El argentino de 68 años que transforma basura en combustible y electricidad

Edmundo Ramos diseñó un equipo que permite generar combustible con residuos, y otro que genera electricidad suficiente para una casa. Ya replicaron sus inventos en Estados Unidos, México y Birmania.

A Edmundo Ramos, ingeniero electromecánico de 68 años, se le ocurrió la idea de emplear la basura como nafta, en el 2008. Se había retirado de su trabajo y pensó en ocupar su tiempo libre en algo mejor que comer y ver fútbol. Foto: Abdul Wakil Cicco
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A Edmundo Ramos, ingeniero electromecánico de 68 años, se le ocurrió la idea de emplear la basura como nafta, en el 2008. Se había retirado de su trabajo y pensó en ocupar su tiempo libre en algo mejor que comer y ver fútbol. Foto: Abdul Wakil Cicco

¿Qué puede hacer la humanidad con las 2.010 toneladas de basura que produce al año –el equivalente a 822.000 piscinas olímpicas-? ¿Qué hacer con un planeta que se transforma con cada día que pasa en un gran cesto de desperdicios, con islas de residuos, océanos llenos de plásticos, animales que mueren ahogados y envenenados en nuestra basura, e incluso nuestro torrente sanguíneo atravesado por micloplásticos generados de nuestros propios desperdicios?

A decir verdad, nadie tiene la respuesta. Mientras tanto, la basura crece día a día: sin ir más lejos, la basura tecnológica llega a 50 millones de toneladas anuales, de la cual sólo el 17% se recicla. Y hay potencias que pagan a otras naciones más desfavorecidas para aceptar sus desperdicios. De ese modo, ya hay países enteros que obtienen ingresos como simples contenedores de basura ajena.

Sin embargo, en Argentina, en una ciudad llamada Alta Gracia, en Córdoba, existe un hombre de 68 años que jura que inventó un modo de reutilizar la basura. No es reciclaje. No es convertir la basura en otro nuevo producto. Su propósito es uno mucho más profundo: convertir la basura en combustible. Y de ese modo, promete él, encuentra solución a un doble problema: la sobrecarga de residuos, y la falta de combustibles fósiles.

Edmundo Ramos, ingeniero electromecánico, no es un empresario de alto nivel. Ni tiene un equipo multitudinario de gente a cargo. Es, como muchos inventores, un hombre de perfil bajo, solitario, que a los ojos de mucha gente parece, como mínimo, extravagante. Sin embargo, si llega a buenas manos su invento puede ocupar una pieza central en el modo que tenemos de lidiar con la basura y de conseguir fuentes de energías renovables.

La idea de Edmundo Ramos

A Ramos se le ocurrió la idea de emplear la basura como nafta, en el 2008. Se había retirado de su trabajo como ingeniero –trabajó en México y Estados Unidos– y pensó en ocupar su tiempo libre en algo mejor que comer y ver fútbol.

“Tenía dos opciones”, recuerda él, “o me dedicaba como Homero Simpson a tomar cerveza y ver televisión todo el día, o usaba todos mis conocimientos, mis estudios y lo que sé de electromecánica para dejar un legado a la humanidad”. Pero ¿qué podía aportar él con lo que sabía al planeta? “Me puse a pensar: hay billones de autos en el mundo. El petróleo no va a durar más de 50 años. Y si se acaba, entre otras cosas no habrá máquinas que cosechen. Por lo tanto vendrá una terrible hambruna. Eso me horrizó”.

Ramos le dio más vueltas a la idea. Y pensó en opciones de energías alternativas. “Dije: tengo que encontrar una energía que no se acabe nunca. Y ahí descubrí: la basura. Si hay algo que el ser humano siempre producirá es basura. En ese momento busqué en internet autos a basura, no había nada. Tenía que empezar de cero”.

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Edmundo Ramos recorrió 5.000 km por la ruta 40 para poner a prueba su gasificador que transforma la basura en combustible. Foto: Abdul Wakil Cicco

No fue, como todo gran invento, una tarea fácil. Ni tampoco salió al primer intento. De hecho, por poco, casi se da por vencido. Pero Ramos, que es creyente, dice que una voz le dio fuerzas para seguir. Y siguió. Y así logró tras 10 años de ensayo y error algo que, según él, es el primer transformador eficaz que genera combustible a partir de los residuos.

“Tuve que inventar fórmulas. Hay cálculos que me llevaban un mes. Hay cálculos químicos, físicos, mecánicos”, recuerda Ramos. “Mi gasificador permite emplear residuos secos. Y con 15 kilos de basura permite recorrer 100 km, a 80 km por hora”.

Antes de lanzarlo al mundo, lo probó él mismo en el 2021: recorrió 5.000 km por la ruta 40, es decir unió de punta a punta la Argentina. “Usé un remolque con un gasificador que me dio una autonomía de 520 km. Fui el primero en la historia en hacerlo con un auto que no usa gasolina”, se enorgullece. “Además, no sólo eso: mi auto genera un 20% de oxígeno”.

Compartiendo su invento

Ramos ya está de vuelta de la vida. No quiere hacerse millonario. Ni salir a viajar por el mundo. Lo que se propone es un bien mayor: lograr que, verdaderamente, el planeta encuentre una alternativa tanto para generar energía limpia como una alternativa para reducir los residuos. Como parte de su legado, se propuso compartir los planos de su invento en sus redes sociales y su canal de YouTube.

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Ramos también creó su primer generador eléctrico a base de residuos. Lo llama “gasura”. Le llevó dos semanas nada más. Foto: Abdul Wakil Cicco

La respuesta no tardó en llegar: videos viralizados con millones de visualizaciones. Por eso entonces, tres empresarios de tres países diferentes se acercaron para proponerle hacer serializados sus gasificadores en serie. Pero Ramos estaba ya con otros planes.

A pedido de un amigo que iba a vivir en un lugar remoto sin electricidad, a inicio de este año, Ramos creó su primer generador eléctrico a base de residuos. Lo llama “gasura”. Le llevó dos semanas nada más. “Es que el auto es mucho más difícil que sólo generar energía”. Su invento, dice, permite generar con dos kilos y medio de residuos orgánicos energía suficiente para abastercer las necesidades de una hora de una casa mediana o dos casas pequeñas. Es decir, heladera, lavarropas, luces, televisión.

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Ramos ya tiene seguidores en varios países que han reproducido sus inventos como Suecia, África, Bolivia, Paraguay y Estados Unidos. Foto: Abdul Wakil Cicco

Ya Ramos es un ecoinfluencer y tiene seguidores en todo el mundo que reprodujeron su invento en Suecia, África, Bolivia, Paraguay y Estados Unidos. “El caso más llamativo fue un hombre de Birmania”, recuerda Ramos. “Vive en un pueblo en la selva. Y replicó mi invento pero a gran escala y con ello da electricidad a toda su comunidad”. El hombre le confesó: “Usted es mi maestro”.

¿Qué viene ahora?

Ahora bien, ¿qué hace falta para que, finalmente, el mundo entero adopte el generador de combustible a base de residuos y que los autos del planeta consuman los propios desechos que producen sus conductores? “Me critican que, por ahora, el gasificador del auto es un poco grande. Es cierto. Pero yo les digo: la primera computadora ocupaba una habitación entera. Y fíjense ahora: el móvil tiene más capacidad y te entra en el bolsillo”.

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Ramos sueña con que el día de mañana la gente dejará de considerar su basura como una molestia y empezará a reconocerla como una fuente de energía. Abdul Wakil Cicco

Para mostrar que su invento progresa año a año, está por lanzar la moto a residuos. “Ya tengo todo listo”, dice Ramos. “Entra el gasificador y hasta hay lugar para que se siente un acompañante”.

Ramos sueña con que el día de mañana la gente dejará de considerar su basura como una molestia y empezará a reconocerla como una fuente de energía. Escribió manuales de uso –inclusive de calefacción y cocina a basura–, y grabó tutoriales para facilitar la fabricación doméstica.

Y ya se prepara para un nuevo desafío. Lo llama “plastigas”. La reutilización de plástico en combustible.

“Va a ser mi obra maestra”, se entusiasma. “Ya le dediqué un año. Pero me falta más. No es sencillo convertir el plástico en combustible. En realidad, el plástico es petróleo sólido. Pero es muy sucio y pegajoso. Logré el plastigas pero tiene mucho alquitrán y se pegotea al motor. Ese es mi desafío”.

Ramos aspira que, Dios mediante, con la experiencia que obtuvo de la “gasura” en unos años pueda lograrlo. Este mundo precisa de más de soñadores como él. De lo contrario, este planeta parecerá cada vez más a nuestra peor pesadilla. “Lo mío es un servicio para la humanidad. Quiero irme de este mundo sabiendo que hice todo lo posible por convertirlo en un mundo mejor”.

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