El desmantelamiento de la UNRWA: Israel contra el retorno palestino
Mientras Israel cierra la UNRWA en Gaza y la Cisjordania ocupada, la medida responde a un objetivo estratégico: socavar la liberación nacional palestina y el derecho al retorno.
Un ataque calculado contra Palestina
Esta semana entra en vigor la prohibición israelí sobre la Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos (UNRWA), poniendo fin a sus servicios en sus dos principales áreas de operación en Palestina: Gaza y Cisjordania ocupada, incluida Jerusalén Este.
Establecida en 1949 en respuesta a la Nakba, la UNRWA tenía la misión de brindar ayuda humanitaria y proteger los derechos palestinos hasta alcanzar una solución justa a la crisis de los refugiados. En el centro de esta misión está el derecho inalienable de los palestinos al retorno, un derecho que Israel ha negado sistemáticamente.
Más allá de los 5,4 millones de refugiados registrados por la UNRWA, al menos cinco millones más han sido desplazados a la fuerza por la colonización sionista. El derecho al retorno les pertenece a todos.
En octubre, el parlamento israelí aprobó dos leyes dirigidas contra la UNRWA. La primera prohíbe que la agencia opere dentro de las fronteras de 1948. La segunda impide que los funcionarios israelíes mantengan cualquier tipo de contacto con la organización.
Estas leyes buscan despojar a los palestinos de su derecho a una patria y debilitar aún más a la agencia que los atiende. Además, son la culminación de décadas de ataques de Israel y sus aliados con el objetivo de desmantelar la UNRWA como parte del proyecto colonial sionista.
Para los 2,1 millones de palestinos en Gaza, esto asestará un golpe devastador a los esfuerzos por reconstruir sus hogares y restaurar la infraestructura destruida por la violencia israelí. También dificultará aún más la supervivencia diaria en medio de la escasez de alimentos y recursos básicos.
En Cisjordania y Jerusalén Este, 49.000 estudiantes perderán el acceso a la educación de la UNRWA. En Jerusalén, los niños serán sometidos a un currículo israelí que distorsiona, deshumaniza y borra su historia y cultura.
Casi un millón de palestinos se quedarán sin atención médica. Además, la pérdida de miles de empleos profundizará la precariedad económica, perpetuando el ciclo de subdesarrollo impuesto.
Mujeres ingresan al Centro de Salud de la UNRWA en la Ciudad Vieja de Jerusalén (Reuters/Sinan Abu Mayzer).
Objetivos políticos y estrategias neoimperialistas
El desmantelamiento de la UNRWA no es solo una crisis humanitaria, sino una maniobra política. El sionismo ha destinado Palestina a la desaparición como parte de una estrategia regional más amplia. En este marco imperialista, EE.UU. y la UE financian la opresión, Israel la ejecuta, la burguesía local colabora y la ONU proporciona una fachada de legitimidad.
La prohibición de la UNRWA coincide con un cambio en la táctica israelí. Aunque la intensidad del genocidio en Gaza ha disminuido momentáneamente, la violencia en Cisjordania—especialmente en los campos de refugiados de Yenín y Tulkarem—se ha intensificado. Las fuerzas sionistas recurren a bombardeos para destruir infraestructura esencial, bloquear el acceso a la atención médica y forzar evacuaciones masivas, mientras continúan con la expansión de asentamientos y arrestos masivos.
Desde 1948, Israel ha desplazado a más de 10 millones de palestinos, en su mayoría descendientes de la Nakba, separándolos de su tierra natal. El derecho al retorno amenaza los cimientos del sionismo porque desafía la realidad colonial de Israel, construida sobre la destrucción y el desplazamiento.
Los ataques del eje sionista-occidental contra la UNRWA buscan despolitizar su mandato y consolidar el estatus de los refugiados palestinos como una crisis humanitaria permanente, gestionada pero nunca resuelta.
La dependencia de la UNRWA de financiamiento extranjero la ha transformado en una entidad semiempresarial, sujeta a la volatilidad de donantes que, bajo el disfraz del humanitarismo, tratan a los palestinos como sujetos desechables dentro de la expansión imperialista occidental.
Así, los palestinos quedan atrapados en una estructura global diseñada para despojarlos de su autonomía. Esto se refleja en el hecho de que ninguno de los altos funcionarios de la UNRWA son palestinos, tomando decisiones por 5,4 millones de refugiados, pero a menudo en contra de su lucha por la liberación nacional.
¿Integración?
Mientras tanto, el imperialismo estadounidense ha dado otro golpe al congelar todos los proyectos de USAID, excepto en Israel y Egipto, y suspender la ayuda militar a todos los países excepto Israel, Egipto y Jordania.
La suspensión de USAID es una herramienta de presión para absorber a los miles de palestinos que la brutal ofensiva israelí pretende expulsar en los próximos meses. En Jordania, donde USAID financia servicios públicos esenciales, este recorte busca obligar al país a participar en el plan de reubicación forzada de palestinos, promovido abiertamente por EE.UU. en Egipto y Jordania.
En los últimos años, se han planteado propuestas para integrar a los refugiados palestinos en los países de acogida o reasentarlos en terceros países como supuesta vía para garantizar sus derechos.
Si bien el acceso a derechos civiles y políticos en el exilio es crucial, estas propuestas no deben ser utilizadas para eclipsar la lucha central por el retorno. En este momento, tales narrativas corren el riesgo de legitimar las expulsiones forzadas bajo la apariencia de soluciones legales, borrando la causa palestina de la agenda global.
Los derechos de los palestinos no deben ser instrumentalizados para minimizar su lucha histórica ni para facilitar nuevas expulsiones.
El momento del retorno
Una solución justa no puede surgir de las mismas instituciones y estructuras que han perpetuado la opresión del pueblo palestino y el saqueo de su tierra durante décadas. Tales alternativas solo reciclan su sometimiento.
La respuesta está en la resistencia de los propios palestinos. Durante los últimos 16 meses, a pesar de más de un siglo de despojo y exilio, incluidos 480 días de aniquilación colonial, los palestinos han transformado el retorno de un sueño distante en una realidad tangible.
A medida que los desplazados regresan a sus hogares destruidos en Gaza, Beit Lahia, Jabalia y Beit Hanoun, comienza una nueva “Gran Marcha del Retorno”. El 80 % de la población de Gaza es descendiente de palestinos expulsados de 247 aldeas en el centro-sur de Palestina durante las masacres sionistas.
Esta debe ser la base de cualquier solución justa y duradera: restaurar a los palestinos en sus hogares, su tierra y su dignidad, de la que han sido privados durante demasiado tiempo.