El guardián de los delfines: la misión de Leonardo Flach en Río de Janeiro
Leonardo Flach, cofundador del Instituto Boto Cinza, tiene una misión muy especial: salvar delfines en peligro de extinción en Río. Así une la ciencia, la comunidad y la esperanza hacia el futuro.
Alto, de ojos azules y con una pasión por la vida marina tan fuerte como las olas que vienen del Atlántico, Leonardo Flach llega justo cuando el sol asoma sobre la bahía de Sepetiba. "Es importante salir temprano para poder encontrar a estos delfines locales”, le explica a TRT Español, mientras sus ojos escanean el horizonte. “Son tímidos y un poco esquivos", detalla Flach, coordinador científico del Instituto Boto Cinza.
La devoción de Flach por los delfines es de larga data. Criado lejos del mar, en la ciudad interior de Belo Horizonte, su fascinación por el océano nació durante las vacaciones familiares anuales en la costa de Río de Janeiro. Ahora recuerda cómo solía ir a la playa donde los barcos de pesca traían tiburones, rayas y peces, y a veces tenía la suerte de ver delfines cerca de la orilla, algo que siempre lo llenaba de alegría.
Aficionado a los documentales del oceanógrafo Jacques Cousteau y con una curiosidad innata por los animales, Flach siempre amó el mar. "Siempre tuve contacto con el océano, y aunque solo íbamos a la playa una vez al año, nos maravillaba", comparte. Y justamente esta fascinación lo acompañaría en su adultez.
Mientras TRT Español lo acompaña camino al puerto a sacar su barco, Flach reflexiona sobre el principio de su camino en 1996. La casa junto al mar que su familia tenía en la bahía de Sepetiba y el acceso al bote de su padre marcaron los primeros peldaños de sus estudios marinos.
"Cuando estás bajo el agua, te olvidas de todo", dice. "Solo escuchas el ruido de los peces a tu alrededor. Y creo que esa fue la conexión que tuve para estudiar el medio marino y entender los animales que viven allí", relata.
Su objetivo se hizo claro: estudiar y preservar los ecosistemas marinos. Obtuvo un título en Ciencias Naturales, una maestría en Zoología y un doctorado en Ecología. "Hoy, somos más conscientes de cómo el mar impacta en el clima, los alimentos y hasta en el oxígeno", añade Flach. Para él, como para muchos expertos, el mundo submarino guarda la clave de múltiples problemas ambientales.
En defensa del delfín de Guayana, en peligro de extinción
El delfín de Guayana, también llamado delfín costero y conocido en Brasil como "Boto Cinza", es una especie única y tímida que se encuentra en los estuarios y bahías de Brasil. A pesar de que sus poblaciones solían ser abundantes, las cifras de ejemplares han caído drásticamente en los últimos 50 años, debido a una serie de amenazas.
En la década de 1980, la bahía de Guanabara albergaba aproximadamente 400 delfines costeros. Hoy, ese número ha caído a menos de 30. En las bahías de Sepetiba e Ilha Grande la reducción es similar.
Aunque Flach ya sabía que la bahía de Sepetiba es el hogar de una de las poblaciones más grandes de delfines grises del mundo, también era consciente de los diversos impactos humanos en la región y de las crecientes amenazas que sufren estos animales. Esta fue parte de su motivación para trabajar en la investigación y conservación de delfines en la zona.
Pero, solo hasta 2009, el amor de Flach por el océano se concretó en la creación del Instituto Boto Cinza. "El instituto es muy especial para mí porque surgió cuando conocí a mi esposa, Elaine Ferreira", completó.
Flach relata cómo una simple conversación con ella encendió su camino compartido. "Veo cientos de delfines al día", le dijo él. A lo que ella respondió: "¡Tienes que estar bromeando! En mis 33 años, no he podido ver uno solo". Su diálogo no solo condujo a la fundación del instituto, sino también a un matrimonio, hijos y a un compromiso compartido para proteger a los delfines costeros de la bahía de Sepetiba.
Con la experiencia de Ferreira en la gestión de organizaciones no gubernamentales y la experiencia científica de Flach, juntos se dieron cuenta de que la investigación sola no sería suficiente para salvar a estos importantes cetáceos. "Sabía que solo hacer investigación no conservaría la especie", explica Flach. Necesitaban involucrar a las comunidades locales.
Delfines de Guayana nadando. Foto: Cortesía del Instituto Boto Cinza
Inicialmente, el enfoque principal fue el estudio del delfín de Guayana, pero con el tiempo ampliaron su investigación para incluir a otras especies de delfines y ballenas. La investigación de los delfines costeros ha continuado durante más de 25 años, y ahora abarca todo el ecosistema y a las personas que dependen de él.
"Si los pescadores no participan, los delfines seguirán muriendo por captura accidental", explica Flach, al describir una de las mayores amenazas para esta especie.
A través de educación y participación comunitaria, ha trabajado para mostrar a los pescadores la importancia ecológica de los delfines. Con el tiempo, Flach y su equipo han logrado avances. Los pescadores, inicialmente contrarios a la iniciativa, pronto comprendieron que la supervivencia de los delfines significaba mejores oportunidades de pesca a largo plazo. "La mentalidad también ha cambiado con los hijos de los pescadores, algo que se refleja en la cultura a lo largo de los años", añade.
La pesca industrial fue otro gran desafío. Las operaciones pesqueras a gran escala, algunas que provienen de lugares tan lejanos como Japón, agotaron gravemente las poblaciones de peces, amenazando tanto a delfines como a pescadores locales.
El equipo de Flach luchó contra esta actividad, recopilando pruebas y abogando por regulaciones más estrictas. Todo el proceso tomó alrededor de 15 años, con quejas y denuncias, hasta que las fiscalías tuvo el valor de exigir que los organismos de inspección cumplieran con la ley vigente durante dos décadas.
Cuando el juez vio la magnitud de las embarcaciones ilegales en la bahía de Sepetiba, gracias a imágenes de rastreo del Instituto Boto Cinza, aumentó las multas de 35.000 dólares a 175.000 dólares. Y esto llevó a la desaparición gradual de las grandes embarcaciones pesqueras ilegales.
"Logramos que un fiscal federal se comprometiera con la causa", dice Flach. Esta victoria condujo al establecimiento de un Área Marina Protegida (APA) en la bahía de Sepetiba. Esta decisión histórica protegió a los delfines y reguló actividades dañinas como el dragado y el desarrollo industrial. Este triunfo también dio a los vecinos voz e influencia en el futuro de su bahía.
Grandes barcos industriales en la bahía de Sepetiba. Foto: Kashfi Halford
La contaminación, una amenaza silenciosa
La contaminación es otro desafío persistente. Los contaminantes de fuentes industriales, domésticas y agrícolas se infiltran en la bahía a través de los ríos, alterando los sistemas hormonales de los delfines y generando una reducción de su fertilidad. "Los contaminantes se acumulan en la grasa y se transmiten a sus crías a través de la placenta y la leche materna", explica Flach.
Los delfines recién nacidos, que vienen al mundo con estas toxinas, son más vulnerables a enfermedades y tienen sistemas inmunológicos debilitados.
Y, como si fuera poco, las aguas residuales sin tratar entran al océano, llevando enfermedades de la tierra al mar, a veces con consecuencias fatales. "Estos delfines son más susceptibles que otros mamíferos marinos porque no migran, nacen, viven y mueren en estas mismas bahías, es su hogar permanente", añade Flach.
Más allá de la contaminación química, el aumento del tráfico marítimo interfiere con la comunicación y las habilidades de caza de los delfines. Su dependencia de la ecolocación resulta afectada, dificultando la búsqueda de alimento. Estos problemas, advierte Flach, sirven como un recordatorio de que los delfines son centinelas de la salud de todo el ecosistema marino.
Conocer más de los delfines para entender cómo protegerlos
A pesar de estos obstáculos, el instituto Boto Cinza continúa avanzando en el conocimiento de las poblaciones de delfines y en la mitigación de sus amenazas. Una herramienta clave es la fotoidentificación, que implica documentar las marcas únicas en las aletas dorsales de los delfines, equivalente a una huella dactilar.
"Usamos la fotoidentificación para monitorear sus movimientos, comportamientos sociales y patrones reproductivos", explica Flach. Este método no invasivo ha sido fundamental para su investigación.
Flach a punto de hacer una pequeña biopsia. Foto: Kashfi Halford
El instituto también utiliza muestras de biopsia, para recoger pequeños tejidos de los delfines y evaluar su salud. Estas muestras proporcionan información valiosa sobre los niveles de contaminación, estrés y tasas de embarazo. Los datos les ayudan a construir un retrato más claro de cómo las actividades humanas impactan las poblaciones de delfines.
Del dolor a la esperanza
Sin embargo, el camino también ha tenido momentos dolorosos. Flach recuerda cuando presenció un evento de mortalidad masiva (MME), es decir la muerte inusual de gran número de delfines en un corto período. El motivo: un virus dejó a muchos de ellos incapaces de alimentarse o sumergirse. "Semana tras semana, vimos a los animales perder peso hasta que simplemente desaparecieron", dice, aún dolido. "Sabíamos que habían muerto".
A pesar de este golpe, ver nuevas crías de delfines nadando junto a sus madres le devolvió la esperanza. "Si se les da una oportunidad”, explica, “los delfines pueden recuperarse".
El Instituto Boto Cinza ha sido un faro de esperanza para crear iniciativas y esfuerzos de conservación. También para trabajar con las comunidades locales y así ayudar a proteger a los delfines de la bahía de Sepetiba. La creación del Área Marina Protegida ha sido uno de sus logros más destacados, otorgando a las comunidades locales un papel en el esfuerzo de conservación.
El ecoturismo, una alternativa para los pescadores
Los pescadores, antes escépticos, ahora comprenden que el área protegida ayuda a preservar los recursos de los que dependen.
Esto ha fomentado un cambio hacia el ecoturismo, con tours de avistamiento de delfines, una alternativa de vida a los pescadores locales. Muchos, como Renan Caio, han acogido esta oportunidad, guiando turistas en lugar de lanzar redes de pesca.
Ahora dirige @Discovery_botocinza y cobra 150 dólares por persona, lo que genera ingresos muy necesarios para la economía local. A la par que protege y educa a los turistas sobre los delfines. "No podemos hacer conservación sin involucrar a las personas locales que conviven con las especies", afirma Flach.
Sin embargo, Flach sabe que el trabajo está lejos de terminar. El desarrollo industrial, la contaminación y la pesca ilegal siguen amenazando la supervivencia de los delfines. Pero se mantiene firme. Su visión para el Instituto Boto Cinza es expandir su trabajo de conservación, asociándose con organizaciones internacionales e involucrando a más comunidades.
Para Flach, los delfines de Río de Janeiro no son solo una especie de estudio. Representan un delicado equilibrio entre la naturaleza y la humanidad. A través del trabajo del instituto, espera que las generaciones futuras aún puedan ser testigos de la belleza de estos magníficos delfines grises deslizándose por las aguas, un testimonio del poder de la conservación y el esfuerzo alineado de toda una comunidad.
"Los delfines son un símbolo de esperanza.", concluye Flach, con el sol ya sobre sus hombros. "Si podemos protegerlos, podemos protegernos a nosotros mismos".