Turismo: el relato de la ciudadanía
Los gobiernos y las grandes empresas de turismo proponen un relato sobre el turismo, pero lo que piensan los ciudadanos de este fenómeno de masas y cómo les afecta construye una versión diferente.
“Recuerdo que algo tradicional en Barcelona era ir a pasear por Las Ramblas. Eso, con las décadas, con los siglos, se convirtió en un verbo: ramblear. Actualmente, no puedes ramblear porque no tienes un metro cuadrado para pasear por esas Ramblas, porque están ocupadas por turistas que no tienen ni idea de qué significan Las Ramblas, ni su historia ni para qué han servido a lo largo de los siglos”, expresa David Soler, miembro de la Asamblea de barrios por el decrecimiento turístico de Barcelona.
Barcelona recibe más de 30 millones de visitantes al año, de estos, unos 23 millones lo hacen por motivos turísticos. En 2023, el número de pernoctaciones hoteleras fue de 18.649.868, según datos del Ayuntamiento de Barcelona. Muchos de los turistas no llegan a pasar una noche en la ciudad, como todos aquellos que llegan a bordo de cruceros.
El estrés para la ciudad por recibir y acomodar este número tan elevado de turistas es muy alto y afecta al funcionamiento normal del núcleo urbano.
Turistas abarrotan la icónica avenida de Las Ramblas, en Barcelona.
Ellisenda Coll, vecina del Barrio Gótico de Barcelona y miembro de la asociación de vecinos de este barrio, se queja de que el turismo afecta a “la ocupación del espacio público, la desaparición del comercio local que es el que utilizan los ciudadanos, en los servicios básicos, como la limpieza, o el transporte público, que están saturados”.
El hartazgo de muchos ciudadanos con la afluencia masiva de turistas es evidente en el creciente número iniciativas ciudadanas por regular, hacer decrecer y diversificar esta industria.
Según David Soler la industria turística presenta “un relato en el cual el turismo trae muchos beneficios para los lugares que lo acogen, pero es necesario construir un relato del turismo desde la experiencia de la ciudadanía, un relato diferente”.
Los beneficios del turismo
En 2023 la aportación del turismo al PIB fue del un 12,8 %, equivalente a 186.596 millones de euros.
"Debemos seguir impulsando y cuidando el sector turístico, uno de los pilares de nuestra economía, con políticas que lo hagan más sostenible, más justo para los trabajadores, los territorios y los ciudadanos, y a la vez atractivo para los visitantes durante todo el año", declaró el ministro de Industria y Turismo, Jordi Hereu, tras lo que las autoridades destacaron como un "extraordinario comportamiento del turismo en 2023".
En un comunicado oficial, las autoridades españolas lo califican como "un año de récord" con más de 84 millones de turistas internacionales, y más de 108.000 millones de gasto en destino, representando las mejores cifras de la serie histórica.
Con estos datos parecería difícil construir un argumento en contra. Ese es el relato de la industria, pero estas cifras tan abrumadoras esconden una realidad que no siempre va en beneficios de los ciudadanos.
Cuando David Soler dice que es necesario construir el relato de la ciudadanía, una de las cosas a las que se refiere es que hay que poner estos datos en contexto. Según él “desde que un turista sale de su casa el 70% de los gastos son para el transporte y el hotel, y solo el 30% para comercio local”.
Ellisenda Coll asegura que “la industria del turismo es una industria extractiva”. Con esto se refiere a que la industria turística hace uso de los recursos de una ciudad -espacio público, transporte, servicios, etc.- pero apenas deja beneficio, excepto a unos pocos.
Jordi Camina, de la Asociación de barrios por el decrecimiento turístico de Barcelona, asegura que la creación de empleo por el sector turístico también es un gran mito, puesto que los empleos que crea están entre “los peor pagados y los más precarios”.
Está opinión no es compartida por todos los barceloneses. Albert Pujol, que regenta una pequeña tienda de souvenirs en una bocacalle de Las Ramblas, difiere: “empecé trabajando en la hostelería y hace unos años abrí este establecimiento de souvenirs artísticos, de alguna forma siempre me he ganado la vida con una actividad relacionada con el turismo”.
…Y los perjuicios
David Soler asegura que hay que diferenciar entre “industria turística y turismo” y que lo que es perjudicial es la industria para la cual los turistas son su materia prima. Dice, también, que “la masificación turística no aporta mayor beneficio a la sociedad”.
La industria masiva del turismo, según David, “nos afecta en los usos del territorio, en el medio ambiente y en la salud”. Añade a esto que se crea un problema de gentrificación y vivienda y que transforma las redes habitacionales, redes sociales y comerciales normales de una ciudad.
En el barrio de Ciutat Vella, un céntrico barrio de Barcelona, por ejemplo, “hay más vivienda de alquiler turístico que para los ciudadanos” afirma.
Estas cifras expresan el hartazgo de una ciudadanía cansada del turismo masivo, que es indudable en la ciudad condal. Según un estudio del INE de 2021 el porcentaje de vivienda turística en este distrito de Ciutat Vella es el más alto de la ciudad, con un 6,1% del total. Aunque en las inmediaciones de Plaza de Cataluña llega al 40%.
Para Ellisenda, que ha vivido toda su vida en el Barrio Gótico, uno de los grandes problemas es el de la vivienda, puesto que según ella “ahora es imposible pagarla” y los jóvenes tienen que marcharse a la periferia.
Los habitantes de la zona de la Barceloneta de Barcelona organizaron una protesta alegando que las casas alquiladas a turistas estaban aumentando y que los turistas estaban destruyendo la estructura sociocultural de esa región.
¿Existe una alternativa sostenible?
Tanto para David como para Ellisenda y Jordi, no existe un turismo realmente sostenible. Jordi explica que cuando empezaron la Asociación de barrios por el decrecimiento turístico de Barcelona en un principio se llamaba “por un turismo sostenible”. Pasado un tiempo vieron cómo la industria se apropiaba de este término no para cambiar el modelo, sino para elitizar el turismo, y por la tanto decidieron cambiar el nombre.
David Soler afirma que la industria del turismo no es sostenible porque depende del petróleo, que no lo es “por definición, como no lo son la industria armamentística, química o automovilística”.
Ellisenda asegura que “con el cambio climático que estamos sufriendo habrá una emergencia climática que impondrá una restricción de movilidad a la fuerza porque son los principales emisores de gases invernadero”.
Continúa diciendo que, de igual forma que tenemos que reducir el consumo por el bien del planeta “también tendremos que dejar de viajar tanto y se tendrá que redimensionar esta industria”.
Aunque las afirmaciones hechas por estas personas son hoy poco más que conocimiento popular, no podemos obviar que la masificación del turismo es, por un lado, consecuencia de un modelo económico y por otro agravante de un deterioro climático, y no viceversa.
Viajar cerca con otra mirada
“No hay ningún problema en que la gente viaje, por ejemplo venga de Granada a ver Barcelona, lo que es insostenible es la industria turística que mueve millones de personas por todo el mundo” asegura David.
Que la industria turística desaparezca es poco menos que una utopía e incluso podría ser una catástrofe a corto plazo.
Por esta razón, quizás, Ellisenda propone “que no tenemos que prescindir totalmente del turismo de la noche a la mañana, lo que sí decimos es que el modelo de turismo masivo sí que debe cambiar, debe decrecer”.
Decrecer y cambiar, estás son las máximas aplicadas al turismo de muchos ciudadanos de una ciudad como Barcelona que tiene el mayor número de turistas por habitante de las capitales españolas.
El relato presentado aquí es el microrrelato en comparación con el macrorrelato de las grandes cifras. Quizás entre uno y otro deba haber un punto intermedio. Ese punto puede empezar por conocer más lo que nos rodea y menos lo que nos queda muy lejos.