La embajadora indígena que empodera mujeres y rescata prendas tradicionales

Desde hace 25 años, Carmela García, indígena mazateca, ha capacitado a cientos de personas en su pueblo San José Tenango, México, para rescatar el huipil, la prenda tradicional que viste hasta la virgen.

Carmela García tiene 49 años y una meta indeleble: lograr que la identidad de los mazatecos sea una bandera que ondee por el mundo entero. Foto: Abdul Wakil Cicco
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Carmela García tiene 49 años y una meta indeleble: lograr que la identidad de los mazatecos sea una bandera que ondee por el mundo entero. Foto: Abdul Wakil Cicco

Si visitas el municipio de San José Tenango, uno de los 570 del distrito de Oxaca en México, si por esas casualidades decides caminar entre esas calles antiguas y desandar el desfiladero de casas bajas, modestas y llenas de color, tal vez escuches un repiqueteo. No es el sonido de ninguno de los pájaros típicos del lugar. Ni son herramientas de carpintero.

Ese sonido que parece un tren en marcha viene de una máquina de coser. Y a la dueña de esa máquina de coser que, noche y día, martilla el compás de San José Tenango se le considera por aquí embajadora de la comunidad de los indígenas mazatecos.

Al rescate de la identidad perdida

Carmela García tiene 49 años y una meta indeleble: lograr que la identidad de los mazatecos sea una bandera que ondee por el mundo entero.

Para alcanzarlo, encabeza múltiples proyectos como semillas lanzadas al viento. De todos ellos, el más emblemático es justamente el que la tiene noche y día sentada detrás de una máquina de coser Singer.

Es una convencida de que, rescatar el huipil, la vestimenta típica de los mazatecos, es una forma de desempolvar la tradición de su pueblo y recuperar el orgullo al vestir como lo hacían los antiguos.

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Es una convencida de que, rescatar el huipil, la vestimenta típica de los mazatecos, es una forma de desempolvar la tradición de su pueblo y recuperar el orgullo al vestir como lo hacían los antiguos. Foto: Abdul Wakil Cicco.

La vestimenta como forma de identidad indígena

“Carmela es líder de mujeres. Su comunidad suele ser muy cerrada y ella ha sido punta flecha en mostrar a la mujer mazateca, y armar proyectos en torno a los talentos femeninos en la comunidad. Ya eso por sí mismo es maravilloso”, describe Munira Piña, quien asistió a sus capacitaciones.

“A los chicos de nuestra comunidad a partir de los 15 no les gusta llevar las prendas tradicionales. Y eso es una tragedia”: Carmela suena resignada pero en los hechos, es tenaz. Parece tallada en bronce.

“La vestimenta es nuestra identidad como pueblos originarios. Necesitamos identificarnos con lo que somos pues la cultura te hace fuerte y te hace sobrellevar la vida cotidiana sin tanto esfuerzo”, cuenta Carmela. “Si los jóvenes se atreven a vestirse con nuestro huipil, es una puerta para incorporar el legado de nuestros ancestros. Ellos, más allá del tiempo, nos enseñan a salir adelante sin tanta tecnología”, añade.

La muerte de su abuela y el comienzo de una misión

Carmela decidió hacer algo para no decirle adiós al pasado como quien despide, inexorable, pasajeros en la estación de tren. Lo hizo una vez que su abuela, Aurelia Margarita, partió de este mundo.

“Ella fue quien me enseñó todo a mí desde los 7 años, pero con la muerte de mi abuelita no quedaba casi nadie en mi familia que hiciera el huipil”, evoca Carmela.

“Gracias a mi abuela, aprendí la manera de hacer estas prendas. Empecé ayudándola a pintar los dibujos para la iconografía que plasmaba en sus lienzos. Cuando murió conservé un huipil hecho por Margarita. Así la tengo más presente”, añade.

Carmela entendió que, si no luchaba contra el paso del tiempo y el desinterés de las nuevas generaciones, todo lo que había hecho su abuelita y sus antepasados serían hilachas en la memoria.

Pero hubo más eslabones que ayudaron a Carmela a consolidar su meta. “Mi suegra Epifania, aún sin saber leer y escribir, era la modista del pueblo. La admiré y hoy conservo su máquina Singer. Ella me enseñó a confeccionar los huipiles, mi abuelita a bordar y a trazar lienzos, y mi esposo me compró mi primera máquina”, recuerda ella, quien gracias al apoyo del presidente municipal y la directora artística María Elena Carrera Carrera, hoy está a cargo de vestir a las danzantes en las fiestas tradicionales. “En el 2018, con la asesoría de Litay Ortega que trabaja en nuestro municipio, ganamos un proyecto para implementar talleres de bordado y confección de huipiles de todas las generaciones en el municipio. Y así pusimos manos a la obra”.

Desde entonces, hace 25 años, Carmela se dedicó a enseñar el arte del huipil. Enseñó en escuelas. Enseñó en casas de familia. Enseñó en fiestas. A adultos y niños. Y enseñó a las mujeres para que, a partir de ese conocimiento ancestral, hicieran sus propios emprendimientos. Es, como se dice ahora, una empoderadora nata.

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Desde entonces, hace 25 años, Carmela se dedicó a enseñar y enseñar el arte del huipil. Foto: Abdul Wakil Cicco.

Empoderar mujeres con el ejemplo

Natalia García es de esas mujeres tocadas por el contagio de su inspiración. “Carmela me ha enseñado todo el proceso de la confección del huipil. Pues lleva mucho trabajo”, cuenta Natalia. “Y también me ha enseñado a realizar otras prendas basadas siempre en el bordado de huipil. Hoy, gracias a ella, puedo dedicarme a este trabajo”.

“Yo les digo a las mujeres que pueden hacerlo”, dice Carmela, rodeada de telas, y máquinas e hilos. “¿Cómo les enseño que pueden lograrlo? Con mi propio ejemplo. La mujer aquí no tiene tiempo para trabajar en otros lugares. Entonces, con el bordado yo les enseño que pueden generar un ingreso desde su casa. Y ayudar así a solventar los gastos de la familia”.

La virgen vestida de huipil

El huipil lo impregna todo por aquí: incluso, si uno visita la capilla verá que la virgen local lleva, también ella, el vestido tradicional. Vestir a la virgen es una tradición que se renueva cada año. Y para la cual a la propia Carmela varias veces le tocó en suerte confeccionar las prendas de la virgen.

“El huipil de la virgen se hace con colores vistosos para que tenga presencia”, narra ella. ”Cada año se celebra su fiesta y lo apadrina una persona que lo viste. A mí me ha tocado varias veces ser su madrina en la fiesta y confeccionarle su huipil con mis propias manos. Es un honor”.

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El huipil lo impregna todo por aquí: incluso, si uno visita la capilla verá que la virgen local lleva, también ella, el vestido tradicional. Foto: Abdul Wakil Cicco.

Al rescate de la lengua y el canto ancestral

Pero Carmela no se detiene sólo en el rescate de la vestimenta de los mazatecos. Participa en un colectivo de rescate de su lengua en una aplicación, donde ella misma y un profesor local ponen la voz y ayudan a las nuevas generaciones a familiarizarse con su lengua autóctona.

“Con la app enseñamos a hablar y a escribir nuestra lengua de un modo muy sencillo”, se entusiasma Carmela. Luego se pone seria: “Si no lo hacemos nosotros, hermano, esto se pierde para siempre. Ya de hecho, se está perdiendo”.

A la par, encabeza un proyecto de rescate de cantos ancestrales. Si nadie lo hace, esas voces se las traga el verde de la selva. Ya son 30 integrantes abocados a esa tarea, y un puñado de ellos son músicos autóctonos.

“Lo dirige el presidente municipal de aquí, y yo ayudo en todo lo que puedo. Las abuelitas se mueren y con ellas mueren sus composiciones”, dice ella. “Nosotros las grabamos y luego las enseñamos en las escuelas. Así las nuevas generaciones recuperan esos cantos y ese conocimiento ancestral no se pierde”.

Carmela es optimista. Confía en que el esfuerzo inmemorial de su gente siempre encontrará alguien, un rescatista como ella, que lo salve de la extinción.

A su proyecto de recuperación de la vestimenta tradicional mazateca lo llamó “Indolé majchaná”. Que significa, en castellano: “Bordados de mi abuela”.

“Lo hice en honor no sólo a mi abuela, sino a todas esas mujeres que vistieron el huipil y que la usaron orgullosamente”, dice ella.

Y así, gracias a tejedoras como Carmela y sus cientos de alumnas que se forman cada año, las nuevas generaciones de mazatecos pueden llevar las prendas y recordar los sueños y los conocimientos de sus abuelas. Y llevarlas siempre junto a su piel.

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A su proyecto de recuperación de la vestimenta tradicional mazateca lo llamó “Indolé majchaná”. Que significa, en castellano: “Bordados de mi abuela”.


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