En memoria de Sabra y Shatila, la herida abierta para palestinos del Líbano
Se conmemoran 42 años de las masacres de Sabra y Shatila en Beirut, en las que Israel y sus aliados asesinaron a civiles palestinos. La impunidad persiste, mientras Gaza enfrenta un nuevo genocidio.
Advertencia: este artículo contiene imágenes y descripciones explícitas que hemos decido incluir para ilustrar la brutalidad de lo ocurrido durante las matanzas de Sabra y Shatila.
Cada 16 de septiembre se conmemora el aniversario de uno de los capítulos más oscuros para todo Oriente Medio: las brutales masacres de Sabra y Shatila, dos campamentos de refugiados palestinos ubicados en el sur de Beirut. En 1982, miles de civiles palestinos desarmados fueron asesinados de manera despiadada por las milicias de la Falange Libanesa, un grupo aliado de Israel durante su invasión al Líbano.
“Algunos habían sido degollados y otros mutilados de manera brutal”, relató el periodista británico Robert Fisk, uno de los primeros en entrar a los campamentos tras el horror, en su libro “Pity the Nation: Lebanon at War”.
"Lo primero que me golpeó fue el olor, el hedor a carne en descomposición. Las casas estaban llenas de cuerpos, muchos de ellos hinchados por el calor. Los cadáveres de niños estaban amontonados en fosas comunes o simplemente abandonados en las calles", escribió.
Este acto de genocidio, tal y como fue descrito por la Asamblea General de Naciones Unidas en su resolución 37/123, dejó alrededor de 3.500 muertos civiles, incluidos mujeres, niños y ancianos, y decenas de heridos.
“La evidencia recogida en Sabra y Shatila revela un nivel de brutalidad sin precedentes. Las víctimas, en su mayoría civiles, fueron sometidas a mutilaciones horrendas. Los cuerpos estaban marcados con cruces cristianas y otros signos de tortura, evidenciando una intención cruel y despiadada”, denunció Amnistía Internacional en su informe de 1983.
Las masacres ocurrieron en el contexto de la invasión israelí al Líbano en 1982 y la devastadora Guerra Civil Libanesa, que duró de 1975 a 1990. Este conflicto, marcado por divisiones sectarias y la intervención extranjera, dejó a los refugiados palestinos desprotegidos, llevándolos a sufrir una tragedia.
La invasión de Israel al Líbano
En 1948, con la creación del estado de Israel, el pequeño país montañoso del Líbano se convirtió en refugio para cientos de miles de palestinos desplazados durante la Nakba, la catástrofe. Estos refugiados vivieron inicialmente en campamentos improvisados que, con el tiempo, se transformaron en barrios precarios.
Desde la Nakba y especialmente durante la década de 1970, la resistencia palestina, bajo la dirección de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) y su líder Yassir Arafat, comenzó a enfrentarse a Israel desde el sur del Líbano en un intento por recuperar las tierras palestinas.
Aprovechando la debilidad política y militar del Líbano y con el objetivo de desmantelar la OLP, Israel lanzó una ofensiva en 1982. En junio de ese año, las tropas israelíes, bajo el mando del general Ariel Sharon, avanzaron hacia Beirut.
Tanques israelíes entran en el oeste de Beirut el 14 de septiembre de 1982. (Getty Images)
La ofensiva israelí resultó en la ocupación del sur del Líbano y el control de Beirut, que fue sitiada y bombardeada durante dos meses, causando una devastación masiva y dejando una cifra de al menos 17.825 civiles muertos, según reportó en ese momento el diario El País.
A medida que la presión internacional aumentaba debido al deterioro de las condiciones humanitarias, a finales de agosto se logró un acuerdo para la evacuación de las fuerzas de la OLP bajo supervisión internacional. Yassir Arafat y otros combatientes palestinos fueron evacuados a Túnez, poniendo fin al asedio, pero dejando a la población civil palestina desprotegida.
Las brutales masacres
Tras la retirada de la OLP, las milicias de las Falanges Libanesas, un grupo cristiano aliado de Israel, irrumpieron en los campamentos de Sabra y Shatila bajo el respaldo de las fuerzas israelíes, que controlaban el área circundante.
Movidos por el deseo de venganza contra la OLP, a la que culpaban del asesinato de su líder Bashir Gemayel por sus lazos con Israel, las milicias desataron una carnicería. Sin embargo, investigaciones posteriores demostraron que el verdadero responsable del crimen contra Gemayel fue Habib Shartouni, miembro del Partido Social Nacionalista Sirio (SSNP).
En 1982, durante tres días, los milicianos perpetraron una matanza indiscriminada de civiles palestinos y algunos libaneses, incluidos mujeres, niños y ancianos, con el conocimiento y apoyo de Israel. Amnistía Internacional señaló a las fuerzas israelíes como responsables, denunciando incluso que “lanzaron bengalas para iluminar el área durante la noche, permitiendo que los asesinatos continuaran”.
Entre los testigos de la masacre estuvo Janet Lee Stevens, activista y académica estadounidense que vivió en Beirut durante la invasión israelí y documentó los horrores a los que muchas mujeres fueron sometidas antes de ser asesinadas.
Sabra y Shatila después de la masacre en Beirut, Líbano, el 27 de septiembre de 1982. Getty Images
"Vi mujeres muertas en sus casas con las faldas levantadas hasta la cintura y las piernas abiertas… una mujer embarazada con su tripa rajada, sus ojos todavía abiertos por completo y su cara oscurecida gritando en silencio por el horror”, relató con estas palabras, recogidas en el diario Arab News.
Stevens también describió la brutalidad hacia los más pequeños: "Vi incontables bebés y niños pequeños apuñalados, destrozados, arrojados a montones de basura".
Fatima Abu Rahal, una de las sobrevivientes, narró el horror que presenció: "Vi a soldados invadiendo nuestra casa mientras nos escondíamos. Cuando intentamos huir, los niños no tenían ningún lugar seguro. Los soldados no hicieron distinciones: vi cómo arrastraban a los pequeños y los asesinaban sin piedad."
“El dolor de ver a los más vulnerables ser atacados es indescriptible. La crueldad fue más allá de lo imaginable", recuerda Fatima. Su testimonio forma parte del informe “Witnesses to a Massacre: Eyewitness Accounts from Sabra and Shatila”, del Instituto de Estudios Palestinos.
Impunidad total
Las masacres de Sabra y Shatila en 1982 se consideran uno de los episodios más oscuros de la violencia en Oriente Medio. En su libro "The Fateful Triangle: The United States, Israel and the Palestinians", Chomsky describe el evento como un ejemplo de desestabilización causada por Israel en Oriente Medio.
"La estrategia de Israel en la región, incluyendo la invasión del Líbano y la colaboración con las milicias libanesas, se basa en una lógica de desestabilización que busca consolidar el poder israelí a expensas de la seguridad y los derechos de los palestinos", escribió.
Una delegación europea marcha hacia el campamento de refugiados de Sabra y Shatila para conmemorar el aniversario número 20 de la masacre. (Getty Images)
La indignación internacional por las masacres de Sabra y Shatila fue inmensa, e incluso dentro de Israel provocó protestas masivas. Como resultado, el Gobierno israelí encargó una investigación que culminó con el Informe Kahan en 1983, el cual concluyó que Israel era indirectamente responsable de las masacres, sin embargo, el informe no tuvo ninguna implicación punitiva.
Ariel Sharon fue obligado a dimitir como ministro de Defensa. Sin embargo, siguió siendo una figura política prominente y fue elegido como primer ministro del país en 2001. Sharon murió en 2014 “sin haber comparecido ante la justicia”, según denunció Human Rights Watch en un informe posterior.
La comunidad internacional, incluidas organizaciones de derechos humanos y la ONU, condenó la masacre y pidió justicia. Sin embargo, no se estableció un tribunal internacional específico para juzgar a los responsables.
En el Líbano, tampoco se llevaron a cabo juicios formales contra los responsables de la masacre. Las milicias falangistas involucradas, dirigidas por Elie Hobeika, no enfrentaron un juicio internacional o local por sus acciones durante la masacre.
Hasta el momento, ningún combatiente o funcionario libanés o israelí fue castigado por los crímenes cometidos, según denunció el mismo informe de Human Rights Watch, titulado: “El silencio del Líbano sobre Sabra y Chatila es vergonzoso”