Las huellas del clima en la migración y salud en América Latina

El cambio climático tiene consecuencias en aspectos muy diversos de la vida humana, y los fenómenos en los que se manifiesta inciden directamente en ámbitos como la salud o las migraciones.

El impacto de los eventos extremos repentinos, como los huracanes, se asocia con el movimiento masivo de personas, cuando las sequías continuas pueden influir mucho más en la movilidad humana permanente, como ha sucedido en Bolivia y México.  Foto: Reuters
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El impacto de los eventos extremos repentinos, como los huracanes, se asocia con el movimiento masivo de personas, cuando las sequías continuas pueden influir mucho más en la movilidad humana permanente, como ha sucedido en Bolivia y México. Foto: Reuters

La migración provocada por el cambio climático trae a la mente imágenes desesperadas de miles de personas caminando a través de fronteras a lo largo de América Latina. Pero la mayoría de los desplazamientos por los efectos de un clima cambiante ocurre internamente en los países.

El impacto de los eventos extremos repentinos como los huracanes se asocia con el movimiento masivo de personas, cuando las sequías continuas pueden influir mucho más en la movilidad humana permanente, como ha sucedido en Bolivia y México.

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Factores atmosféricos como el calor extremo y la falta de agua afectan la agricultura, fuente de ingreso económico tanto de pequeños agricultores como de industrias que producen empleo. Foto: Getty Images

Estas distinciones son importantes para entender las causas y consecuencias más próximas de los cambios en patrones climáticos, el incremento de temperaturas y las variaciones en la precipitación.

Factores atmosféricos como el calor extremo y la falta de agua afectan la agricultura, fuente de ingreso económico tanto de pequeños agricultores como de industrias que producen empleo, y fuente de nutrición de 10 millones de familias dedicadas a la agricultura de subsistencia en América Latina.

Por un lado, las poblaciones campesinas ya no pueden predecir las fechas de siembra y cosecha como antes; por otro, las predicciones meteorológicas no pueden impedir la pérdida de zonas cultivables sino sólo alertar sobre la necesidad de tomar medidas de adaptación que no siempre son posibles.

Junto con la ganadería, la pesca y la silvicultura, el sector rural aporta entre 2% y 20% al producto interno bruto de los diferentes países de la región. Las zonas rurales se caracterizan por tener entre los más altos índices de pobreza; la incertidumbre climática agrava y continuará acentuando la vulnerabilidad de sus poblaciones.

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Complejas conexiones

Esto tiene como efecto que las comunidades rurales continúen migrando hacia las ciudades medianas y grandes, donde se enfrentan a vivir en condiciones precarias, sin servicios básicos y con mayor riesgo tanto frente a desastres como ante la violencia.

El cambio climático acentúa la intensidad de las lluvias provocadas por eventos periódicos como el fenómeno de El Niño, que influye tanto en el desplazamiento de personas como en la proliferación de enfermedades transmitidas por vectores y por el agua.

En los primeros meses de 2024, la crecida de ríos, deslizamientos de tierra e inundaciones como efecto de El Niño mantuvieron a Bolivia, Perú, Ecuador y Brasil en estado de alerta.

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En la interconexión entre clima, migración y salud es donde podemos ver cómo las necesidades se vuelven más grandes y menos satisfechas. Foto: Getty Images

En estas condiciones, la provisión de servicios y medicamentos, que ya sobrellevaba limitaciones cotidianas, se detiene por completo porque ni los pacientes ni el personal de salud pueden trasladarse y los centros de salud están inhabilitados.

Como resultado, se agravan las condiciones de salud preexistentes mientras se crean nuevas; quienes no se movilizan inmediatamente por la emergencia, eventualmente encuentran a la salud como una importante motivación para abandonar su lugar de origen.

La relación entre el clima y la migración y entre el clima y la salud, por separado, es cada vez mejor comprendida por los investigadores, las organizaciones internacionales y los gobiernos en los últimos años.

Las conexiones, más complejas, entre los tres elementos −clima, migración y salud− son más difíciles de entender porque las causas y efectos no son lineales ni se limitan a áreas claramente definidas del conocimiento. Una forma de entender estas relaciones es fijarse menos en las condiciones de salud y más en los impactos en el curso de la vida de una persona.

El crecimiento de un feto, un bebé o un niño exige las mejores condiciones posibles de vida. Desde el vientre materno, el feto experimenta todo lo que aqueja a su madre.

La destrucción de hábitats humanos, la inseguridad alimentaria e hídrica, los desastres afectan el desarrollo humano desde antes de nacer mientras empujan a individuos y familias enteras a cambiar de lugar de residencia dentro y fuera de las fronteras de su país.

Los peligros de las rutas migratorias

En la ruta migratoria, estas circunstancias comúnmente se intensifican, como se ha podido ver en el tapón de Darién entre Colombia y Panamá, donde solo el año pasado medio millón de migrantes emprendieron su trayecto por esa vía. Un quinto de ellos eran niños.

Se trata de una de las rutas migratorias más peligrosas del mundo. Quienes sobreviven el trayecto habrán soportado la muerte de parientes y compañeros de viaje, abuso sexual y otros tipos de violencia, hambre y sed, agotamiento físico y mental.

Adicionalmente, los niños que ya habían abandonado la escuela porque esta fue destruida o afectada por un evento climático habrán perdido aún más tiempo de escolaridad entre el viaje y su llegada a un nuevo destino, incierto.

Las secuelas en términos de logros educativos son fundamentalmente irreversibles y esto tiene consecuencias el resto de la vida. Una educación precaria conlleva un empleo precario, y las limitaciones en ingreso económico cierran el círculo con los problemas de salud mental y físico que trae la incertidumbre.

Distintas necesidades de salud surgen o se exacerban con los efectos del cambio climático, junto con la movilidad humana dentro de los países y a través de las fronteras.

Estas van desde la provisión de servicios de salud en el lugar más cercano posible al lugar de residencia, y la protección de las fuentes de agua y alimentos, hasta los mecanismos de protección social más amplios para las poblaciones vulnerables y la atención de emergencias en fronteras y zonas de tránsito.

La salud es una prioridad

Aunque los sectores de agricultura, infraestructura y saneamiento tienen una importante responsabilidad, en la punta del ovillo estará siempre el sector de la salud. Con un manejo de datos adecuado, son las carteras de salud, junto con las comunidades afectadas, quienes pueden identificar y priorizar dónde y cómo invertir primero para responder a los desafíos en clima, migración y salud.

Por lo tanto, es fundamental que los gobiernos den la importancia que se merece al sector de la salud con financiamientos correspondientes a las demandas de las poblaciones anfitrionas y migrantes, junto con inversión en los demás sectores priorizando la salud pública.

En la interconexión entre clima, migración y salud es donde podemos ver cómo las necesidades se vuelven más grandes y menos satisfechas. Países como Chile y Ecuador han demostrado que es imprescindible dar cobertura de salud, aunque sea básica, a migrantes en situación irregular y lo que se necesita es mejorarla y ampliarla.

Además, los gobiernos necesitan invertir en prevención de riesgos de eventos climáticos nuevos o repetitivos. Para ello, los fondos para mecanismos y proyectos de adaptación de organismos como Adaptation Fund -organización internacional que financia proyectos para ayudar a países en desarrollo a adaptarse a los efectos del cambio climático- podrían ser valiosos si los países aprenden a aprovecharlos.

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