Delfines y tortugas: cómo se ha perdido el 73% de vida silvestre en 50 años

El Informe Planeta Vivo 2024 del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) revela la pérdida de poblaciones animales por la destrucción de hábitats naturales y sobreexplotación de recursos, entre otros.

La población de delfines rosados ​​del Amazonas disminuyó un 65%, mientras que la de salmones reales, también conocidos como chinook en el río Sacramento, California, se redujo un 88%. Foto AFP
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La población de delfines rosados ​​del Amazonas disminuyó un 65%, mientras que la de salmones reales, también conocidos como chinook en el río Sacramento, California, se redujo un 88%. Foto AFP

El mundo se despidió de la última tortuga gigante de Pinta, conocida oficialmente como Chelonoidis abingdonii, en 2012. Ese año murió Solitario George, el único ejemplar vivo que quedaba de la especie. Alcanzó a cumplir más de 100 años y se encontraba en un centro de conservación en el archipiélago de Galápagos, donde se ubica, justamente, la isla Pinta.

Luego de su muerte, la especie se declaró extinta en 2015. Un sombrío hito que acaparó los titulares de prensa en ese momento. Sin embargo, muchas otras poblaciones de animales han sufrido el mismo destino de la extinción en los últimos años, sin que ni siquiera se reporte en una noticia breve.

El pasado 10 de octubre, el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés) presentó su informe Planeta Vivo de 2024, que revela la preocupante pérdida de vida silvestre en los últimos 50 años. Entre 1970 y 2020, nuestro planeta registró una disminución promedio del 73% en las poblaciones de vida silvestre que se monitorean.

El reporte, basado en datos del Índice Planeta Vivo de la Sociedad Zoológica de Londres, rastrea casi 35.000 poblaciones de animales vertebrados pertenecientes a 5.495 especies.

Según los últimos datos de 2020, las pérdidas más pronunciadas se observan en los animales de agua dulce, que se han desplomado un 85%, mientras que las poblaciones terrestres y marinas han disminuido un 69% y un 56%, respectivamente.

Las causas principales de este alarmante declive incluyen la pérdida y degradación de hábitat, así como la sobreexplotación de recursos, impulsadas principalmente por el sistema alimentario mundial. Además, las especies invasoras, las enfermedades y el cambio climático agravan la situación.

Estas drásticas reducciones en las poblaciones de vida silvestre empujan a los ecosistemas a puntos de inflexión críticos, donde la destrucción parece irreversible.

Ejemplos de esta irreversibilidad son la devastación de los bosques de pinos en América del Norte, la deforestación de la selva amazónica y la muerte masiva de los arrecifes de coral.

Las consecuencias de esta pérdida van mucho más allá del daño ambiental, pues suponen una gran amenaza para la seguridad alimentaria y las economías mundiales.

Una catástrofe en cámara lenta

Carter Roberts, presidente y director ejecutivo de WWF en Estados Unidos, advirtió que estas reducciones representan una “catástrofe en cámara lenta”, lo que a su vez pone en peligro la salud humana, las economías y la estabilidad del clima del planeta.

“La naturaleza proporciona la base para la salud humana, un clima estable, la economía mundial y la vida en la Tierra”, afirmó Roberts.

“Esta es una llamada de atención para la que debemos ponernos a trabajar, y rápido”, dijo, refiriéndose a las conclusiones del informe.

Entre las especies que sufren un marcado descenso se encuentran los delfines rosados ​​del río Amazonas, cuyas poblaciones han disminuido un 65%, y el salmón real, también conocido como chinook, del río Sacramento de California, cuyas poblaciones se han reducido un 88%.

Más recientemente, el clima extremo de 2023 mató a más de 330 delfines del río Amazonas en solo dos lagos.

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El informe registra una disminución del 57% de las tortugas carey hembras en la Gran Barrera de Coral de Australia entre 1990 y 2018. (AFP)

El reporte también señala una disminución del 57% en la anidación de tortugas carey hembras en la Gran Barrera de Coral de Australia entre 1990 y 2018.

Sin embargo, a pesar de este sombrío panorama, los esfuerzos de conservación también han logrado historias de éxito.

Los gorilas de montaña en Virunga, en África Oriental, crecieron alrededor de un 3% anual entre 2010 y 2016, y las poblaciones de bisontes en Europa central aumentaron de 0 a 6.800 entre 1970 y 2020.

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La urgencia de la acción global

La científica en jefe del WWF, Rebecca Shaw, destacó que estas pronunciadas disminuciones de la vida silvestre no son sólo una señal del deterioro de la naturaleza, sino también una terrible advertencia de su resiliencia cada vez menor.

Esta pérdida de biodiversidad, agravada por el cambio climático, acerca peligrosamente al planeta a puntos de inflexión que podrían alterar los sistemas de agua, alimentos y aire de los que depende la humanidad.

A pesar de acuerdos internacionales como el Marco Mundial para la Diversidad Biológica y el Acuerdo de París, el informe enfatiza en que los compromisos nacionales actuales no alcanzan a cubrir todas las acciones necesarias para revertir el daño.

Con importantes cumbres sobre biodiversidad y clima (COP16 y COP29) en el horizonte, el WWF llama a los líderes mundiales a ampliar los planes nacionales para detener la pérdida de especies y reducir las emisiones de carbono.

El informe insta a los gobiernos y a las empresas a alinear sus políticas con los objetivos de sostenibilidad y reasignar inversiones para apoyar la biodiversidad y la recuperación climática.

En las islas Galápagos, justo antes de la muerte de Solitario George, se instaló un cartel fuera de su recinto que decía: “Pase lo que pase con este animal, que siempre nos recuerde que el destino de todos los seres vivos de la Tierra está en las manos humanas”.

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