Mientras Occidente flaquea, las naciones musulmanas lideran la diplomacia
Desde Europa hasta Oriente Medio y África, los diplomáticos musulmanes están llenando el vacío dejado por Occidente y liderando los esfuerzos para alcanzar acuerdos internacionales.
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El mayor protagonismo del liderazgo diplomático del mundo musulmán contrasta marcadamente con el crecimiento de la islamofobia en el siglo XXI. / Foto: AA. / Photo: AA Archive
El siglo XXI ha sido testigo de un aumento de la islamofobia en las naciones occidentales, que, al mismo tiempo, han tratado de imponer los valores occidentales y elegir bandos en disputas globales cada vez más violentas.
La gran ironía es que los diplomáticos musulmanes han ocupado el vacío de liderazgo político y están demostrando ser los grandes pacificadores del mundo.
Tras una serie de negociaciones mediadas por Türkiye, cinco rehenes tailandeses fueron liberados recientemente por Hamás en Gaza. Este fue el último ejemplo de un país con mayoría de población musulmana que dio un paso adelante para facilitar una diplomacia vital y llenar el vacío de liderazgo creado por Estados Unidos y sus socios occidentales.
Asimismo, hace apenas dos meses, en diciembre, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, anunció una "reconciliación histórica" entre Etiopía y Somalia tras las conversaciones de paz mediadas por Ankara.
Türkiye también reunió a Rusia y Ucrania para acordar la Iniciativa de Granos del Mar Negro, con el fin de proteger los tan necesarios envíos de alimentos y fertilizantes, incluso a los países en desarrollo.
Otros países islámicos también están asumiendo ese liderazgo. Juntos, Arabia Saudí y Türkiye mediaron la liberación de prisioneros occidentales de Rusia en septiembre de 2022.
Arabia Saudí fue anfitriona de una cumbre de paz anticipada en Ucrania ubicada en Yeddah en 2023. Los Emiratos Árabes Unidos han desempeñado quizás el papel principal en la negociación de la liberación bilateral de prisioneros de guerra rusos y ucranianos y de los restos de militares difuntos.
La islamofobia y Occidente
El protagonismo que están tomando los países de mayoría de población musulmana en la diplomacia global contrasta marcadamente con el crecimiento de la islamofobia en el siglo XXI.
La islamofobia no se inventó en 2001, pero los ataques terroristas del 11 de septiembre al World Trade Center de Nueva York y Washington DC provocaron su crecimiento en Estados Unidos y en el mundo occidental.
La islamofobia utiliza estereotipos dañinos y falsos para dañar a los musulmanes y la reputación del islam, a menudo propagados a través de desinformación de derecha. En la semana posterior al 11 de septiembre, tres personas fueron asesinadas en Estados Unidos,
Uno de ellos fue abatido a tiros porque se le confundió con un musulmán inmigrante debido al color de su piel y su barba, cuando en realidad profesaba el sijismo.
La tendencia continúa hasta hoy. Un informe del Centro Pew indicó que los crímenes de odio contra los musulmanes en Estados Unidos superaron los niveles de 2001 en 2016. Después de que comenzara la guerra entre Hamás e Israel en octubre de 2023, aumentaron aún más.
El sentimiento antiislámico desencadenó y reforzó el apoyo público a la guerra global contra el terrorismo liderada por Estados Unidos, que comenzó después del 11 de septiembre, primero con la invasión de Afganistán y la segunda guerra de Irak en 2003.
Se calcula que esto costó a los Estados Unidos ocho billones de dólares y provocó la muerte de 900.000 personas, la mayoría de ellas inocentes.
Asimismo, aceleró el proceso de entregas extraordinarias, por el cual los sospechosos eran secuestrados sin juicio previo y trasladados a países extranjeros, donde eran entregados a centros de detención estadounidenses, para luego ser interrogados y juzgados. En 2008, el Gobierno del Reino Unido se vio obligado a emitir una disculpa por su complicidad y apoyo a los vuelos de entregas de Estados Unidos.
La islamofobia parece estar muy extendida en la política británica. El Partido Laborista del Reino Unido, que está en el poder, ha sido acusado de islamofobia en el pasado por sus propios miembros.
El Partido Conservador del Reino Unido, en el poder entre 2010 y 2024, tuvo que disculparse en 2021 cuando un informe independiente sugirió que “el sentimiento antimusulmán sigue siendo un problema”.
En el escenario mundial, los países islámicos suelen ser criticados por lo que se percibe como fallos democráticos y por acusaciones de tener un historial débil en materia de derechos humanos.
Los derechos humanos y la democracia son los argumentos que esgrimen los burócratas europeos para frenar el avance de Türkiye hacia la adhesión a la Unión Europea, que parece permanentemente congelada.
Sin embargo, la mano de obra turca ayudó a impulsar el milagro económico de Alemania Occidental, aunque su presencia en el sistema de Gastarbeiter (trabajadores invitados) puede verse en el contexto de una relación de explotación arraigada en la superioridad racial.
Desde Sporty Spice hasta Rod Stewart, las celebridades occidentales y los llamados influencers hicieron cola para denunciar la exitosa Copa del Mundo de fútbol que se celebró en Qatar en 2022.
Es habitual que los medios occidentales informen sobre la inversión multimillonaria de Arabia Saudí en el deporte como una forma de renovar su imagen frente a las denuncias de abusos de los derechos humanos (el denominado lavado de imagen deportivo) o de encubrir el impacto medioambiental de sus actividades de extracción de petróleo (el denominado lavado de imagen verde).
Asimismo, se suele comparar a los países islámicos con China y Rusia, a los que en estos casos se describe como supuestas dictaduras, para argumentar que son esencialmente lo mismo: es decir, no son occidentales ni cristianos y, por tanto, son poco atractivos.
Los ciudadanos occidentales se han visto abrumados por una oleada de esfuerzos dirigidos por los gobiernos para promover la diversidad, la inclusión y la igualdad. Y, sin embargo, la avalancha de informes negativos sobre las naciones islámicas carece de cualquier sentido de valor por su diversidad cultural y religiosa, y de cualquier esfuerzo por hacer que los musulmanes se sientan aceptados y valorados en el Reino Unido o en otros lugares.
El doble discurso occidental
En los últimos veinte años, un nuevo término se ha infiltrado en el léxico occidental: el orden internacional basado en normas.
Esas normas nunca han sido definidas ni codificadas en un documento como la Carta de las Naciones Unidas de 1945, que busca genuinamente la paz, la dignidad y la igualdad en un planeta sano.
La diplomacia occidental, en cambio, ha optado por elegir a los ganadores en las disputas internacionales.
El orden internacional basado en normas es un término utilizado exclusivamente por un club occidental estrecho y prejuicioso, encabezado por los Estados Unidos, para decidir qué estados están “con nosotros o contra nosotros”, parafraseando a George W. Bush.
El siglo XXI ha sido testigo de un alejamiento casi total de la diplomacia convencional por parte de las potencias occidentales.
El Reino Unido y una Unión Europea cada vez más centralizada ya no se consideran moderadores benignos y convocantes en disputas globales. En cambio, han repudiado el diálogo, buscando sólo la victoria contra el bando en disputa que consideren su enemigo.
Lo vemos en la guerra entre Ucrania y Rusia, donde las potencias occidentales creen que una victoria imposible de Ucrania es preferible a una paz imperfecta.
Y durante la campaña genocida de Israel en Gaza, que mató a más de 48.000 personas inocentes, Estados Unidos y el Reino Unido, en particular, han sido poco entusiastas, en el mejor de los casos, en sus intentos de poner freno a un Benjamín Netanyahu cada vez más peligroso.
De hecho, el recién elegido presidente Donald Trump ha tratado de preservar a Netanyahu de rendir cuentas, sancionando a la Corte Penal Internacional y amenazando a quienes busquen llevar al primer ministro de Israel a juicio.
En este enorme vacío global de liderazgo político han entrado los países islámicos.
Qué irónico que, tras un aumento de dos décadas de la islamofobia y un alejamiento de la diplomacia convencional de las naciones occidentales moralizadoras, los diplomáticos musulmanes estén surgiendo como los pacificadores del mundo.