La Mata Atlántica, un ecosistema de Brasil amenazado por el colonialismo
Una argentina de 25 años planea recorrer el sendero en noviembre, mientras los expertos locales destacan una historia de colonialismo y del intento por reforestar la zona.
La argentina Julieta Santamaría emprendió en febrero un viaje de casi 4.500 km para explorar lo que queda de la Mata Atlántica de Brasil, hogar de una variedad de ecorregiones que incluyen diferentes bosques, pastizales, sabanas y matorrales.
Durante su odisea, la joven de 25 años no solo se acercó a la naturaleza, sino también a la oscura historia de América Latina.
La Mata Atlántica, que se extiende a lo largo de gran parte de la costa brasileña, así como de áreas de Paraguay y de Argentina, fue el bioma más amenazado durante el colonialismo europeo en América del Sur.
El bioma, que desempeña un papel fundamental en la mitigación del cambio climático, evolucionó antes y de forma aislada del Amazonas, mientras que sus ecosistemas únicos contienen una alta concentración de especies que no se encuentran en ningún otro lugar del planeta, según el Fondo Mundial para la Naturaleza.
Sin embargo, tras siglos de extracción de madera y deforestación para plantaciones o asentamientos, sólo queda alrededor del 24% de la cobertura original, mientras que sólo alrededor del 12% está bien conservado, denuncia la ONG SOS Mata Atlântica.
La Mata Atlántica es un semillero de biodiversidad. (Foto cortesía Julieta Santamaría)
La organización estima que alrededor del 72% de la población actual en Brasil vive en ciudades que alguna vez fueron áreas boscosas.
"La mayoría de la gente desconoce la importancia de este bosque, y ni siquiera yo lo sabía antes de comenzar el sendero", dice Santamaría, quien espera completar su hazaña de caminata en noviembre.
La estudiante de logística y trabajadora en una tienda de comestibles decidió dejarlo todo para viajar por la costa brasileña, instalándose eventualmente en Ilhabela, en el estado de São Paulo.
Durante su viaje, desarrolló una pasión por el senderismo. "En Argentina, sólo disfruté del senderismo una vez, en la Patagonia. Fue una caminata corta, con unos 400 metros de altitud y nieve, muy diferente a la de Brasil", dice.
Cuando una amiga le mencionó el sendero de la Mata Atlántica, ella sintió una fuerte necesidad de emprender el viaje. "Era algo que nunca antes había experimentado", recuerda.
Durante los siguientes tres meses, se dedicó a prepararse físicamente, mentalmente y económicamente.
Partió el 15 de febrero, poco después del Carnaval brasilieño, llevando lo esencial: un saco de dormir, cuatro camisas, tres shorts y unos pantalones.
"Fue difícil decidir qué traer; estamos acostumbrados al capitalismo y a tener muchas posesiones", dice.
Aunque llevaba poco equipaje, su mochila pesaba unos 15 kg. "La gente dice que estoy loca por cargar tanto peso", afirma.
Santamaría inició su caminata en el Parque Estadual do Desengano, en Santa María Madalena, una pequeña localidad del estado de Río de Janeiro, a 262 kilómetros de la capital.
La joven de 25 años emprendió un viaje de 4.500 km para recorrer la Mata Atlántica. (Foto cortesía Julieta Santamaría)
A pesar de su preparación, las condiciones climáticas, incluidas las fuertes lluvias, plantearon un desafío inicial pero resultó ser un golpe de suerte.
"Me fui en auto con un grupo que conocía a Chico Schnoor, el coordinador del sendero, y lo conocí una semana después. Me brindaron apoyo logístico, lo cual fue inesperado porque había previsto hacer todo sola. Aprendí la importancia de estar abierta para recibir y buscar ayuda", dice.
Chico Schnoor, geógrafo especializado en educación ambiental, es voluntario del sendero desde 2014 y su coordinador desde el año 2020.
"Es imposible entender el desarrollo económico de Brasil sin comprender primero la importancia de la Mata Atlántica", afirma.
‘Invasores’
Para Schnoor, la destrucción del bosque representa no sólo devastación ambiental sino también una pérdida cultural, considerando el genocidio de pueblos y especies indígenas.
"Los invasores portugueses inicialmente recolectaban madera para barcos, carbón o casas. Luego talaron la tierra para cultivar especies exóticas como la caña de azúcar y el café", cuenta a TRT Español. "Consideraban a los pueblos indígenas como primitivos y menosprecian su conocimiento de la rica biodiversidad del bosque".
Según Schnoor, la Mata Atlántica es un semillero de biodiversidad y uno de los biomas más fáciles de restaurar.
Esto hace que el geógrafo de 40 años considere el sendero como algo más que una simple caminata: es un proyecto de reforestación.
El equipo cree que con una inversión suficiente se puede restaurar la Mata Atlántica a su estado original. Este ha sido el objetivo principal del sendero.
"Nuestro objetivo es demostrar que podemos restaurar la Mata Atlántica promoviendo al mismo tiempo el turismo y la agroecología", afirma.
Durante los 500 kilómetros que Santamaría recorrió en el estado de Río de Janeiro, fue testigo de signos de progreso y destrucción.
“He visto muchas zonas devastadas, donde el calor es insoportable. Pero cuando estoy entre los árboles, puedo sentir el cambio en el aire y el senderismo se vuelve calmante", asegura.
También encontró personas que se están beneficiando de un cambio de mentalidad, abrazando un cambio para salvaguardar el bosque en vez de destruirlo.
"Conocí a una mujer que compró un terreno y enfrentó dificultades con los animales que entraban a su casa en busca de comida. Consultó a un biólogo para determinar qué faltaba en su área para evitar esto. Luego plantó más árboles y los animales dejaron de entrar a su casa. También notó un incremento en la actividad de las aves, lo que ayudó a una mayor restauración del bosque", dice Santamaría.
Sin embargo, cree que muchas personas no son cuidadosas con el respeto a la naturaleza en el sendero.
"He visto muchas zonas devastadas, donde el calor es insoportable", asegura Julieta. (Foto cortesía Julieta Santamaría)
“Anoche subí al Pico do Frade [una montaña de unos 1.500 metros de altitud en Angra dos Reis, Río de Janeiro] y cuando instalé mi carpa, se acercó una rata en busca de comida. La única razón por la que hizo eso, es porque la gente deja mucha basura. No entiendo por qué no pueden simplemente sacar la basura cuando se van”, dice.
Uno de los principales problemas al dejar objetos como botellas de plástico o vidrio es el riesgo de incendio.
"Siento que, al final, nadie ha aprendido realmente nada sobre el pasado", dice.
Sin embargo, en general considera que la vivencia es positiva. "Estoy aprendiendo a confiar en otras personas", dice.
Llevando sólo su teléfono y contando con la suerte de tener señal de internet dondequiera que vaya, dice que tiene que creer y lanzarse a la aventura.
“Todo el mundo me habla de lo peligroso que es ser una mujer viajando sola. Pero no puedo desconfiar de todos”, añade.
Santamaría espera terminar el recorrido en Río de Janeiro, antes de ir a São Paulo, luego a Paraná, Santa Catarina y Rio Grande do Sul y se mantiene optimista sobre la salvaguardia de la Mata Atlántica.
“Espero que al llamar la atención sobre el sendero, que la gente tome conciencia de lo que tenemos. Creo que nos estamos volviendo más conscientes, pero todavía necesitamos mucho tiempo para un cambio real. Aunque nunca pierdo la esperanza”.