Latinos en Noruega y cómo se negocian las identidades en la migración
Los latinoamericanos en Noruega forman una comunidad donde las identidades nacionales se reinterpretan hacia una unidad supranacional. Academias de baile, cine y furor por el idioma así lo demuestran.
Ciudad de Bergen, puerta de los fiordos noruegos. Día de verano. Decenas de personas suben una montaña y se reúnen en torno a un árbol. Allí cantan, comen y bailan como parte de una tradición de raíces muy lejanas a Noruega: es el ritual de la yunza, una celebración peruana de culto a la Pachamama, la madre tierra.
Los que asisten no son solo peruanos, son latinoamericanos de todas partes, y la montaña, Fløyen, es la más céntrica y concurrida de la ciudad. Se reúnen aquí, espontáneamente, hace 15 años. Y la yunza es solo una muestra más del sentido de comunidad que se viene construyendo entre los latinos que residimos en Noruega.
Marco Antonio Corrales, peruano que vive en el país desde 2007, es uno de los habituales participantes de la yunza. Según él, esta celebración ha adquirido tintes multiculturales que le dan a ese lugar tan remoto un sentido de hogar. “Es una actividad que realza los lazos de hermandad”, explica Corrales, “sin distinción de clase social, cultura ni nacionalidad.”
Celebración de la yunza. Foto: Alissa Vik
De acuerdo con el centro de estadísticas noruego, de los 5,5 millones de habitantes del país nórdico, aproximadamente un millón de ellos somos extranjeros o hijos de estos. En la década de 1970, había sólo 459 latinos en el país. En la actualidad representamos cerca del 3% de los extranjeros (27.479 residentes durante el 2024). Aunque, si se incluyen los que se han nacionalizado como noruegos y los que llegan con doble ciudadanía europea, la cifra es mucho mayor.
Los grupos más numerosos son los de brasileños, chilenos, colombianos, argentinos y mexicanos. No obstante, se encuentran latinos de todas las nacionalidades. Si bien los latinoamericanos no son el grupo con más número de migrantes, tienen una fuerte presencia en las grandes ciudades, sobre todo desde el punto de vista cultural. ¿Por qué llegamos los latinos a un lugar tan remoto para nosotros como Noruega? Por tres razones fundamentalmente: oportunidades laborales, estudios y matrimonio.
Primer grupo de latinos en el país: los exiliados chilenos
A fines del siglo XX, la principal causa de la migración de latinos a Noruega era otra: el exilio político. El país acogió perseguidos de las dictaduras en Sudamérica, sobre todo chilenos. Entre 1973 y 1990 llegaron 5.700 chilenos apoyados por organizaciones de derechos humanos y sindicatos que contribuyeron a salvar sus vidas.
Buena parte de ellos y su descendencia continúan en el país. En el 2023, a 50 años del golpe de Estado en Chile, Sergio Blamey, exiliado político chileno desde los años 70 y activista por derechos laborales y sociales, concedió una entrevista a un periódico local. Todavía hoy continúa luchando por conservar la memoria histórica de su comunidad. Lo más importante, afirmó, es no olvidar: “Muchas veces decimos ‘nunca más’, pero ¿cómo decirlo si lo olvidamos? Hay que recordar”.
Durante los últimos 40 años, Sergio ha ejercido no solo la defensa de las causas chilenas, sino que ha luchado desde los sindicatos por los derechos laborales en Noruega. En el país de acogida ha desempeñado la misma labor de activismo que en su primera juventud lo llevó a la cárcel, la tortura y luego al exilio, pero aquí puede ejercerla en libertad.
Del español en las escuelas al taco mexicano
En las escuelas noruegas, la lengua extranjera más estudiada es, justamente, el español (el inglés se considera segunda lengua, no extranjera). Comenzó como asignatura en institutos de comercio, luego muchos se interesaron en aprender español por el atractivo de viajar a España y, desde la década de 1970, la asignatura se incluyó en el plan de estudio y llegó a las universidades.
Ane Christiansen, autora del libro “Spansk på norsk” (“Español en noruego”) publicado en 2023, recorre el trayecto de los estudios de español en Noruega. “Luego de la reforma educativa de 2006 tuvo lugar el gran boom del idioma español, que llega a la actualidad”, afirma Christiansen, “aunque desde antes de la reforma ya español era muy popular”.
El libro “Spansk på norsk” (“Español en noruego”), que en 2023 publicó Ane Christiansen, recorre el trayecto de los estudios de español en Noruega. Foto: Bruno Teixeira
Esto significó una demanda enorme de profesores para la asignatura, Y, desde entonces, el español es la lengua que más eligen los estudiantes de secundaria y nivel medio: el 50% opta por aprenderla.
Asimismo, los noruegos han adoptado la cultura del fredagstaco o taco de los viernes. Se introdujo en la década de 1960, se afianzó en los años 80 y hoy se consumen 10 millones de tacos al año. Se trata de una versión adaptada del taco mexicano que llevó a los noruegos a incorporar un vocabulario en español vinculado al plato: tortilla, burrito, salsa, quesadillas, chili, guacamole.
Peñas, festivales y academias de baile
La celebración de la yunza, las academias de bailes latinos como “Cuba-Norge Dans”, los emprendimientos gastronómicos, las asociaciones culturales como “La peña de todos” o el Festival de Cine Latino, que se celebra desde hace cinco años en Bergen, son espacios de confluencia de comunidades latinas que, aun siendo múltiples, saben hacerse una.
En Noruega, la cubanidad, la argentinidad o la mexicanidad, sin perder esencia o protagonismo, se ponen al servicio de una instancia más inclusiva: la identidad supranacional. Es el caso del festival anual de Cine Latino.
De acuerdo con su fundador y director, Håkon Tveit, “Cine Latino vincula las presentaciones de películas con otras expresiones artísticas de muchos países diferentes de la región, implica a la comunidad y resalta lo que tienen en común, al tiempo que celebran juntos la enorme diversidad”.
La lengua, las religiones, la historia colonial común, los orígenes étnicos, son sin duda elementos integradores, pero también lo son las diferencias, que interactúan y se nivelan. Las identidades nacionales hacen puesta en escena en estos marcos de experimentación social y se reinterpretan en aras de una identidad latinoamericana.
Así lo entiende Adri González, cubana residente en Noruega: “Hago una negociación de mis identidades y cuando quiero tener más alcance extiendo mi identidad de cubana a latinoamericana. Cuando vives en una sociedad culturalmente ajena a tus raíces, pasa como en la política, que se hacen esas coaliciones, uno se adscribe a esa identidad que puede englobar rasgos culturales más extensos. En contextos culturales ajenos al tuyo, la unión hace la fuerza”.
Nunca los latinoamericanos hemos compartido tan estrechamente el mismo espacio como en las situaciones de migración colectiva. La Patria Grande se hace Patria Chica en cada comunidad, para todos, fuera de sus fronteras. Lo nacional se nutre de lo panamericano y, al mismo tiempo, lo alimenta.
Así, en el contexto noruego, más allá de las situaciones particulares, los migrantes latinos somos obreros que derribamos muros culturales y construimos otros que brindan nuevos modos de pertenecer, con materiales de todas partes, con tintes diversos, cálidos, coloridos. Somos hacedores de hogares levantados sobre pilares en los que lo latino brinda la solidez necesaria para poder dejarlos en herencia a nuestros hijos. Y da el confort requerido para que nos acojan, protejan y sostengan cuando llega la nostalgia a habitarnos.