Criar a un niño con síndrome de Down entre las bombas de Israel en Líbano
Nada y su hijo de tres años llevan 12 meses huyendo de las bombas israelíes en el sur del Líbano. Se refugian donde pueden. El tiempo pasa y no sabe cuánto aguantará el niño sin atención médica.
Beirut, Líbano – Nada y su familia llevan un año entero con la casa a cuestas. En octubre de 2023 dejaron por primera vez su pueblo de Rab el-Tlatín, en la frontera del Líbano con Israel. Huían de las bombas de Tel Aviv contra Hezbollah, grupo que empezó a intercambiar fuego con el país vecino después de que Israel lanzara su ofensiva sobre Gaza tras una incursión de Hamás el 7 de octubre.
Lo último que necesitaban Nada y su hijo Ali, de tres años, era un conflicto. Ali tiene síndrome de Down, y necesita atención médica y psicológica, algo que la agresión israelí le arrebató por completo cuando forzaron a su familia —y a otras miles— a huir de sus pueblos.
De huída en huída
Hace un año, el pequeño Ali y sus padres buscaron refugio en otros pueblos del sur de Líbano, cercanos a la frontera. Pero todo cambió a finales de septiembre, cuando Israel anunció una invasión terrestre en el país, y obligó a más de un millón de personas a escapar hacia otras regiones del país.
Entre ese 1,2 millón de desplazados estaban Ali, Nada y su marido. El 2 de octubre, la familia se asentó en un piso del Dahie, los suburbios del sur de Beirut donde vive un gran porcentaje de la minoría musulmana chií de la ciudad. Pero la situación en el barrio se tornó insufrible: Israel lo declaró objetivo militar, y algunas noches debieron soportar más de treinta bombardeos a pocos metros de su casa.
Nada decidió huir de allí también y, desde entonces, se refugian en el Skybar, uno de los principales centros de festejos de Beirut que se ha reacondicionado como hogar para 400 desplazados del sur del Líbano y del Dahie. “Me enteré por la televisión de que habían abierto este lugar, y vinimos aquí. No tenemos la posibilidad de alquilar una casa, porque algunas personas están aceptando alquileres mucho más altos de lo habitual. Dos habitaciones por 2.000 dólares. Así que decidimos venir aquí. En este lugar me siento segura, feliz y cómoda, porque hay de todo”, explica Nada.
"Ali, que tiene síndrome de Down, necesita atención médica y psicológica. Su madre, Nada, teme por su futuro mientras la guerra en el Líbano arruina las posibilidades de una vida normal". Foto: Edgar Gutiérrez.
Ni el Estado ni las ONG pueden ayudar
Las últimas tres semanas, Ali se ha encerrado en sí mismo y no mira a nadie más que a su madre. “Era muy espabilado, no quiero que se estanque”, dice Nada entre lágrimas. Su marido explica que es un gran hombre que “no tiene miedo. Lo que pasa es que no podemos tenerlo encerrado más tiempo. Tenemos que encontrarle una escuela”.
Uno de los mayores desafíos es la infraestructura educativa. Los bombardeos y los enfrentamientos han destruido las escuelas o las han dejado con daños graves, lo que les impide a muchos niños asistir a clases de forma regular. Incluso en las zonas donde los colegios siguen en pie, las condiciones son inadecuadas, con aulas abarrotadas, falta de materiales didácticos y edificios inseguros que no ofrecen un ambiente propicio para el aprendizaje.
Pese a todo, Ali ha encontrado en el Skybar un remanso de paz por primera vez en un año: “En este lugar se ocupan totalmente de mi hijo, hemos conseguido que baile por fin”, cuenta su madre. Pero Nada sigue sin conciliar el sueño por las noches: “Lleva más de un año sin ir a la escuela, sin que lo vea un médico. Lo único que quiero para él es que se eduque, porque es muy inteligente. Pero nos estamos volviendo todos locos, él incluido. Tengo miedo de que los daños sean irreversibles”, reconoce.
Los padres de Ali han movido cielo y tierra para encontrar un pedagogo desde que llegaron a Beirut. Las plazas de las pocas escuelas de educación especial gratuitas están colapsadas, y no parece haber ONG que puedan ayudarles.
Nada siente que cada día que pasa es un día perdido para su hijo: “Me siento muy triste por mi hijo. Sin escuela, sin cuidados, y no sé qué hacer. ¿Cuál es su destino? ¿Adónde nos lleva ahora la vida? No lo sé, yo sólo tengo a este niño”.
"'Me siento triste por mi hijo. Sin escuela, sin cuidados, y no sé qué hacer', confiesa Nada, temiendo que cada día que pasa sea una oportunidad perdida para el desarrollo de Ali". Foto: Edgar Gutiérrez.
Una generación en riesgo
Nada tampoco está buscando otra casa por el momento. “No tengo energía para ir a otro sitio, estoy totalmente deprimida”, confiesa. “Llevamos un año de pueblo en pueblo, sin comida, sin destino. Me siento triste, porque en primer lugar nuestro país está sufriendo. Deberíamos pasarlo bien con nuestros hijos y nuestra familia, y no escapar de un sitio a otro por culpa de la guerra”, asevera la madre de Ali.
El conflicto también ha exacerbado la pobreza, lo que obliga a muchas familias como la de Nada a priorizar la supervivencia sobre la educación. Con padres desempleados o mal remunerados, muchas familias no pueden permitirse costear centros privados de educación o de atención médica.
Las partidas que llegan de farmacias voluntarias tampoco incluyen los medicamentos que Ali necesita, y las horas muertas fuera de la escuela están apagando su niñez. Su madre solo aguarda que el conflicto termine: “Espero que Israel sea destruido porque los niños están sufriendo. Mientras Israel esté en Oriente Medio, todo Oriente Medio sufrirá. Tendremos una guerra cada cinco años y los niños seguirán sin poder crecer sanos y educados”.
El Líbano enfrenta el riesgo de ver crecer a una generación de niños sin acceso a una educación de calidad, algo que impactará a largo plazo para el desarrollo del país. Aunque hay esfuerzos por parte de organizaciones internacionales y locales para rehabilitar escuelas y proporcionar educación en áreas de conflicto, los desafíos son enormes.
Mientras espera una solución para su pequeño, Nada estalla en un ataque de cólera: “El Estado no hace nada, este país es un chiste, y mi hijo va a volverse loco dentro de esta discoteca”. Y al final concluye: “Si no acaba la guerra, la guerra va a acabar con nosotros”.
"La vida de Ali y su familia ha sido puesta en pausa por la guerra. 'Mientras Israel esté en Oriente Medio, todo Oriente Medio sufrirá', afirma Nada, agotada por el conflicto". Foto: Edgar Gutiérrez.