Récord turístico y preocupación ambiental en Antártida
El turismo en el continente blanco ha crecido exponencialmente en los últimos años, en paralelo a las preguntas sobre el consecuente impacto ambiental que podría generar. Los expertos debaten cómo preservar la región más austral de la Tierra.
Hace tiempo que la Antártida ha dejado de ser, felizmente para visitantes de todo el mundo, un territorio reservado sólo para científicos y exploradores.
En los últimos años, el turismo comercial en el continente blanco experimentó un crecimiento exponencial, con una temporada récord en 2023 en cuanto a cantidad de barcos, operadores y pasajeros.
Las diversas propuestas ofrecen a los aventureros la oportunidad única de conocer uno de los lugares más remotos del planeta, un tesoro para quienes gustan de la naturaleza, la ciencia y la historia.
Este creciente boom turístico, sin embargo, no está exento de controversias ya que plantea desafíos significativos para la preservación del ambiente antártico.
¿Afecta al ecosistema la afluencia, cada vez mayor, de personas no capacitadas para cuidar de la flora y la fauna nativas? ¿Se respetan los protocolos de gestión de residuos, emisiones de carbono y de prevención de la contaminación marina? ¿Existen zonas protegidas a las que no se puede acceder?
Si bien los niveles de visitantes siguen siendo lógicamente menores en comparación con otros destinos, las cualidades únicas de este territorio exigen numerosas salvaguardas.
Por eso, la industria tiene sus regulaciones y los países partes del Tratado Antártico mandatan a sus delegaciones para garantizar que se cumplan.
Las banderas de las 12 naciones signatarias originales del Tratado Antártico, en la estación McMurdo. (GETTY IMAGES)
Organismos como la Asociación Internacional de Operadores Turísticos Antárticos (IAATO, por sus siglas en inglés) y el Comité para la Protección del Medio Ambiente (CPA) trabajan con esquemas cada vez más rigurosos frente a un futuro que promete más turistas.
Un turismo con historia
El turismo comercial en la Antártida es, junto con la pesca, la única actividad comercial permitida (y regulada) en el área del Tratado Antártico.
Este acuerdo internacional busca preservar al continente como una reserva científica bajo prohibición de otras actividades que se consideran dañinas al ecosistema, como las militares y extractivas.
En 1969 se construyó el primer buque diseñado específicamente para llevar pasajeros de pago al territorio blanco, que abrió el camino de los “buques de exploración” definidos por la industria como cruceros con la educación como tema principal.
A finales de la década de 1980 ya eran cuatro las compañías que realizaban estos viajes (en 1985 comenzó el circuito aéreo) y para la temporada de 1991 ya hubo aproximadamente 6.500 turistas a bordo de diez barcos de seis operadores. Desde ese momento, nuevos miembros siguieron incorporándose a un ritmo constante.
Ese mismo año, un grupo de empresas que ya llevaba varios años realizando expediciones a la Antártida fundó la IAATO.
Al unirse, buscaron aunar recursos y trabajar con sus respectivos gobiernos nacionales para elaborar normativas y directrices compatibles con las regulaciones vigentes.
Las compañías de turismo que operan en la Antártida lo hacen bajo los estándares de la IAATO y del Tratado Antártico. (GETTY IMAGES)
Sobre todo con el Protocolo al Tratado Antártico sobre Protección del Medio Ambiente, que también en 1991 estableció normas rigurosas que designaban al continente como "reserva natural dedicada a la paz y la ciencia".
Por último, desde 2011 la Reunión Consultiva del Tratado Antártico adoptó las Directrices Generales para Visitantes a la Antártida, que proporcionan desde entonces consejos generales para visitar cualquier lugar del continente.
Al año siguiente hubo casi 25 mil turistas visitando el sur del mundo. En 2018 fueron casi 45 mil. La última temporada (2022-2023) marcó un récord con más de 70 mil pasajeros.
El impacto ambiental
Si bien una condición para ser miembro de la IAATO es que las compañías operen con autorización de una Parte del Tratado Antártico o del Gobierno pertinente, desde el Comité de Protección Ambiental aseguran a TRT Español que “el crecimiento y diversificación del turismo antártico es parte de las preocupaciones que los Países Partes tienen desde hace varios años”.
Lo explican las licenciadas Paula Casela y María Luz Abbeduto, delegadas de ese cuerpo de especialistas por parte de Argentina, país signatario original del Tratado Antártico y con reivindicación de soberanía.
Para ellas, entre las mayores preocupaciones ambientales están la intromisión de especies no nativas y los riesgos vinculados a los accidentes, sobre todo para buques con responsabilidad de búsqueda y rescate.
Coincide con ellas el doctor Luis Caro, del Instituto Antártico Chileno, que también integra el Comité conformado por miembros de 42 países.
A principios de 2023, los expertos alertaron sobre un brote de gripe aviar y la posibilidad de que se transmita a otros animales que habitan el continente blanco. (GETTY IMAGES)
En declaraciones a TRT Español, el especialista asegura que “el tema del turismo es preocupante porque, aunque los operadores están bien capacitados, las personas que trasladan tienen diversa formación y osadía a la hora de acercarse a la Antártida”.
Señala, por ejemplo, el riesgo que puede implicar el roce de los zapatos de los turistas en musgos y líquenes nativos ya que, según cuenta, “su regeneración es lenta y puede suponer un cambio en la diversidad a largo plazo”.
A principios de 2023, de todos modos, la principal alerta se concentró en torno a la gripe aviar, que ya es una realidad comprobada en el hemisferio sur.
La aparición de aves muertas por el virus y la posibilidad de que la transmitan a otros animales e incluso a los seres humanos ya provocó que se intensifiquen con mayor rigurosidad los protocolos de prevención y propagación.
“Todas las actividades deben ser evaluadas antes de su ejecución. Gracias a los informes de impacto ambiental los miembros del Comité pueden desarrollar nuevas normas o procedimientos a aplicar”, señalan las argentinas.
Y Caro agrega: “A veces son necesarias medidas como limitar el acceso a ciertas zonas que tengan valores paleontológicos y biológicos únicos y que se consideren amenazados por el turismo. Que sólo los científicos puedan entrar ahí”.
Navegando hacia un futuro sustentable
En efecto, normativas como esa se implementan a menudo de acuerdo a las evaluaciones de impacto y a lo que registre cada temporada.
En diálogo con TRT Español, Hayley Collings, directora de comunicación de IAATO, sostiene que desde la asociación creen en las expediciones con prácticas “responsables y sólidas” y que las regulaciones y advertencias “crean entre los visitantes una mayor comprensión del medio ambiente, del valor de la Antártida para la ciencia mundial y de cómo los cambios en la región pueden afectarnos a todos”.
Alrededor de 120 mil turistas visitarán la Antártida durante la temporada 2023-24. (GETTY IMAGES)
En pos de proteger y conservar la zona más austral del mundo, algunos de los procedimientos operativos de la asociación están vinculados a establecer restricciones para el número de personas en tierra, proporcionar una cantidad de personal mínimo capacitado por pasajero y elaborar directrices específicas para cada lugar, actividad y observación de la fauna salvaje.
También realizar sesiones informativas para visitantes y elaborar planes de contingencia y de evacuación médica ante casos de emergencia.
“El éxito probado de la IAATO en la gestión concienzuda de los visitantes es el resultado de una planificación anticipada basada en un conocimiento a largo plazo del sector”, afirma Collings.
“Reuniones como el encuentro anual de la IAATO ayudan a la organización a perfeccionar sus políticas y estrategias para proteger la Antártida al tiempo que permiten a los viajeros disfrutar de una experiencia enriquecedora y educativa”, asegura.
Según estimaciones, cerca de 120 mil huéspedes visitarán la Antártida durante la temporada 2023-24. Un verdadero desafío para comprobar la capacidad que tienen estas medidas para preservar el ecosistema.
Por lo pronto, en la reunión anual de IAATO en 2023 se aprobó una estrategia quinquenal y se introdujeron diecisiete nuevas directrices para proteger zonas ricas en flora y fauna.
Sólo el tiempo dirá si los compromisos son suficientes para cuidar el último territorio virgen que hay sobre la Tierra.