Libaneses quedan sin hogar tras ataques de Israel: “Han destruido mi casa”

Los bombardeos israelíes han desplazado a cerca de un millón de personas en todo Líbano, según autoridades. Ahora duermen en refugios, en hoteles o en la calle. Estos son algunos de sus testimonios.

Muchos desplazados no tienen la posibilidad de dormir bajo un techo. / Foto: Miguel Flores
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Muchos desplazados no tienen la posibilidad de dormir bajo un techo. / Foto: Miguel Flores

Beirut, Líbano - Desde el 23 de septiembre, más de 900 personas han perdido la vida por causa de bombardeos de Israel contra el Líbano, lo que ha impulsado un éxodo en el este y el sur del país.

Jadiya forma parte del millón de desplazados que ha huido de los ataques contra civiles en el país. Esta mujer de 63 años viajó de su pueblo en el sur del Líbano a Beirut, la capital, buscando un lugar seguro para ella y su familia.

“Me duele todo, y estoy destrozada, pero si Dios quiere este esfuerzo ayudará a cambiar las cosas”, comenta desde una escuela de hostelería convertida en refugio a la que acaba de llegar con su marido.

En la travesía hasta Beirut, Jadiya perdió a una sobrina que había emprendido el mismo camino poco después que ella. Se quedó organizando el desalojo en el pueblo y, cuando fue a salir de casa, ya era demasiado tarde.

Por suerte, se había llevado a la hija de su sobrina para arriesgarse lo menos posible a que la niña presenciara los bombardeos. Ahora, ella y su marido se han hecho cargo de la huérfana. Los tres se quedan en un cubículo del edificio sin electricidad ni colchones. Se preguntan cuándo podrán volver a su huerto justo al sur del río Litani, en una zona que Israel pretende desmilitarizar.

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En los pasillos del edificio, Jadiya ve a alguien del pueblo vecino. Es otra madre de familia. “¿Compartimos?”, pregunta. Se refiere a la caja de artículos para el hogar que el Gobierno libanés proporciona para cada dos familias. “Es de chiste, vamos a necesitar ir a un supermercado algún día”, avisa a su compañera.

Más allá de las limitadas ayudas del Gobierno, los desplazados que llegan a este centro son recibidos por varias ONG.

Los hoteles, el lujo de pocos

Amm Ali es alcalde de Haris, un pequeño pueblo cerca de la frontera con Israel, quien ha podido darle a toda su familia una suite a las afueras de Beirut.

Es un gran lujo, pero el dueño del hotel donde duerme ha intentado que no sea así: “Para seis personas, pedimos 130 euros la noche. Es un precio bastante inferior al que solemos cobrar, lo hacemos por solidaridad con nuestros paisanos”, explica a TRT Español el gerente del establecimiento.

Muchos apartamentos y hoteles han tomado la misma iniciativa. La mayoría de las habitaciones de la capital están reservadas por el momento. Otros propietarios se han aprovechado de la situación y han aumentado los precios.

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El ‘tío’ Ali —eso quiere decir amm en árabe— observa a sus nietas corretear por el jardín del hotel. “No podemos ocultarles la verdad”, dice, “ni tampoco nos interesa esconder que su pueblo tiene un enemigo. Yo deseo que mis nietas crezcan sabiendo que su tierra está en peligro por un Ejército que busca invadirla. Así crecerán con el sentido de la justicia y de la liberación del Líbano”, espera. “Eso es, quiero nietas libertadoras. Eso no quiere decir que quiera que empuñen armas. Pueden luchar por el Líbano con el bolígrafo y con su voz. De hecho, lo preferiría”, dice.

Dormir en la calle

Pero hay quienes no tienen la suerte de dormir bajo un techo. En la Corniche, el paseo marítimo del centro de Beirut, duermen desde el viernes pasado cientos de personas que no tienen dinero para una habitación ni la suerte de entrar en los refugios. Hay familias sirias, que no son aceptadas en los colegios públicos ni reciben la ayuda de muchas ONG.

“No entendemos por qué somos menos. Venimos de un refugio en el este de la ciudad y nos han dicho que no admiten a sirios. Solo nos queda la calle. O eso o volver a Siria”, dice Fátima, que duerme en la playa de Ramlet al-Baida con sus cinco hijos, sus nueras y sus 12 nietos.

Para algunos, la otra opción que barajaba la familia de Fátima ha sido la elegida. En la última semana, 100.000 personas han cruzado del Líbano a Siria empujadas por las bombas sionistas.

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Jadiya forma parte del millón de desplazados que ha huido de los ataques contra civiles en el país. (Foto: Miguel Flores)

Resistencia

En la otra punta de la Corniche está el barrio de Achrafieh, corazón del Beirut cristiano. Por sus calles se respira un silencio riguroso. En un pequeño supermercado, familias enteras hacen acopio con la intención de no salir de sus casas hasta que se sepa qué pasará tras el asesinato de Hassan Nasrallah, líder de Hezbollah, a manos de Israel. El dueño de una frutería se debate si cerrar o no.

“La gente sigue viniendo, pero quiero irme ya a mi casa. Tengo que cruzar medio Beirut para volver y dicen que hay gente disparando por ahí. Regresaré antes de que la cosa empeore”, dice tras encontrar la determinación.

Un peluquero se resiste a que el asesinato de Nasrallah altere su rutina de sábado. Tras "un verano muy malo", en referencia a la economía, dice que prefiere “perder el tiempo en la peluquería a que venga alguna clienta y la encuentre cerrada".

Hiba, estudiante de mercadeo, es una de las clientas de este peluquero. Hasta hace dos semanas vivía en el Dahie, una zona muy densamente poblada de Beirut donde tiene su feudo Hezbollah. La familia de la mujer de 21 años abandonó este barrio tras los ataques israelíes del 17 de septiembre, cuando miles de localizadores electrónicos (o “buscas”) estallaron por todo el país. Cientos de personas murieron, y muchos decidieron buscar refugios en zonas del Líbano consideradas menos peligrosas.

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Desde entonces, los libaneses han continuado sufriendo agresiones israelíes día tras día. El 18 de septiembre, Israel lanzó un ataque similar con bípers supuestamente operados por Hezbollah. Mientras, sus ataques sobre el sur del Líbano, el valle de la Becá y Beirut se intensificaron.

El lunes 23 fue el día más letal para el país desde la guerra civil de 1975: el bombardeo incesante mató a cerca de 600 personas en un solo día, lo que ha impulsado un éxodo masivo de poblaciones del sur y del este de Líbano.

“Han destruido mi casa”

Sin embargo, como la familia de Hiba, muchos vecinos del Dahie también evacuaron el barrio por miedo a que los ataques israelíes tuvieran como objetivo militar las casas donde vivían.

Y menos mal. La madrugada del pasado sábado, Hiba se enteró de que el edificio donde ha pasado toda su vida estaba completamente demolido.

“Cuando me enseñaron el video de mi calle, pensé que se trataba de otro lugar. Sinceramente, no reconocía en esas imágenes ningún elemento del vecindario en el que me crié. Hasta que vi entre los escombros la vitrina del salón de mi casa”, explica con la voz quebrada. “Era uno de esos muebles raros que las madres siempre cuidan mucho y no te dejan tocar cuando eres niño. Cuando lo vi, casi de una pieza, empecé a identificar lo que había alrededor. Mi bloque, mi calle y el supermercado de al lado, ahora demolido también”.

Hiba llamó corriendo a su padre, que se había negado a acompañar a sus hijas al barrio de Achrafieh, de mayoría cristiana. Por suerte, el hombre había salido horas antes de la casa.

“Mi madre sigue en shock. Nos han quitado todos nuestros recuerdos, nuestras fotos de pequeñas y la casa donde crecí desde que nos mudamos en 2006. Solo nos queda la memoria”, confiesa.

Ahora, la joven estudiante querría aprovechar su pasaporte estadounidense para emigrar a Alemania. “Mi hermana mayor vive allí y creo que podría encontrar trabajo fácil”, cuenta, “pero me siento culpable de dejar a mi familia aquí en Beirut. No saben dónde vivirán a partir de ahora: el piso en el que estamos es demasiado pequeño, y se está comiendo nuestros ahorros”, dice con miedo. “La situación ya es delicada en casa, y solo puede empeorar con una invasión terrestre”, advierte.

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