Del antisemitismo al sionismo: el giro proisraelí de ultraderecha europea
La extrema derecha europea ha encontrado en el estado de Israel a su campeón. Y a pesar de que es heredera del fascismo europeo de la Segunda Guerra Mundial, Tel Aviv ha decidido aliarse con ella.
Desde el 7 de octubre, los partidos de extrema derecha europea han mostrado su apoyo a Israel tras los ataques de Hamás y justificado tanto el apartheid como los bombardeos israelíes sobre Gaza, que dejaron aproximadamente 40.000 civiles muertos. Pero este respaldo va más allá: los paralelismos ideológicos entre el supremacismo israelí y la xenofobia de la extrema derecha europea marcan el principio de una alianza. Los ultras europeos ven al estado de Israel como un modelo a seguir.
La extrema derecha europea basa sus discursos en la defensa de una civilización occidental amenazada por la inmigración y el islam. Para ellos, en un mundo en el que Occidente está bajo ataque, Israel es el último bastión frente a la barbarie.
Del antisemitismo al sionismo
En Francia, la extrema derecha fue frenada en las últimas elecciones. Este revés ha representado una decepción para los israelíes, que esperaban el triunfo de Jordan Bardella, candidato de Marine Le Pen, de Agrupación Nacional. Para Le Pen, apoyar a Israel brindaría la oportunidad de acusar a la izquierda propalestina de antisemita y usar esto como plataforma ideológica para luchar contra el "islam radical”.
El sionista Avigdor Lieberman, exministro de Relaciones Exteriores y de Defensa israelí, afirmó que “la victoria de un partido de izquierda radical en Francia significa el aumento del odio contra Israel y un repunte del antisemitismo”. También hizo un llamado “a los judíos de Francia para que emigren a Israel”. No hace falta ser un genio en historia para saber que en Europa la extrema derecha y no la izquierda es la culpable de los pogroms y persecuciones contra los judíos. De hecho, Marine Le Pen es persona ‘non grata’ en Israel.
A pesar del ejemplo francés, es evidente que la extrema derecha se abre paso en Europa. Y con ella el apoyo a Israel, algo que ya comenzó a avanzar hace algunas décadas.
Giorgia Meloni, primera ministra de Italia, llegó a declarar que “Israel es un amigo y un socio clave de Italia, en Oriente Medio y a nivel mundial”. Matteo Salvini, miembro del gobierno italiano y líder del partido ultraderechista Liga Norte, visitó Tel Aviv en 2016 para alabar el ambiente de “ley y orden” que reina en Israel y prometió mover la embajada de su país a Jerusalén.
Esta misma promesa la hicieron el Partido de los Demócratas sueco, el Partido por la Libertad holandés de Geert Wilders o el Alternativa para Alemania (AfD).
En este último caso, el partido filo-nazi alemán AfD cometió un “error” notable: dejó escapar su ideología antisemita cuando Maximilian Krah, ahora exlíder del partido, llegó a decir que “no todos los SS eran criminales de guerra”. Que su antisemitismo saliera a la luz le costó el puesto.
En los Países Bajos, el ultra Geert Wilders, famoso por su islamofobia, también apoya mover la embajada holandesa en Israel de Tel Aviv a Jerusalén. El periódico sionista The Jerusalem Post lo presentó como “El último bastión de Europa contra el Islam”, hermanando al sionismo con la extrema derecha europea bajo el factor común de la lucha contra el islam. El propio Wilders afirmó en 2010 que “Israel es el faro y la única democracia en esta parte del mundo atrasada y dictatorial (...) Israel está muy cerca de nuestra identidad europea. Israel pelea nuestra guerra”.
El conocido como bloque de Visegrado (Polonia, Hungría, Eslovaquia y la República Checa) ya lleva un tiempo aliado con Israel. La unión no es sólo oportunista: los discursos y medidas hostiles hacia los derechos humanos, la igualdad de los ciudadanos y hacia los inmigrantes de sus partidos en los últimos años acercan ideológicamente a estos gobiernos al de Netanyahu. A pesar del antisemitismo de líderes como Orbán, que ha llegado a rendir honores a colaboracionistas nazis como Miklós Horthy, que envió a medio millón de judíos húngaros a campos de exterminio. Sin embargo, Netanyahu parece no ver el antisemitismo de su "amigo" Orbán.
Manifestación organizada por la Sociedad Germano-Israelí de Bremen, en Alemania. (Getty images)
El fascismo y el sionismo, ideologías hermanas
El apoyo mutuo entre el neofascismo europeo e Israel no es oportunismo: es sintonía ideológica.
Israel es un “etnoestado” en el que sus ciudadanos judíos tienen prioridad judicial y política sobre el resto: la minoría árabe palestina a la que se le ha impuesto un sistema de apartheid. Para los partidos de extrema derecha que basan su política en la identidad racial o religiosa, Israel es un modelo a seguir, un estado defensor de los valores occidentales y que ha tomado “las medidas necesarias” para mantener a raya los elementos que consideran peligrosos para su cultura. Así, los ultras europeos han adoptado una retórica en la que los árabes o los musulmanes son enemigos externos a los que se debe combatir, amenazas para la “civilización occidental”, al igual que los palestinos para Israel.
Por su parte, Israel no duda en presentar a los palestinos como nazis, haciendo referencia al Holocausto. Moshe Feiglin, político israelí, identificó a los palestinos como islamo-nazis. Apropiarse de este discurso le viene bien a una extrema derecha que quiere evitar a toda costa que la identifiquen con el nazismo de Hitler o el fascismo de Mussolini, al mismo tiempo que se presentan como aliados de un Israel que, a pesar de ser un rogue state (estado criminal), se presenta como víctima. Al mismo tiempo partidos como Vox o Alianza Francesa no dudan en acusar a sus contrincantes de antisemitismo por denunciar los crímenes de Israel.
En ese aspecto, Israel tiene miedo de que sus violaciones constantes a los derechos humanos del pueblo palestino le granjeen la enemistad de Europa. Por eso, una Europa en la que los partidos xenófobos e islamófobos tienen mayor poder conviene a Israel.
Además, en su “lucha contra el Islam por los valores occidentales” la extrema derecha europea ha desempolvado la teoría del Gran Reemplazo para acusar a los migrantes de ocupar Europa y destruir la civilización occidental. Esta teoría fue una de las bases ideológicas de la Alemania nazi, y hoy sirve a la extrema derecha para justificar la islamofobia y el racismo. Vox en España, Meloni en Italia o Jordan Bardella y Le Pen en Francia, entre otros, han empezado a recurrir a esta teoría originada en el antisemitismo para crear un falso sentimiento de alarma en la población europea contra los inmigrantes y alimentar el miedo. Ante esto y ante los antecedentes de antisemitismo de todos estos partidos, el Israel de Netanyahu hace oídos sordos.
¿Hacia una Europa pro-israelí?
Israel goza del apoyo de importantes líderes en todo el mundo, como Trump, Biden o Harris en EE.UU.; Milei en Argentina o Modi en India. Sin embargo, en Europa, donde el apoyo a Palestina crece mientras el genocidio continúa, a los partidos de derecha compartir cama con Israel les puede salir caro.
En España, Israel ha apoyado a Vox. Amichai Chikli, ministro de Relaciones de la Diáspora de Israel, asistió al mitin del 19 de mayo del partido, en el que llamó a la “batalla existencial contra el islam radical por el futuro de la civilización occidental”. Chikli también celebró la dimisión del primer ministro belga Alexander De Croo, quien había condenado la destrucción de Gaza y las violaciones del derecho internacional.
Eli Cohen, ministro de Relaciones Exteriores israelí hasta enero de 2024, no dudó en acusar a España y Bélgica de apoyar al terrorismo. Y quien lo sucedió en el cargo, el ahora ministro Israel Kantz, reaccionó al reconocimiento de Palestina por parte de España, Noruega e Israel, con polémicos montajes que, además de racistas y suponer graves ofensas para los países, no recibieron condena por los aliados de Israel en Europa.
La extrema derecha está en ascenso. Sin embargo, en países como España, donde un 71% de la población identifica las acciones de Israel como un genocidio, el apoyo a Israel puede costarle caro. En Italia, donde el 73% de la población apoya el cese del fuego, la presidenta Giorgia Meloni ha empezado a mostrar distanciamiento con Netanyahu debido a la inestabilidad que Israel crea en la región.
Mientras continúe el genocidio la derecha europea quedará en evidencia por su apoyo a un Israel culpable de crímenes atroces. Apoyar a un régimen genocida saldrá caro a los ultras europeos. Pero si el genocidio no se detiene, será caro para todo el mundo.