¿Por qué Israel no tiene constitución?
Cuando Israel estableció su estado en 1948, se vio obligado a convertirse en una democracia constitucional. Sin embargo, hasta el día de hoy no tiene constitución.
Israel no tiene una constitución debido a la naturaleza cambiante de su identidad y a su negativa a definir sus fronteras, un fenómeno que refleja décadas de usurpación de tierras palestinas.
“La no adopción de una constitución, al igual que los opacos acuerdos sobre el status quo, refleja el consenso israelí respecto a la necesidad de evitar soluciones definitivas a cuestiones controvertidas relativas a la identidad del Estado”, escribió Hanna Lerner, directora de la Escuela de Ciencias Políticas, Gobierno y Asuntos Internacionales de la Universidad de Tel Aviv.
El artículo de Lerner de 2004, “Democracia, constitucionalismo e identidad: la anomalía del caso israelí”, sostenía que la no adopción de la constitución ha tenido su origen en “el conflicto religioso-secular en Israel”, que ha estado “impulsado por la política de la identidad judía: la lucha entre visiones opuestas sobre la propia naturaleza del estado judío”.
TRT World se puso en contacto con Lerner para que comentara este artículo, pero no respondió a la consulta.
El ejemplo de Israel como país sin constitución es único en comparación con las otras cinco naciones.
Por ejemplo, el Reino Unido no tiene una única constitución escrita que sirva de punto de referencia a la hora de impartir justicia. En su lugar, tiene una constitución no codificada que se extiende a través de diversas fuentes que comprenden estatutos, leyes, convenciones y documentos jurídicos como la Carta Magna.
Pero el caso de Israel se trata de una cuestión complicada que tiene su origen en los intereses contrapuestos de su base judía ortodoxa, los sionistas acérrimos y los llamados secularistas.
La Torá contra el secularismo israelí
Mientras que los secularistas exigen una constitución basada en la separación de religión y estado, los grupos ortodoxos se oponen a ello, afirmando que el país no necesita una constitución porque la Torá, el libro sagrado judío, define lo que es Israel.
Lerner citó las palabras de un representante de Agudat-Israel, partido ultraortodoxo, en los primeros años del estado israelí: “En Israel no hay lugar para ninguna constitución creada por los hombres. Si contradice la Torá es inadmisible, y si es concurrente con la Tor- es redundante”.
Un judío ultraortodoxo cubierto con un chal de oración sostiene un rollo de la Torá, en la Ciudad Vieja de Jerusalén, 18 de octubre de 2020. Foto: Sebastian Scheiner.
Los primeros dirigentes israelíes trataron de encontrar un término medio tras la decisión Harari de 1950. Proponían que Tel Aviv no debía elaborar una constitución unificada, sino que era preferible promulgar Leyes Básicas individuales para las instituciones gubernamentales, un enfoque que podría conducir eventualmente a la adopción de una constitución única. Sin embargo, esta estrategia no logró aliviar las tensiones.
Eldar Hasanoglu, historiador de la teología con base en Ankara, especializado en judaísmo y profesor de la Universidad Haci Bayram Veli, destaca las antiguas diferencias entre los fundadores “secularistas” del estado israelí --como David Ben-Gurion, quien fue el primero en ser primer ministro-- y los judíos “fundamentalistas”.
Estos últimos consideran que Israel es su “tierra prometida” dada por Dios y exigen que los líderes políticos se adhieran a los principios de la Torá en lugar de a una constitución hecha por el hombre.
Los líderes secularistas de Israel comprendieron que si redactaban una constitución sin referencia alguna a la Torá, se enfrentarían a una dura reacción de los grupos ortodoxos judíos recién emigrados, afirma Hasanoglu.
Asimismo, si redactaban leyes de acuerdo con la Torá, los líderes israelíes temían que el mundo occidental les echara en cara que perseguían “una agenda fundamentalista”, añade.
“Por eso, no querían hacer una constitución”, explica Hasanoglu a TRT World. “No querían crear ningún obstáculo (como una constitución secularista) que impidiera a los judíos religiosos venir a Israel, al tiempo que querían mantener intacta la naturaleza secularista del estado”.
Debido a las persistentes divisiones y tensiones entre grupos secularistas y ultraortodoxos, “el proceso de elaboración de una constitución israelí se ha retrasado deliberadamente para evitar enfrentamientos sociales entre ambos bandos”, afirma Batuhan Ustabulut, académico de Derecho Constitucional de la Universidad de Kocaeli de Türkiye y director de Investigación Jurídica del Centro de Investigación Económica y Social.
La lucha no resuelta en torno a la identidad de Israel se ajusta a la “renuencia a largo plazo de Tel Aviv a definir su orden político y su identidad” mediante la redacción de su constitución, según Richard Falk, un experto en leyes judío-estadounidense y profesor emérito de derecho internacional en la Universidad de Princeton.
Una brecha cada vez mayor
Cuando la académica israelí Lerner escribió su artículo hace dos décadas, el país estaba gobernado por una “mayoría secularista”.
Desde entonces, la composición política de Israel ha cambiado drásticamente, como demuestra el actual gobierno de Netanyahu, de extrema derecha, dominado por partidos sionistas ortodoxos.
El ministro israelí de Finanzas, Bezalel Smotrich (derecha), y el ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben-Gvir, los dos miembros sionistas ortodoxos del gobierno de Netanyahu, abogan por la anexión de Cisjordania y Gaza ocupadas. Foto: Reuters.
Sin embargo, ya en 2004 Lerner observó que “empezó a erosionarse” el “consenso israelí” respecto a mantener lo que describió como un modelo político consociacional.
En un modelo político consociacional, las élites líderes de diferentes sectores y comunidades trabajan conjuntamente para garantizar la estabilidad del sistema existente.
Antes del 7 de octubre, el plan del Gobierno de Benjamín Netanyahu para una reforma judicial desencadenó grandes manifestaciones, mostrando que la brecha entre los grupos seculares y religiosos se había ampliado. Esto confirmó la predicción de Lerner de hace dos décadas de que el consenso israelí se estaba erosionando.
“El plan de reforma judicial desencadenó una crisis política en Israel, y se convirtió en un factor real que provocó numerosas elecciones anticipadas y gobiernos inestables”, afirma Hasanoglu, refiriéndose a la creciente división entre los grupos secularistas y religiosos de Israel.
“En términos sencillos, los problemas no resueltos del pasado se han convertido en los orígenes de la crisis actual”, dice Usta Bulut a TRT World.
Redactar una constitución se convirtió en un objetivo cada vez más lejano para Tel Aviv, ya que las divisiones dentro de la sociedad israelí han aumentado desde la década de 1980, cuando se permitió la creación de tribunales religiosos, afirma Hasanoglu.
“A diferencia de la decisión de un tribunal secularista, la sentencia de un rabino en un tribunal religioso no puede ser apelada”, afirma el académico.
“A largo plazo, los israelíes secularistas perderán esta guerra contra los grupos judíos ortodoxos”, dice Hasanoglu, citando cómo los grupos de derecha han crecido en tamaño e influencia desde la década de 1980.
Con la ley del Estado-nación de 2018 que reconoce el derecho a la autodeterminación solo a los judíos, los grupos religiosos se sienten mucho más envalentonados, añade.
La Policía israelí interviene ante los manifestantes que bloquearon la autopista Ayalon (autopista 20) para protestar contra la reforma judicial del primer ministro Benjamin Netanyahu en Tel Aviv, Israel, el 20 de julio de 2023. Foto: AA.
Los beneficios de no tener una constitución
Los expertos señalan una serie de beneficios políticos de que Israel no tenga una constitución.
“Al fin y al cabo, una constitución pone límites al uso del poder político”, afirma Ustabulut.
En el caso de Israel, los límites constitucionales pueden obligar al estado a designar sus respectivas fronteras territoriales, algo a lo que Tel Aviv se ha resistido durante mucho tiempo.
“La razón existencial está relacionada con la reticencia de Israel a definir sus fronteras territoriales debido a sus ambiciones de expansión territorial. Parece que Israel asocia una constitución con la aceptación del status quo territorial de 1948 o 1967”, explica Falk a TRT World.
El profesor se refiere a la aparición del estado israelí en 1948 y a la Guerra de los Seis Días de 1967, que permitió a Tel Aviv ocupar Cisjordania, Gaza, la península del Sinaí y los Altos del Golán tras derrotar a cuatro países árabes.
Israel se retiró de la península del Sinaí tras un acuerdo de paz entre Tel Aviv y El Cairo en 1982 mediado por Estados Unidos.
“Israel es un estado colonial expansionista de colonos, lo que significa que no tiene fronteras. Trata de obtener tanta tierra como le sea posible y llevar suficiente gente para asentarse en ella. Una constitución podría suponer un revés en ese sentido”, afirma Sami al Arian, destacado académico palestino.
Una constitución democrática moderna establecerá la “igualdad de derechos”, ordenando a Israel que no viole los derechos civiles de los no judíos, por ejemplo, los palestinos, afirma Nihat Bulut, profesor de Derecho de la Universidad Medipol, en diálogo con TRT World.
En esa línea, Bulut dice que los dirigentes israelíes no pueden imaginar realmente la “igualdad de derechos” para los no judíos, debido a la influencia del concepto religioso de “tierra prometida”, que solo se le conce a la “nación elegida” judía, y de la creciente presión política extremista.
En consecuencia, tienen problemas para definir no sólo su estado, sino también su nación, añade.
Un grupo de colonos judíos bajo la protección de soldados israelíes asalta la zona de la Ciudad Vieja de Hebrón, en la Cisjordania ocupada, el 14 de septiembre de 2024. Foto: AA.
En sus primeros años, Israel “tenía una ley marcial contra los palestinos”, dice Arian.
Si tuviera una constitución, “tendría que definir qué son los palestinos”, lo que crearía muchas dificultades para que Israel cometiera actos tan atroces, añade.
Hay una larga lista de violaciones de derechos cometidas por Tel Aviv contra los palestinos durante décadas.
“Es probable que no fuese bueno para las relaciones públicas divulgar algunos factores, especialmente la flexibilidad con respecto al estatus de los no judíos. La existencia de leyes discriminatorias israelíes sobre el derecho de retorno o la reunificación familiar; las restricciones raciales a la propiedad y los derechos de residencia pueden haber tenido dificultades para conciliarse con una constitución democrática”, afirma Falk.
“Sin una constitución, Israel conserva flexibilidad en cuanto a la definición de 'Estado de supremacía judía', como ilustra la Ley Básica de 2018 que restringe el derecho de autodeterminación al pueblo judío”, añade.
Arian y Falk parecen estar de acuerdo en que Israel carece de una constitución. Arian cree que imponer la supremacía judía es precisamente la razón por la que Israel no tiene un código de conducta legal bien definido, y eso es “porque o bien sería una constitución supremacista racista que reflejara la naturaleza de la ideología sionista o bien la dejaría en el limbo para que no se les pudiera criticar”.