Era un chef influencer en Gaza, lo perdió todo y ahora alimenta refugiados
Hamada Shaqoura publicaba reseñas de prestigiosos restaurantes en Gaza. Las bombas de Israel destrozaron su casa y su vida. Pero lo convirtieron en un líder solidario que alimenta a 700 desplazados.
"¿Quién iba a pensar que un día estaría cocinando para sobrevivir, en lugar de hacerlo por placer?": Hamada Shaqoura revuelve una olla gigante de arroz con leche, y el aroma se extiende entre decenas de niños en un campamento de refugiados en Jan Yunis, en el sur de Gaza.
Hace unos meses, su vida era otra. A los 33 años, este chef palestino tenía un blog de cocina, preparaba platos locales, delicias internacionales, publicaba reseñas de restaurantes de moda y sus videos mostraban de fondo una Gaza vibrante, animada y llena de sabores. Pero todo estaba por cambiar muy pronto.
La vida antes y después de las bombas
"Aquí en Gaza, éramos un crisol de sabores internacionales. Teníamos restaurantes italianos, chino, mexicanos", Hamada evoca el pasado en conversación con TRT Español, y sonríe. "Cada experiencia era única y me encantaba compartirla con mis seguidores".
El contraste entre aquel Hamada gourmet y el actual cocinero de emergencia es tan marcado como el antes y después de Gaza.
Llevaba dos años casado cuando se desató la escalada de bombas, destrozos y muerte. Soñaba con un hogar y una familia feliz. Nada de eso pudo ser.
El 7 de octubre de 2023 fue el comienzo de una nueva pesadilla para Gaza, y también el nacimiento involuntario de un nuevo Hamada.
Su casa fue bombardeada, los restaurantes que solía reseñar se transformaron en escombros. Cuatro veces se vio forzado a cambiar de hogar: de su casa destruida pasó a la de su hermano. De allí, al campo de refugiados en Jan Yunis. De Jan Yunis a Rafah. Y al final -o por ahora- de regreso a Jan Yunis.
Cada plato que distribuye entre los niños es un acto de resistencia, y cada receta improvisada es una victoria ante la desesperanza. (Foto: Hajar Elkahlaoui)
De recetas gourmet a cocinero de emergencia
La transición de bloguero gastronómico a cocinero de emergencia fue tan abrupta como desafiante. Con recursos escasos y en condiciones precarias, Hamada tuvo que reinventarse para alimentar a cientos de personas desplazadas como él y su familia.
Como padre primerizo sentía la responsabilidad de alimentar no solo a su hijo, sino a todos los niños del campamento. "Ser padre en medio de este infierno”, confiesa, “me hizo ver a cada niño como si fuera mío”.
A pesar de las dificultades, Hamada y su equipo ya han preparado más de 110.000 comidas desde marzo a los refugiados. Un logro en medio del desastre.
"Hoy cada receta que adapto, cada plato que sirvo, es una forma de mostrar al mundo que nuestros niños merecen la misma oportunidad de crecer sanos y felices que cualquier otro", dice.
Sus recetas gourmet se redujeron a latas de conserva, y lo poco que se podía conseguir en mercados devastados. Pero aún así, no se detuvo.
No estaba solo. En una iniciativa conjunta entre WaterMelon Relief y World Central Kitchen (WCK) le proporcionaron estufas de leña. Y recibieron una cocina de gran escala para preparar grandes cantidades de alimentos.
"No recibo un salario", aclara. "Pero las organizaciones me proporcionan los ingredientes y el equipo necesario. Es un trabajo en equipo". (Foto: Hajar Elkahlaoui)
Creatividad culinaria como resistencia
Ante la adversidad, Hamada se vuelve día a día más creativo. Cada plato que distribuye entre los niños es un acto de resistencia, y cada receta improvisada es una victoria ante la desesperanza.
Si falta mayonesa para sándwiches, Hamada crea una versión alternativa con leche, vinagre y queso. La premisa: que la escasez no se note.
"Tras meses de asedio, la comida se convirtió en un lujo. Lo que antes eran ingredientes básicos ahora son tesoros. Tuve que aprender a crear sabores de la nada, a convertir latas insípidas en platos que pudieran, aunque sea por un momento, devolver la sonrisa a estos niños. Quiero que la gente olvide el horror que estamos viviendo. Aunque sea por un momento", comenta.
Mientras tanto, la crisis alimentaria en Gaza alcanza niveles alarmantes. Según la Organización Mundial de la Salud, este año aproximadamente 15.000 niños han sido diagnosticados con malnutrición aguda –3.288 de ellos son casos severos–. Organizaciones como Oxfam y ONU han acusado a Israel de usar el hambre como arma de guerra, una práctica que viola flagrantemente el Derecho Internacional Humanitario.
"Cuando veo las caritas de los niños que se iluminan mientras comen mis platos, siento que cumplo un rol importante”, se entusiasma Hamada. “No puedo detener las bombas, pero puedo darles de comer".
Hamada recibe mensajes de apoyo de todo el mundo, cada uno un pequeño faro de esperanza en medio de la oscuridad. (Foto: Hajar Elkahlaoui)
Ayuda en medio de agresiones
La labor de Hamada no pasó desapercibida. Gracias al apoyo de organizaciones humanitarias como WaterMelon Relief, World Central Kitchen y Heal Palestine ha podido ampliar su tarea. Ahora hasta cuenta con cocina móvil.
"No recibo un salario", aclara. "Pero las organizaciones me proporcionan los ingredientes y el equipo necesario. Es un trabajo en equipo".
Sin embargo, esta colaboración no está exenta de peligros. En abril de 2024, siete trabajadores de World Central Kitchen fueron asesinados en un ataque de las fuerzas de ocupación de Israel, a pesar de viajar en vehículos claramente identificados. Este incidente, lejos de ser aislado, se suma a una lista trágica: según la ONU, la crisis en Gaza ha cobrado la vida de 152 miembros de su personal, la mayor pérdida en la historia de la organización.
A pesar de los riesgos, Hamada persiste, como todo héroe. "Cada día”, dice, “es una nueva batalla". Hoy en día, alimenta entre 500 y 700 refugiados.
Sus redes sociales también se han transformado. Sus publicaciones, que antes mostraban deliciosos platos, ahora revelan la cruda realidad de Gaza. "Con cada foto y cada video que subo, intento abrir una ventana al mundo sobre nuestra realidad", señala.
Hamada sirve y sirve más raciones a niños refugiados que esperan, ansiosos, el mejor momento de sus días. (Foto: Hajar Elkahlaoui)
El sueño cumplido de un niño y el apoyo de la familia
La respuesta de la comunidad, tanto local como internacional, ha sido abrumadora. Hamada recibe mensajes de apoyo de todo el mundo, cada uno un pequeño faro de esperanza en medio de la oscuridad. Pero las historias locales son las que más lo conmueven.
"Una vez, en Rafah, un niño me pidió shawarma", recuerda. "Cuando volví otro día, se lo preparé. Su reacción me conmovió profundamente. Hoy cada vez que me ve, se emociona y me pide que le cocine sus platos favoritos".
Equilibrar su trabajo comunitario con el cuidado de su familia es un desafío constante. "Algunos días son dedicados completamente a mi familia", explica. "Otros paso horas cocinando para la comunidad. Mi familia lo entiende y me apoya. Esta experiencia reafirmó mi creencia de que, como comunidad, estamos entre los más resilientes del mundo".
Hamada sirve y sirve más raciones a niños refugiados que esperan, ansiosos, el mejor momento de sus días. Y, mientras cocina, Hamada sueña.
"Sueño con el día en que esta pesadilla termine y podamos reconstruir no solo nuestra escena gastronómica, sino también nuestras vidas. Imagino restaurantes llenos de risas, mercados rebosantes de colores y aromas, familias compartiendo comidas sin miedo." Un sueño que es y debiera ser, en definitiva, la vida misma. Sin espacio para los abusos, ni los atropellos, ni los perpetradores.