"Necesitamos refugio": ofensiva israelí desplaza a miles en este de Líbano

Desarraigadas de la localidad de Baalbek, unas 30.000 personas buscan refugierse en Deir al-Ahmar y sus alrededores, una ciudad cristiana que hasta ahora se ha librado de los bombardeos de Israel.

Una mujer en una escuela convertida en refugio para personas desplazadas de Baalbek y sus alrededores, en Deir al-Ahmar, este del Líbano, el 31 de octubre de 2024. / Foto: Archivo Reuters / Photo: Reuters Archive
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Una mujer en una escuela convertida en refugio para personas desplazadas de Baalbek y sus alrededores, en Deir al-Ahmar, este del Líbano, el 31 de octubre de 2024. / Foto: Archivo Reuters / Photo: Reuters Archive

En la ciudad cristiana de Deir al Ahmar, Hasan Noun montó su tienda de campaña en el patio de una iglesia. Acaba de huir de los bombardeos de Israel contra la región de Baalbek, en el este del Líbano.

"Necesitamos refugio. Pronto caerá nieve y lloverá. ¿Dónde se refugierán estos niños?", se pregunta este hombre de barba gris y padre de cinco hijos.

Desarraigado, Noun es una de las aproximadamente 30.000 personas que buscan refugiarse en la ciudad cristiana de Deir al Ahmar y sus alrededores, zona que hasta ahora se ha librado de los bombardeos de Israel, lanzados principalmente sobre áreas tradicionalmente musulmanas chiitas.

"Nos reunimos frente a iglesias y escuelas, que ya no tienen capacidad para albergarnos", relata Noun. Detrás de él, en el viejo banco de una iglesia, su familia ubicó la tetera y los utensilios de cocina. Sobre el suelo de piedra, una esterilla de plástico.

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Los delgados colchones de espuma que utilizan los desplazados cubren el terreno iglesia, situada en lo alto de una colina con vistas a las granjas del valle de Becá, y entre cuyas columnas cuelgan cuerdas para secar la ropa.

En el interior de un microbús, las pocas pertenencias de una familia se amontonan sobre los asientos de cuero desgastado: más colchones, botellas de agua y mochilas repletas de pertenencias.

"No hay calefacción"

Fátima, de 17 años, huyó de su pueblo, Chaath, "por los bombardeos". En la escuela de Bechouat, cerca de Deir al Ahmar, su familia acampa bajo una tienda improvisada, que consiste en varios pupitres apiñados y cubiertos con mantas para dar una apariencia de intimidad.

"No hay calefacción, no tenemos ropa de abrigo", relata la adolescente, con el rostro enmarcado por un pañuelo negro. "Estamos perdiendo el año escolar. No podemos estudiar por culpa de los ataques", añade.

Randa Amhaz le agradece a la escuela por abrir sus puertas, pero también tiene sus propias preocupaciones. "Los niños necesitan ropa de abrigo y los ancianos medicinas", afirma.

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Desde el 23 de septiembre, cuando Israel intensificó su ofensiva contra el Líbano, más de 1.900 personas han muerto por los bombardeos de Tel Aviv, según un balance de la agencia AFP que se basa en datos del Ministerio de Salud local.

Sólo este viernes, 52 personas perdieron la vida en ataques israelíes contra la región de Baalbek-Hermel, en el este del Líbano, según el ministerio.

Más de 78.000 personas han sido desplazadas de sus hogares en el distrito, según la Organización Internacional para las Migraciones.

Dormir a la intemperie

Deir al Ahmar y los pueblos cercanos acogieron inicialmente a 12.000 desplazados, asentados principalmente "en casas, anexos de iglesias y algunos todavía en las calles", cuenta Rabih Saade, miembro del comité de emergencia local.

Esta semana, cuando Israel intensificó sus ataques en Baalbek, llegó una "segunda oleada de desplazados" de 20.000 personas, "la mayoría de las cuales durmieron en lugares públicos", relató.

Saade pide al Estado que siga apoyándolos. "No sabemos si la crisis acabará en una semana o dos, o en tres o cuatro meses".

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En el patio de un colegio, mujeres vestidas en su mayoría de negro y niños toman el sol, mientras los gritos de los jóvenes resuenan en los pasillos.

"Dejamos nuestras casas. No sabemos adónde ir, no sabemos qué hacer", dice una mujer que quiso permanecer en el anonimato, sentada en el suelo junto a la cama de su anciana madre, un colchón de espuma encajonado entre dos puertas.

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