Bajo la sombra del trauma: niños en Gaza relatan el horror que han vivido
Casi la mitad de la población de la asediada Gaza son niños. Hablamos con cinco de ellos sobre el dolor que han soportado en los últimos y las pérdidas de sus familias. Estos son sus testimonios.
Con información de Hanan Farajallah
La mayoría de los niños en el mundo suele soñar con logros extraordinarios como convertirse en astronautas o estrellas del fútbol. Sin embargo, en Gaza, estos sueños resultan más simples y concretos, eclipsados por las sombrías realidades de la ocupación, la guerra y la supervivencia.
Aquí, los niños anhelan el fin de los bombardeos, el regreso a sus hogares y el pan suficiente para no tener hambre. A pesar de su corta edad, estos sueños se tejen con hilos de esperanza y unen sus deseos por vivir algo que se le parezca a la normalidad.
La desaparición de Mahmoud
Youssef, un niño de 13 años del campo de refugiados de Jabalia, norte de Gaza, tuvo que huir de casa cuando las fuerzas de ocupación israelíes invadieron el campamento. La familia de Youssef buscó refugio en una escuela de las Naciones Unidas.
Luego, el Ejército israelí también llegó a esa escuela y arrestó a su padre en noviembre de 2023. Los militares detuvieron además a su madre junto a otras mujeres palestinas en una de las aulas, y se llevaron a Yousef desnudo con su hermano Mahmoud y a más niños a otro salón de clases.
Youssef tenía una herida en la pierna, pero lo peor todavía no había sucedido.
Youssef dijo que vio cómo su hermano Mahmoud, de 10 años, murió quemado después de que un soldado israelí le prendió fuego en el refugio.
Su madre contó su historia: "Los soldados de la ocupación quemaron a mi hijo. El hermano de Youssef murió quemado delante de él. A Youssef no se le permitió mostrar su miedo: el soldado lo detuvo solo, desnudo".
Durante las actividades sociales en el refugio de la escuela, Youssef permanece siempre callado y no muestra ninguna reacción ante lo que sucede a su alrededor. Cuando habla, dice: "Lo que más extraño es ir al colegio. Con mi hermano. Y no hacer tanta fila para conseguir pan”.
Youssef, herido y traumatizado, ahora enfrenta cicatrices psicológicas que se manifiestan en ansiedad, aislamiento y miedo al fuego. Continuamente se muerde las uñas y las manos, se arranca el pelo y tiene dificultades para dormir y para comer. No tolera el ruido y siempre está solo, antisocial. Sus emociones están congeladas y huye de todas las personas.
La historia de Sara
Sarah, una niña de 10 años de Beit Lahia, relata los horrores de los que fue testigo mientras su familia huía del ataque de la ocupación israelí. Cuando miras a Sarah, ves a una niña de ojos cálidos llenos de miedo y recuerdos. Ella vivía en una casa grande en Beit Lahia con sus padres y su hermano hasta que las fuerzas israelíes irrumpieron en su ciudad natal, devorando y sembrando muerte en cada rincón.
Ella escapó con su familia a otra ciudad del sur, Tal Al-Hawa, donde creyeron que estarían a salvo. Sin embargo, ningún lugar es seguro en Gaza.
Las fuerzas de ocupación israelíes ingresaron al hospital Al-Quds en Tal Al-Hawa a finales de noviembre de 2023. Arrestaron a los hombres y separaron a las mujeres de los niños. Después de dos días, permitieron que las madres y los niños partieran hacia el hospital de Al-Shifa.
Sin embargo, Sarah inocentemente quería estar con su padre. Por eso le preguntó a uno de los soldados israelíes si su papá podía acompañarla, pero en respuesta el militar lo mató delante de sus ojos.
"Cuando el soldado de ocupación israelí me vio llorar y negarme a irme, hizo una mueca de rabia, mató brutalmente a mi padre y cruelmente me agarró el pelo desde la frente y me golpeó con fuerza la nuca contra la pared mientras se reía. Luego me gritó que ,e fuera con mi madre al hospital Al-Shifa antes de que me matara a mí también”, relató.
Después de llegar al hospital Al-Shifa, la hambruna se extendió por el norte de Gaza. La madre de Sarah iba sola a buscar comida para sus hijos. Un día, en medio del bombardeo, murieron palestinos que fueron a la rotonda de Kuwait a recoger algo de comida. Entre ellos estaba su madre.
Cuando el soldado de la ocupación israelí me vio llorar y negarme a irme, hizo una mueca de rabia, mató brutalmente a mi padre y cruelmente me agarró el pelo desde la frente y me golpeó con fuerza la nuca contra la pared mientras se reía. Luego me gritó que ,e fuera con mi madre al hospital Al-Shifa antes de que me matara a mí también”
Sarah se quedó sola con su hermano y vivió junto a sus vecinos desplazados. En marzo de 2024, las fuerzas de ocupación israelíes atacaron el hospital de Al-Shifa y les ordenaron a todos, incluidos mujeres y niños, que abandonaran la zona hacia el sur de Gaza.
El miedo consumió a Sarah y los latidos de su corazón no cesaron. Tomó la mano de su hermano de 16 años, el único miembro de la familia que le quedaba vivo, para no perderlo a él también. Pero lo perdió corriendo de un lugar a otro para ponerse a salvo.
Sarah llegó al campo de Nuseirat, en el centro de Gaza, y ahora está con otra familia que la cuida. Sin embargo, Sarah continúa buscando a su hermano en cada rostro que ve, deseando algún día poder encontrarlo y que esté con ella.
Huérfana y traumatizada, Sarah lucha con ciertos patrones de habla, recuerdos recurrentes, pérdida de concentración, pesadillas, sonambulismo, gritos, hiperactividad, habla excesiva, inapetencia, olvidos y síntomas físicos como dolor de estómago, diarrea y dolor muscular.
El trauma de Ragad
Ragad Siam, una niña de nueve años del centro de Gaza, vive cerca de la línea de separación israelí entre el norte y el sur del enclave. En la familia, su padre es sordo y su madre murió de cáncer cuando Ragad tenía sólo cinco años.
Tiene una hermana mayor de 19 años y una hermana menor, Juri, de siete años. Tras la muerte de su madre, a Ragad la cuidaba su madrastra, a quien también perdió trágicamente en un accidente automovilístico a la edad de siete años.
Ragad Siam, una niña de nueve años del centro de Gaza, vive cerca de la línea de separación israelí entre el norte y el sur de Gaza y ha sido desplazada constantemente (Foto: cortesía de Mariam Khateeb).
Esta serie de pérdidas dejó a Ragad profundamente afectada, por lo que desarrolló rasgos antisociales y depresión. Su situación empeoró cuando las fuerzas de ocupación israelíes bombardearon su casa durante la ofensiva actual. A su familia la sacaron con viva de entre los escombros de su casa.
Ragad sobrevivió, pero perdió la audición en el oído izquierdo. Recibió un audífono que le donaron sus familiares el 13 de octubre de 2023. Sin embargo, mientras huía del bombardeo israelí hacia el sur de Gaza en marzo, Ragad perdió su audífono en el campamento de Nuseirat, lo que la dejó incapaz de oír correctamente una vez más.
La agresión israelí ha traído más dificultades a la familia de Ragad. Su padre, que ya era sordo, ahora está desempleado. Su hermana mayor se ha convertido en el principal sostén de la familia y vende pan para mantenerlos a todos.
El sonido constante de los bombardeos y las explosiones ha afectado gravemente la salud mental de Ragad, y ahora sufre pesadillas, se muerde las uñas, tiene miedo y micción involuntaria. También se ha vuelto cada vez más retraída, incapaz de interactuar con los demás o de responder a su entorno. Su familia debe buscarla constantemente ya que ella se aísla con frecuencia.
Los arrepentimientos de Menna y Shaaban
Menna Nidal, una niña de 13 años del campamento de Bureij en el centro de Gaza, comparte las desgarradoras experiencias que ha tenido que soportar su familia al tener que huir constantemente de una zona a otra para salvar sus vidas.
"En marzo de 2024, nos vimos obligados a huir de nuestro hogar cuando las fuerzas de ocupación israelíes bombardearon la casa de nuestro vecino, causando daños importantes a la nuestra. Huimos a la casa de mi tía en el campo de Nuseirat, pero pronto el bombardeo también nos alcanzó allí. Luego buscamos refugio en la casa de mi tío en la calle Salah al-Din. Dos semanas después, la zona vecina fue bombardeada y apenas logramos escapar con vida ya que todo el complejo fue destruido, matando a muchas familias".
La segunda noche fue para nosotros la de la muerte oscura. Las fuerzas israelíes volvieron a bombardear nuestra casa, matando a mi madre y a mis hermanos. Mi padre resultó gravemente herido y yo sufrí heridas leves, fracturándome la pierna izquierda"
Después de una invasión terrestre en el centro de Gaza, Menna y su familia se vieron obligados a trasladarse nuevamente, esta vez a Rafah. "Buscamos refugio con familiares en Rafah durante más de un mes y medio. Pero pronto, las fuerzas de ocupación israelíes comenzaron a amenazar y bombardear la zona, por lo que regresamos al campamento de Nuseirat. Poco después, las fuerzas de ocupación israelíes invadieron el norte del campamento de Nuseirat sin previo aviso, lo que nos obligó a huir de nuevo".
La vida se volvió extremadamente difícil para Menna y su familia, quienes ya vivían sin agua, electricidad ni alimentos, temiendo constantemente por sus vidas y huyendo de una zona a otra. Para sobrevivir, se alternaban en dos áreas diferentes: pasaban los días en su casa bombardeada y las noches en la casa de un familiar.
Las cosas empeoraron cuando las fuerzas israelíes invadieron una vez más el campamento de Nuseirat y Al-Zawaida en el centro de Gaza, lo que provocó más evacuaciones. Al final, la familia no tuvo más remedio que vivir bajo los escombros de su casa en el campo de Bureij.
Menna relata la noche del ataque que lo cambió todo. "La segunda noche fue la de la muerte oscura para nosotros. Las fuerzas israelíes bombardearon nuestra casa nuevamente, matando a mi madre y a mis hermanos. Mi padre resultó gravemente herido y yo sufrí heridas leves, rompiéndome la pierna izquierda".
Al describir esa trágica noche, Menna tiembla de miedo. "Estábamos dormidos y a las 3 de la madrugada me desperté con un sonido que nunca había oído. Dormí junto a mis hermanos Shahad, Shaaban y Majdi esa noche. Shaaban, asustado, decidió dormir en el centro de acogida, así que tomó su colchón porque no teníamos suficientes camas. Me desperté con los gritos de mi madre y mis hermanos, y de repente se hizo el silencio”.
“Mi madre murió instantáneamente por un misil que le impactó en la cabeza. Mi hermano Magdy quedó con los miembros amputados y murió instantáneamente. Seguí gritando y llamando. Entonces escuché una voz que decía: 'Estoy aquí, Baba. Ten paciencia y no tengas miedo. Los vecinos nos oirán y vendrán a rescatarnos'”, continuó Menna.
“Nos quedamos desde las tres de la mañana hasta las seis y media hasta que llegaron los vecinos, familiares y la ambulancia para llevarnos al hospital".
El padre de Menna sufre ahora una fractura de columna y está paralizado. "No hay atención médica y todavía estamos sin hogar", relató Menna, llorando.
"¿Por qué te fuiste, mamá, y no me llevaste contigo?"
El hermano de Meena que sobrevivió, Shaaban, de 17 años, sigue repitiendo: "El último llanto de mi madre todavía está grabado en mi mente". Menna se tapa los oídos, horrorizada por los recuerdos. Shaaban añade: "Solía amar la vida porque mi madre estaba allí, pero ahora amo la muerte y desearía haber muerto con mi madre".
El trauma continúa
Las historias de Youssef, Sarah, Ragad, Menna y Shaaban no son aisladas. Miles de niños palestinos enfrentan traumas similares por esta brutal agresión de Israel en Gaza.
Al ser testigos de la muerte, la destrucción y el desplazamiento, estos niños deben navegar por un mundo marcado por la guerra, la violencia y las pérdidas. Esa es la amarga realidad y el genocidio infligido por las fuerzas de ocupación israelíes en sus formas más horribles.
El camino hacia la sanación de los niños de Gaza pasa por poner fin a la ocupación. Sólo desmantelando las fuerzas opresivas que han causado tanta devastación podrán los niños palestinos tener esperanza de reconstruir sus vidas destrozadas.
Es un camino lleno de desafíos, pero debe comenzar si estas almas jóvenes quieren encontrar consuelo y recuperar su infancia robada.