Latinos en Londres: una comunidad que crece pese al desplazamiento urbano

La comunidad latina crece a toda velocidad en Reino Unido. En Londres, un centro comercial que ofrecía música de cumbia, fríjoles, y los hacía sentir en casa, fue demolido. ¿Qué les depara el futuro?

Restaurante La Bodeguita, diciembre 2014. / Foto: @MyElephantStory
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Restaurante La Bodeguita, diciembre 2014. / Foto: @MyElephantStory

Llevo diez años viviendo en Londres y aún no estoy convencido de poder llamar a esta ciudad mi hogar. Diversa y pujante, también presenta muchos desafíos para quienes somos migrantes. Pero una tarde de 2015 me sentí como si estuviera en casa: fue el día en que conocí el viejo centro comercial de Elephant and Castle, una especie de sucursal de América Latina en el corazón de la capital británica.

La omnipresencia del español te hacía pensar que estabas en Medellín, Lima o Guayaquil. En este “shopping” nos encontrábamos con amigos a tomar café colombiano, escuchar cumbia, saborear un rico chicharrón con fríjoles, tener la cita con la dentista, chismosear, cortarse el cabello o inclusive conseguir alojamiento o trabajo.

Durante décadas, en Elephant, como se conoce al barrio latino, nos juntamos a curar nostalgias.

El sur de Londres ha sido siempre el punto de llegada y epicentro de una comunidad latina que, según el informe ‘Towards visibility’ de la Universidad de Queen Mary, es la segunda población migrante no europea que más rápido creció en el Reino Unido. Aunque es difícil precisar una cifra, la investigación de 2016 estimó que había 250.000 latinos, pero podrían ser más del doble debido a la llegada de aquellos con pasaportes europeos desde España e Italia en los últimos diez años.

“Las personas que tuvimos que salir de nuestros países sufrimos de una ‘enfermedad’ que se llama ‘desarraigo’”, cuenta el colombiano César Quintero, nacido en Barranquilla y quien desde hace 21 años es dueño del restaurante Distriandina. “Tuvimos que dejar nuestra lengua, nuestra familia y nuestras costumbres para venir a otra tierra sin la familia, con otra lengua y otras costumbres”, dice con su simpatía habitual quien supo albergar la más famosa ‘viejoteca’, un sitio de salsa para gente mayor al que incluso venían latinos desde otras partes del país a tirar sus “pasos prohibidos”.

Primero, los chilenos exiliados, después los colombianos

Las primeras personas latinas que migraron al Reino Unido fueron los chilenos que escapaban del régimen dictatorial de Pinochet entre 1979 y 1989. Llegaron como exiliados políticos y como estudiantes, en una época en la que los gobiernos británicos ofrecían asilo y visas de una manera mucho más favorable que hoy en día.

En los años 80, la sociedad colombiana empezó a ver un éxodo de personas que huían de la escalada de violencia por el narcotráfico. Londres fue el destino de muchos que, para ganarse la vida, comenzaron a arrendar pequeños locales comerciales a un precio bajo en Elephant and Castle, un área que sufría los estigmas de las periferias al sur del río Támesis y que no era bienvenida por las clases medias y altas londinenses.

Primero se establecieron un pequeño quiosco, ‘La Fogata’, y un café colombiano ‘La Bodeguita’. Luego vinieron decenas y decenas de tiendas, restaurantes, peluquerías, casas de envío, sitios de salsa, el esplendor de la década del 2000 hasta el cierre y demolición del centro comercial, luego de 55 años de existencia, en septiembre de 2020, por un proyecto de ‘regeneración urbana’.

¿Y el ‘barrio latino’?

Dicen que de un lugar no se extraña el sitio sino el tiempo que allí pasamos. ¿Será que ahora lo que realmente extraño es esa época, cuando nos pasábamos horas charlando en el centro comercial? ¿O será que extraño ver la inigualable estatua del gran elefante afuera de la estación del metro?

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Ganesha Lockhart (Foto: My Elephant Story)

Aunque Londres no sea mi hogar, acá es donde aprendí a identificarme como ‘latinoamericano’. Las múltiples referencias más allá de una lengua común que tenemos desde el norte de México hasta la Patagonia nos hacen parte de una de las comunidades más ricas en diversidad cultural del mundo, que ha echado raíces en la capital británica.

Con los años, la unidad y las resistencias de los latinos han contribuido a redefinir la identidad de todo un barrio y han aportado al tejido social a través de la amplia oferta de productos especializados de más de 20 países; al movimiento de las economías locales, y a la difusión y proliferación del español, que según un informe del British Council, “es el idioma más necesario a largo plazo para el Reino Unido, superando al francés o al alemán”.

La identidad latina también está presente con sus aportes a la gastronomía, el baile y el muralismo. En los últimos años, la calle principal de la zona, Elephant Road, ha visto más de cinco murales nuevos, todos con temáticas de América latina.

Y, sin embargo, la idea de hacer del barrio un hogar permanente nunca parece consolidarse del todo.

“Aquí estamos, no nos vamos”

De manera similar a como se dio el cierre del centro comercial de Elephant en 2020, también en la pandemia las autoridades locales cerraron el Seven Sisters Indoor Market, la segunda concentración más grande de pequeños comercios latinos, ubicada en el norte de Londres.

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La comunidad latina en Londres. (Foto: Latin Elephant)

Las historias de ambos sitios no son iguales, pero sí tienen un enemigo en común: la gentrificación que patrocinan los desarrolladores inmobiliarios con capitales extranjeros y los municipios locales, con la luz verde de la Alcaldía de Londres y el gobierno nacional.

Detrás de cada nuevo emprendimiento en la ciudad, hay una comunidad existente que sufre una vulneración en sus derechos y agrava sus dificultades solo por el hecho de ser migrantes, negros, latinos, madres cabezas de familia, con escaso dominio del inglés. Personas ya desarraigadas que vuelven a sufrir un desplazamiento luego de hacer de este rincón del sur de Londres un hogar.

La comunidad latina está siendo desplazada por un sistema de desigualdad en el acceso, compra y administración de la tierra en una de las ciudades más caras del mundo, donde cada metro cuadrado vale más que un vaso de agua en el desierto. Este sistema de desplazamiento poblacional se llama ‘gentrificación’, y casualmente (¿o causalmente?) el término nace en Londres, cuando en 1964 la socióloga Ruth Glass, de la University College London, le pone nombre a este fenómeno en que las clases pudientes llegan a una zona históricamente habitada por clases trabajadoras o populares y, a través de su mayor poder adquisitivo para comprar o arrendar viviendas, acaban desplazando a la población original, de menor acceso al capital.

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La Fogata, el primer local latino en Londres. (Foto: Patria Román Velázquez)

Nada de eso tiene que ver con la esencia de Elephant. Lo que ocurría dentro del “shopping” -y ahora a sus alrededores-, son cuestiones intangibles: la amistad, la familia, el sentido de comunidad y de pertenencia. Todos estos valores están en riesgo por la “regeneración", un eufemismo para no hablar de "gentrificación", o de "desplazamiento poblacional".

Cuando en 2015 se regaban los rumores sobre la compra del centro comercial para su cierre y demolición por parte de un grupo inversor de capitales sospechosos, yo conducía el programa radial ‘Identidades’, a escasos minutos de Elephant. Cada jueves entrevistaba a migrantes latinos que, como yo, se ganaban la vida de diversas formas.

Una tarde pisé por primera vez el centro comercial y conocí a Patria Román Velázquez, fundadora y directora de la organización benéfica Latin Elephant, que representa los intereses y derechos de pequeños emprendedores de origen latinoamericano y de otras periferias migrantes, quienes corrían riesgo de ser desplazados. Luego de entrevistarla y de conocer su historia, decidí unirme como voluntario a la organización y, con el tiempo, acabé siendo vocero y luego director.

Entre 2016 y 2021, lideramos una campaña junto a muchas organizaciones sociales, de caridad y barriales. La intención no era rechazar lo que la Alcaldía de Londres llamaba “desarrollo”, sino que supimos disputar abiertamente este tipo específico de “desarrollo”: construir torres de lujo inaccesibles para las clases trabajadoras, siempre en zonas históricamente habitadas por poblaciones negras y migrantes que luego son desplazadas.

“Como migrantes, estamos acostumbrados a trabajar duro cada día”, dice Ana Castro, microemprendedora colombiana que lleva más de una década en el área. “Entonces si nos toca volver a reinventarnos, encontraremos un local y saldremos adelante”.

La tienda de Ana es uno de los más de 60 locales latinos en un radio de tres cuadras. La mayoría no ha sido directamente afectada por el proyecto inmobiliario, y los que tuvieron que salir han conseguido un sitio temporal de reubicación, un fondo de compensación y logran mantener renta accesible, gracias al trabajo de activismo por los derechos de los pequeños comerciantes, que lideró Latin Elephant junto a otras organizaciones locales.

Pasaron muchos años desde mi llegada a Londres, de los interminables cafés y los encuentros inesperados dentro del centro comercial. El área ha sufrido una transformación visible y cada día el valor de la tierra se encarece. Sin embargo, como dice el cantante puertorriqueño René: ‘Aquí estamos / siempre estamos / no nos fuimos / no nos vamos… Pa’ que te recuerdes’.

Mientras resistimos y continuamos esta merecida apropiación del barrio latino de Londres, no hacemos sino curar nostalgias.

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