percusión. Y entre ese amor, esos ritmos, y los raps de su padre, vino al mundo, en el norte de Chile, Millaray Jara Collío.

Tan juvenil y adelantada era Millaray que, a los 7 años, ya lanzaba su primer EP vía Youtube. Y hasta lo presentó en un show. “Siempre tuve una identidad y una presencia fuerte en el escenario. Siendo mapuche trabajamos la fuerza interior, siembre irradiamos una energía especial”. Foto: Jaime Valenzuela
Su primera subida al escenario se la ganó, literal, a fuerza de lágrimas. Tenía cinco años. Su padre se presentaba en un festival de hip hop en Santiago de Chile. Millaray lo acompañaba en los ensayos. Y se sabía, al pie de la letra, todas sus canciones. Tanto que estaba convencida de que ella también subiría a rapear. Cuando le anunciaron que se quedaría a un lado del escenario pues el artista era su padre, Millaray lloró. Claro, no lloró con el llanto de cualquier niña, lloró como lo haría una futura rapera mapuche: fuerte y atronadoramente.
“Me parecía totalmente injusto”, recuerda Millaray. “Yo estaba en las primeras filas y lloré tanto, pero tanto que mi padre tuvo que parar el concierto y me hicieron subir al escenario”.
“No puedo dejar a mi hija llorando así”, dijo el padre. “No le quiero cortar las alas”. “A mi papá le faltaba terminar un rapeo, me pasó el micrófono y yo completé la canción. Al final, rapeamos los dos juntos”, continúa. “Fue hermoso e inolvidable”.
Regreso al territorio
Tan juvenil y adelantada era Millaray que, a los 7 años, ya lanzaba su primer EP vía Youtube. Y hasta lo presentó en un show. “Siempre tuve una identidad y una presencia fuerte en el escenario. Siendo mapuche trabajamos la fuerza interior, siembre irradiamos una energía especial”.
Ella y sus padres viven en Santiago de Chile. Sus abuelos migraron desde la comunidad mapuche en el sur de Chile. Los motivos: el hambre, la presión social y la pobreza. Millaray no cortó lazos con “el territorio”, tal como llama al emplazamiento mapuche de donde viene su familia. Cada vez que puede viajar, visita a la familia que se quedó allí.
“Mi bisabuela Carmela vive aún en el territorio. Es una de las mujeres más ancianas de la comunidad. Tiene 98 años y nació en el campo. Ella me ha enseñado a valorar y enorgullecerme de nuestras raíces mapuches”.
Vocera del dolor mapuche
A los 13 años, Millaray ya era la voz de su generación. Es activista ambiental y la eligieron como portavoz de la Red de la Infancia Mapuche, un espacio de contención para los menores en estado de vulnerabilidad social. Allí Millaray conoció el lado más doloroso de crecer siendo mapuche.
“Me tocaba ver a muchos niños que habían sufrido violencia social y discriminación”, recuerda Millaray. “Y me asombraba cómo ellos transformaban este dolor en lucha. Sentía la necesidad de decir aquello que quizás ellos no tenían la fuerza o el poder o los medios para decirlo. Así comencé a decir todo lo que vivían los hermanos a través del rap”.
Millaray no canta para agradar. Ni para servir de música de fondo en los aeropuertos. Canta para irrumpir, para derribar murallas, para poner sobre la mesa las heridas de un pueblo desplazado, oprimido y que, aún así, no pierde la esperanza.
“Desde pequeña quise decir algo con mis letras. Y me comprometí a reflejar mi identidad a través de la música. Con mi música me hago valer. Esto es lo que soy, lo que represento. Nunca me gustó hacer música sin un contenido. Lo mío no es música para entretener a nadie. Esto es un sentimiento”.

La historia artística de Millaray recién empieza. Es difícil decir hasta dónde llegará su bandera. Ella, por lo pronto, sólo tiene un deseo indeleble: “Sólo pido una cosa: que no me consuma jamás el silencio”. Foto: Gabriel Hernández
La resistencia del rap
¿Por qué, pueden preguntarse, Millaray no elige ser una estrella pop como Taylor Swift, o se inclina por ser concertista de piano, o de violín? En otras palabras, ¿por qué Millaray es, fue y será rapera toda su vida, como es, fue y será mapuche toda su vida?
“El rap es una revolución afroamericana popular. Es resistencia que trasciende de generación en generación. Así fue en mi familia. Es una raíz muy extensa y somos los nuevos brotes. Esto muere cuando no hay algo que transmitir”.
De rapear con papá a cantar en Nueva York
De sus primeras canciones subidas a Youtube pasó, con los años, a presentarse en escenarios de su país. Y luego la invitaron a giras por Europa y Norteamérica. Llegó a cantar en el Times Square de Nueva York, y fue convocada por la popular cantante Ana Tijoux para grabar a dos voces la canción “Rebelión de octubre”, un homenaje al levantamiento popular en Chile de 2019.
Todos querían escuchar en vivo la voz y el rugir de esa joven mapuche que era una cascada de poesía indígena ancestral. La convocaban a festivales, a conferencias de pueblos originarios, y periódicos hasta de India se preguntaban cómo, con tan poco vivido, Millaray componía letras como si tuviera la edad y sabiduría de su bisabuela Carmela.
El legado de la bisabuela
Para homenajear a su pueblo, canta también en mapuche. Desde Santiago, donde vive, tiene 9 horas de viaje en auto para visitar a su bisabuela en el territorio. El periplo es agotador, pero escuchar a Carmela, ese monumento vivo de 98 años, a quien le dedica su nuevo disco, vale todo el esfuerzo.
“Ella siempre me enseñó a convertir los dolores en lucha. Y a recuperar nuestra lengua mapuche, y llevar con orgullo nuestras ropas”, cuenta Millaray. “Mi abuelita está feliz con lo que hago”.
La historia artística de Millaray recién empieza. Es difícil decir hasta dónde llegará su bandera. Ella, por lo pronto, sólo tiene un deseo indeleble: “Sólo pido una cosa: que no me consuma jamás el silencio”.