¿Por qué cada vez menos gente quiere vivir en las zonas rurales de España?
En España, hay 1.213 municipios con menos de 100 habitantes, que pueden convertirse en pueblos fantasmas. Las razones detrás de una tendencia global que complica la producción sostenible de alimentos.

En España, gran parte del territorio se ve afectado por la falta de población en las zonas rurales. / Foto: Cortesía de Cruz Roja.
En estos momentos, España es el país con mayor superficie despoblada del sur de la Unión Europea. En el 70% del territorio viven solo 4,2 millones personas, de un total de casi 48 millones. Esto deja al interior de la península, con excepción de Madrid, la capital, prácticamente vacía.
Entre las causas de este fenómeno, que afecta a varios países, destaca el hecho de que la principal actividad económica de estas zonas sea la agraria y ganadera. Este sector está siendo profundamente afectado por el cambio climático, que provoca sequías y tormentas extremas, mientras la falta de relevo generacional agrava la situación. Actualmente, más del 60% de los trabajadores del sector tiene más de 55 años.
Las consecuencias son graves, ya que provocan la pérdida de actividades forestales, agrícolas y ganaderas tradicionales, lo que disminuye la biodiversidad y afecta la producción sostenible de alimentos. Pero, sobre todo, provocan sufrimiento en una población envejecida que observa cómo los jóvenes abandonan los pueblos y los servicios básicos desaparecen.
Esto genera un flujo migratorio hacia las ciudades en busca de oportunidades laborales o educativas, lo que provoca un desequilibrio demográfico. Así, las grandes urbes no paran de crecer, mientras se vacían los municipios más pequeños.
Eliseo García Cabrerizo, agricultor de 81 años, nació en Alcoba de la Torre, un pueblo de Soria que ahora solo cuenta con 16 residentes. “Todo comenzó en los años 50 y 60, cuando gran parte de los jóvenes se fueron a las ciudades grandes a estudiar o trabajar, y ya no volvieron a sus pueblos”, cuenta a TRT Español.
Con la llegada de la maquinaria agrícola, disminuyó la demanda de mano de obra y, con ello, la posibilidad de subsistir. “Por eso, decidimos también enviar a nuestros hijos a estudiar afuera. Así tenían más oportunidades”, recuerda Eliseo.
Pero la mayoría de los agricultores de esa época han fallecido y el relevo generacional nunca llegó. Así, infinidad de pueblos fueron quedando abandonados.
“Las autoridades políticas tienen parte de responsabilidad porque no han desarrollado políticas fiscales ni laborales que pudieran convencer a la gente para vivir aquí”, destaca Eliseo. “Incluso la asistencia sanitaria ha desaparecido en los municipios pequeños", añade.

Las políticas fiscales y laborales no han sido suficientes para revertir la despoblación rural. / Foto: Cortesía de Cruz Roja.
Un fenómeno más allá de España
No obstante, este fenómeno de zonas altamente despobladas y sin relevo demográfico no se da sólo en España. “Este es un problema de carácter global que afecta a diversas zonas”, explica Susana Gende, experta del área de Estudios e Innovación de la Cruz Roja de España.
“Otros ejemplos de países con despoblación a nivel rural son Escocia, Suiza, Suecia, Japón... También se da en Latinoamérica, donde las mesetas patagónicas y las llanuras recorridas por los ríos Amazonas y Orinoco son áreas escasamente pobladas”, detalla Gende.
Gende ha desarrollado un análisis sobre la vulnerabilidad social en zonas despobladas para explicar mejor el fenómeno. “El reto demográfico en las zonas rurales afecta a varios países, especialmente en las zonas del este y sur de Europa”, agrega. “El 78% de la población de la Unión Europea vive en zonas urbanas que suponen el 66% del territorio".
Esta vulnerabilidad es consecuencia del abandono institucional y la falta de coordinación de políticas de los distintos actores, lo que provoca la pérdida de servicios básicos como sanidad, educación, transporte y conectividad digital, reduciendo las oportunidades económicas.
Para hacer frente a esta situación, la Cruz Roja desarrolló una estrategia de intervención en estas zonas: el Reto 1.213, un proyecto que busca mejorar la calidad de vida en 1.213 municipios españoles con menos de 100 habitantes. Sitios que, según la organización, “fácilmente pueden caer en el olvido”.

La falta de recursos y apoyo institucional está llevando a la desaparición de servicios esenciales como la sanidad y la educación en algunas zonas. / Foto: Cortesía de Cruz Roja.
La otra cara de la moneda
Si bien distintas administraciones han intentado implementar medidas para frenar la despoblación rural, el avance tecnológico y económico agrava el problema. Incluso el teletrabajo resulta complicado en algunas zonas donde ni siquiera llega la señal de internet.
Sin embargo, hay personas que han optado por esa opción y que la reivindican. Es el caso de José Luis Rubio, periodista madrileño que decidió dejar la vida en la capital, para irse a vivir a Teruel, una ciudad de 36.000 habitantes.
“Nací y crecí en Madrid, la ciudad más grande de España, y ahora vivo en la capital de provincia más pequeña. Un cambio drástico que no todo el mundo entiende, pero todos los lugares ofrecen un montón de oportunidades de disfrutar la vida, de desarrollarse como persona o en una relación”, indica Rubio a TRT Español.
“Durante los casi 30 años que viví en Madrid traté de exprimir la vida pero las horas del reloj resultaban pocas”, relata. Hasta que, finalmente, surgió una oportunidad de trabajo en Teruel, un lugar anclado en su memoria.
“Aquí es de donde procede mi familia y donde yo pasé las vacaciones escolares y muchos fines de semana”, evoca Rubio. “Aquí la vida es radicalmente distinta. Por tamaño y por demografía, esta ciudad es como un pueblo grande. En Teruel aprendí que no hace falta correr para llegar a tiempo, aprendí el valor de la palabra dada y pude comprobar que todavía es posible un lugar en el que la persona no se sienta insignificante”.
Al final, cuando hago las cuentas, esto me da más de lo que me pide. Al final, Teruel me hace un poco más feliz”, añade poniendo el foco en lo que todo el mundo busca: la posibilidad de disfrutar del bienestar incluso en las zonas olvidadas.