Guardianes de la selva: el yaguareté en peligro de extinción

El yaguareté o jaguar, que cumple un rol fundamental en los ecosistemas de América Latina, se encuentra en peligro crítico. Varios países unen esfuerzos para intentar garantizar la supervivencia de esta especie.

La pérdida de hábitat es uno de los principales motivos por los cuales el yaguareté está en peligro de extinción.
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La pérdida de hábitat es uno de los principales motivos por los cuales el yaguareté está en peligro de extinción.

El yaguareté, el felino más grande del continente americano y el tercero a nivel mundial, se encuentra en peligro de extinción. Su situación es crítica en varios países: Argentina, Bolivia, Brasil, Paraguay y Uruguay trabajan en conjunto en diversos proyectos para preservar esta especie, que es un depredador tope de la cadena alimentaria, es decir, quien regula de manera natural el ecosistema.

El también llamado jaguar o tigre americano cumple un rol fundamental en el control de las poblaciones de las demás especies de animales y plantas. Por eso, la amenaza a la que se enfrenta representa un indicador de que todo su entorno está en riesgo.

Distintas iniciativas buscan conservar la especie e incluso algunas organizaciones trabajan por su reintroducción en territorios donde ha sido expulsado o eliminado y ya no habita. ¿Es posible recuperarla? ¿Estamos a tiempo?

Múltiples amenazas

La pérdida de hábitat es uno de los principales motivos por los cuales el yaguareté está en peligro crítico.

Un ejemplo claro es el Bosque Atlántico o Mata Atlántica, uno de los bosques con mayor diversidad de vida del planeta. Se trata de una región selvática neotropical compuesta por 15 ecorregiones que unen Argentina, Brasil y Paraguay.

Según la Organización Mundial de la Conservación, “si originalmente cubría 1.345.300 km2, en los últimos 40 años este ecosistema fue reducido significativamente, quedando sólo el 16,8% de los bosques originales”.

En este sentido, se estima que solo queda el 1% de la población de yaguaretés que pudo haber existido en la región antes de la expansión agropecuaria y construcción de infraestructura.

Otros factores de amenaza son la disminución de las presas por la cacería ilegal de mamíferos grandes y medianos, el atropellamiento de los jaguares por las crecientes redes viales y la caza de la especie por represalia debido a ataques al ganado.

Por estos y otros motivos, en Argentina se calcula que quedan alrededor de 250 ejemplares en todo el país, distribuidos en el noroeste (la región de yungas, que son ecorregiones de bosque andino y selva de montaña), en la Región Chaqueña y en Iguazú, en la provincia de Misiones.

En Paraguay, el número es similar o incluso inferior. También en Brasil, donde se concentra la mayor cantidad de ejemplares, la especie se encuentra amenazada.

Si bien por medio de la conservación se estima que se ha superado el peor momento, todavía hay muchos obstáculos que impiden la recuperación definitiva de la especie. La población debe crecer y no estancarse: ese es el desafío actual.

Estrategias de preservación

En la Argentina el yaguareté fue declarado por ley como Monumento Natural, una figura que obliga al Estado y otros actores a elaborar un plan de acción para preservarlo.

Pablo Perovic, especialista en yaguareté de la Administración de Parques Nacionales (APN), la autoridad de aplicación de la ley en ese país, sostiene en diálogo con TRT Español que “no hace falta crear más legislación porque la que tenemos es suficiente. Solo hay que hacerla cumplir”.

Efectivamente, el Plan Nacional de Conservación del jaguar incluye varias medidas, como la coordinación de acciones de prevención y educación ambiental, y la promoción de esquemas de certificación forestal que participen activamente en la protección de la biodiversidad con énfasis en zonas de distribución del yaguareté.

También la articulación con las fuerzas de seguridad nacionales y provinciales para el control local y transfronterizo de la caza furtiva y el fortalecimiento de aplicación de sanciones para quienes cometen ilícitos, como la caza ilegal.

“Lo que tenemos que lograr son políticas consensuadas. Que no haya un organismo en una provincia que tenga un objetivo y otro en otra provincia que tenga otro opuesto Que sea un trabajo articulado entre el Estado nacional, los provinciales y las organizaciones de la sociedad civil”, afirma Perovic.

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Un jaguar en Cuiaba, Pantanal, Mato Grosso, Brasil.

El especialista destaca como herramientas la Ley de Bosques (para frenar el desmonte) y las leyes de caza provinciales, algunas de las cuales prohíben toda actividad.

“Hay que aplicar distintas políticas de incentivo económico según la zona. Debemos proteger aquellos territorios en los que haya jaguares”, señala el conservador, que trabaja en el noroeste del país.

Reintroducción de la especie

Otra estrategia, diferente a la de la conservación “tradicional”, es la de reintroducir la especie a ecosistemas donde ya no estén.

Pero esto no es exclusivo de Sudamérica: varias organizaciones en todo el mundo trabajan con esta técnica en lo referido a fauna localmente extinta.

La Fundación Rewilding Argentina es una de ellas. Hace varios años brega por devolver al yaguareté a sus territorios, y logró junto a otros actores reintroducir un ejemplar en la región de Iberá, en la provincia de Corrientes.

“Primero hacemos una investigación que demuestre que la especie vivió ahí y las causas de su desaparición. Luego trabajamos en crear áreas protegidas para que vuelva y pueda estar protegido”, cuenta Marisi López, coordinadora de Relaciones Institucionales de esa organización.

“Cuando nos aseguramos de eso empezamos a buscar ejemplares para reintroducirlos”, explica.

“Trabajamos con una conservación activa porque estamos convencidos de que la forma de conservación tradicional y clásica ya no alcanza. La mayoría de los ambientes ya están muy degradados y no pueden durar en el tiempo”, resume López.

Además, Rewilding y otras organizaciones que trabajan con el mismo método a lo largo del continente buscan la adquisición de tierras y su consecuente donación al Estado para que cree un área protegida.

Así, apuestan a la cogestión público-privada para asegurar una economía regenerativa en el largo plazo.

Sea cuál sea la técnica elegida, todas las organizaciones de conservadores coinciden en la importancia del trabajo con las comunidades locales

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Vista aérea panorámica de la deforestación del Amazonas, Mato Grosso, Brasil. (GETTY IMAGES)

“Todos tenemos un papel en la conservación del yaguareté y su hábitat. Trabajamos junto a las comunidades en la búsqueda por conservar y restaurar el bosque pero por mejoras en los medios de vida de las personas que viven en la región”, asegura Lucía Lazzari, coordinadora del Programa Bosques en Fundación Vida Silvestre Argentina, una de la ONG más comprometidas con el tema.

Articulación regional

Ya que el yaguareté está presente desde el norte de México hasta Argentina, los Estados y las diversas organizaciones no gubernamentales trabajan a menudo bajo estrategias regionales conjuntas.

“Tenemos un importante plan de trabajo junto a países limítrofes ya que la naturaleza no conoce fronteras. Los paisajes conectados permiten que la vida silvestre pueda moverse para satisfacer sus necesidades más importantes”, sostiene Lazzari.

La organización que integra, por ejemplo, forma parte de la Red Trinacional de Restauración del Bosque Atlántico, establecida en 2019 y formada por más de 30 asociaciones de Brasil, Paraguay y Argentina.

El trabajo de restauración forestal que hace la Red en conjunto con el Pacto Pela Restauração da Mata Atlântica (una coalición brasileña de múltiples actores fundada en 2009), fue reconocido por la ONU como Iniciativa Emblemática de Restauración Mundial de la Década.

Respecto a la posibilidad de revertir la actual crisis poblacional de la especie, los conservadores se muestran por lo general optimistas.

Perovic resume: “Tengo buenas esperanzas porque en el noroeste argentino están apareciendo individuos en lugares donde hasta hace 10 años no había”.

Según indica, “el número de ejemplares se está manteniendo y hay una tendencia muy leve en aumento”.

Así, la situación de la subpoblación del mencionado Bosque Atlántico puede ser tomada como un ejemplo de éxito, aunque siga siendo crítica.

Allí se realiza cada dos años un monitoreo poblacional conjunto entre instituciones de Brasil y Argentina que viene dando resultados positivos. En 2005 el monitoreo arrojó 40 individuos, lo que significaba que el yaguareté estaba casi extinto. En 2022 indicó un tamaño total estimado entre 72 y 122 yaguaretés.

“Este dato es muy alentador porque la población del felino se ha estado recuperando durante más de una década, habiéndose duplicado entre 2005 y 2016 y ahora estabilizado”, advierte Lazzari.

“Sin embargo, es importante sostener y aumentar los esfuerzos de conservación ya que la situación todavía es delicada”, añade.

Resulta claro que la conservación del yaguareté va más allá de la preservación de una especie particular y más allá del rol clave que tiene como equilibrio ecológico en el continente americano.

Se trata, más bien, de un compromiso de todos con la protección de los ecosistemas naturales y con el legado de biodiversidad para con las generaciones futuras.

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