Destino manifiesto: ¿a Trump lo impulsa esta doctrina expansionista?

En el siglo XIX, la agenda imperialista geopolítica concibió a EE.UU. como un guardián divino de la democracia global. ¿Busca ahora Trump retomar ese legado en Canadá, Groenlandia y otros lugares?

Trump ha planteado expandir aún más el territorio de Estados Unidos con Canadá, el canal de Panamá y Groenlandia, retomando el concepto expansionista estadounidense del siglo XIX conocido como destino manifiesto, según historiadores estadounidenses. / Foto: Reuters
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Trump ha planteado expandir aún más el territorio de Estados Unidos con Canadá, el canal de Panamá y Groenlandia, retomando el concepto expansionista estadounidense del siglo XIX conocido como destino manifiesto, según historiadores estadounidenses. / Foto: Reuters

En 1845, John O’Sullivan, un periodista estadounidense conservador, acuñó el término “destino manifiesto” para definir la gran visión de EE.UU. de “extenderse y poseer todo el continente que la Providencia nos ha dado”.

Un año después de que O’Sullivan reclamara todo el continente norteamericano, el entonces presidente James Polk, demócrata y gran defensor del concepto expansionista, emprendió la guerra contra el vecino México para ampliar el territorio estadounidense hasta el Océano Pacifico.

La guerra de Polk, que el legendario general estadounidense Ulysses S. Grant denunció como la “más injusta de la historia”, ayudó a Estados Unidos a reclamar el 55% de los estados de habla hispana, incluidas áreas correspondientes a las actuales California, Nebraska, Nuevo México y otros estados.

Casi dos siglos después de que O’Sullivan justificara la expansión del gobierno “democrático” en todo el continente, el presidente electo Donald Trump parece haber invocado la misma doctrina para diseñar su propia agenda imperialista: apoderarse de Canadá, tomar el control de Groenlandia y el canal de Panamá, y rebautizar el Golfo de México como Golfo de Estados Unidos.

“A muchas personas en Canadá les encanta ser el estado número 51”, declaró Trump en una publicación en redes sociales, lo que provocó una dura reprimenda del primer ministro Justin Trudeau, quien renunció esta semana.

“Si bien el “destino manifiesto” (en una forma moderna) ha permanecido desde entonces como un supuesto implícito de los líderes estadounidenses , Donald Trump lo encarna como una ‘manifestación’ moderna mejor que cualquier presidente desde Teddy Roosevelt hace más de cien años atrás”, explica William Earl Weeks, profesor de historia en la Universidad Estatal de San Diego y autor de varios libros, incluido Construyendo el imperio colonial: la expansión estadounidense desde la revolución hasta la guerra civil.

“Trump parece comprender intuitivamente que ‘hacer que Estados Unidos vuelva a ser grande’ exige que la nación regrese a sus raíces expansionistas, tanto por razones estratégicas como ideológicas”, señala Weeks a TRT World.

Hacia el destino manifiesto

Según Weeks, el destino manifiesto concibe a Estados Unidos como “una nación ordenada por Dios” con una misión divina universal para traer libertad y un gobierno representativo, no sólo al hemisferio occidental sino al mundo entero.

Adam Dahl, profesor de ciencias políticas en la Universidad de Massachusetts, coincide con esa lectura.

“La idea del destino manifiesto es bastante compleja y tiene muchas partes móviles. El núcleo de la idea es que Estados Unidos tiene un derecho divino a expandirse a través del continente norteamericano desde el Atlántico hasta el Pacífico”, dice Dahl a TRT World.

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Esta obra de arte sin fecha muestra la Ruta de Oregon en 1844. La expansión de los colonos estadounidenses hacia el oeste provocó la destrucción de un gran número de poblaciones indígenas. / Foto: Archivo AP.

Dahl también señala el racismo inherente a esta ideología, que consideraba a las poblaciones indígenas como “menos civilizadas y necesitadas de la guía de una población superior”, lo que provocó una asombrosa pérdida de vidas de nativos americanos y un gran desplazamiento durante su marcha del este al oeste.

A fines del siglo XVIII, después de que las 13 colonias estadounidenses originales se independizaran del dominio británico mediante una serie de batallas, el nuevo estado se embarcó en busca de expansión y llegó a un acuerdo con Francia para comprar Luisiana, lo que duplicó el tamaño del país en 1803.

Por cierto, esta compra de Luisiana inspiró a Trump para su proyecto de Groenlandia.

Todo esto, junto con el progreso tecnológico y económico que la nueva nación logró rápidamente, aumentó la confianza política de muchos estadounidenses quienes, según Weeks, sintieron que "su supuesto destino divino se había hecho evidente o 'manifiesto'".

"El presunto destino se convirtió en un destino probado en la década de 1840”, agrega el experto, “cuando se utilizó por primera vez el término".

Posteriormente, la misma justificación se empleó en nombre de la defensa de la democracia para las intervenciones estadounidenses en el extranjero: desde la Alemania nazi hasta la Unión Soviética. Si bien EE.UU. salió victorioso en ambas guerras mundiales y en la Guerra Fría, sus interferencias e invasiones no se han detenido.

“Más recientemente, se vieron indicios del destino manifiesto en la invasión de Iraq en 2003. Luego de que no se encontraran las anunciadas armas de destrucción masiva, se cambió la justificación de la guerra: buscar que el pueblo iraquí tuviera democracia a través de elecciones libres”, añadió Dahl, autor del libro Imperio del pueblo: el colonialismo de asentamiento y los fundamentos del pensamiento democrático moderno.

“La idea del destino manifiesto está arraigada en la política exterior de Estados Unidos. Sienta las bases de esta noción de Estados Unidos como líder del ‘mundo libre’”, dice Dahl, señalando el argumento del expresidente Woodrow Wilson para participar en la Primera Guerra Mundial: hacer del mundo un lugar “seguro para la democracia”.

Wilson fue uno de los presidentes que se refirió directamente al término destino manifiesto, recuerda Dahl. Y añade: “Es difícil separar la idea del destino manifiesto de cualquier fase de la formulación de la política exterior estadounidense en los siglos XIX y XX”.

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En esta foto de archivo de 1916, el presidente Woodrow Wilson lanza la primera pelota en un partido de béisbol en Washington. Wilson fue uno de los presidentes que hizo referencia directa al término destino manifiesto. / Foto: Archivo AP.

‘Expandirse o morir’

La agenda imperialista de Trump surge en medio de supuestos signos de debilitamiento o declive de la estructura política y económica estadounidense, aparentemente detectados en las últimas décadas por destacados analistas políticos.

¿Es Trump simplemente un reaccionario ante quienes promueven la idea de la desaparición de Estados Unidos?

“A diferencia de algunos presidentes recientes, Trump es un estadounidense sin complejos”, describe Weeks. “Él entiende que, si Estados Unidos deja de expandirse, deja de alcanzar la grandeza en diversas formas, entonces agonizará lentamente, o al menos se volverá mucho menos importante en el escenario global”, completa.

Desde esta perspectiva política, que identifica la supremacía estadounidense con la seguridad global, el profesor Weeks reconoce que las referencias de Trump de “adquirir Groenlandia, convertir a Canadá en un estado y volver a asegurar el canal de Panamá, no me sorprenden y, de hecho, tienen mucho sentido”.

Sin embargo, Dahl no está tan seguro de que los comentarios de Trump en torno al canal de Panamá y Groenlandia contengan mucha profundidad ideológica. “En lugar de apelar a la retórica idealista y elevada del destino manifiesto”, advierte, “esto tiene el tono de una sospechosa transacción callejera”.

Aunque, Dahl detecta “elementos sutiles” de la ideología del destino manifiesto en ambos casos debido a sus largas conexiones con los intereses continentales de Estados Unidos, lo que se llegó a conocer como la doctrina Monroe por el presidente James Monroe en 1823.

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Después de que Colombia se rehusó a ratificar el tratado con EE.UU. para la construcción del canal de Panamá a principios del siglo XX, Washington adoptó una política de apoyo al separatismo de Panamá respecto de Bogotá. Finalmente, Panamá se convirtió en un Estado independiente en 1903 con el apoyo militar y político activo de Estados Unidos.

La doctrina Monroe considera que cualquier intervención europea en las Américas es una provocación en contra de EE.UU. Dentro de este contexto, la doctrina Monroe tanto como el destino manifiesto tienen, según los historiadores, conexiones fuertes entre sí.

“La idea del destino manifiesto estaba crucialmente conectada con la doctrina Monroe”, recuerda Dahl. En el contexto moderno, la doctrina Monroe se aplica a cualquier potencia externa, incluida China, que ha aumentado las inversiones en Groenlandia y tiene una presencia comercial significativa en el canal de Panamá.

“Afirmar la superioridad estadounidense en ambas áreas podría interpretarse como un medio para oponerse al poder económico chino y reafirmar las reivindicaciones estadounidenses sobre el hemisferio occidental como su propia esfera distintiva de influencia”, añade.

Al igual que Weeks, Dahl también apunta a que los defensores del destino manifiesto han visto históricamente una fuerte conexión entre el imperialismo y la democracia.

“La democracia estadounidense crece y se desarrolla a través del tiempo al expandir su territorio”, explica Dahl. “Sin fronteras ilimitadas de expansión, los defensores del destino manifiesto temen que la democracia estadounidense se estanque y comience a degenerar en anarquía o tiranía”, completa.

‘Estados Unidos Primero’

Matthew Bryza, exdiplomático estadounidense, traza un paralelo entre el destino manifiesto del siglo XIX y la agenda de Trump de “Estados Unidos Primero”, impulsada por su base de apoyo MAGA y sus colaboradores cercanos, incluido el director ejecutivo de Tesla, Elon Musk.

“El destino manifiesto fue una filosofía del siglo XIX”, dice Bryza a TRT World. “Pero rasgos del concepto de excepcionalismo estadounidense parecen animar el enfoque de ‘Estados Unidos Primero’ de Trump”, sostiene.

En el mundo de las ambiciones espaciales de Musk, la retórica del destino manifiesto es evidente, subraya Dahl. Y llama la atención que el hombre más rico del mundo sea una fuente de inspiración para el “destino manifiesto cósmico” que llama a los seres humanos a ser “una especie multiplanetaria”.

“Este lenguaje también es muy evidente en la forma en que los funcionarios estadounidenses asemejan la colonización espacial con la expansión estadounidense hacia el oeste”, observa el politólogo. “O como ellos hablan del espacio como ‘la última frontera’”.

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