Nearshoring en México: ¿renacimiento económico o viejas estrategias?
El auge del nearshoring, o relocalización de la producción, en México, país vecino de Estados Unidos, plantea un dilema entre la dependencia y el crecimiento económico de incierta resolución.
¡Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos!
—Nemesio García Naranjo.
El fenómeno del nearshoring, también conocido como relocalización, ha sido un tema de gran interés para la economía mexicana en los últimos años.
Esta estrategia de reubicación de las líneas de producción en países cercanos a los mercados principales ha sido impulsada por la creciente complejidad de las cadenas de suministro globales, las tensiones geopolíticas y la volatilidad económica internacional.
En este contexto, México ha emergido como un actor clave.
Su proximidad geográfica con Estados Unidos y la integración vertical de las dos economías –consagrada en el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC)– hacen del país un destino atractivo para las empresas que buscan reducir costos y mejorar su resiliencia en un entorno cambiante.
Si bien hay condiciones que detonaron el nearshoring en México —la firma del T-MEC en 2018, el repunte en las tarifas del transporte tras la pandemia del covid-19 y la crisis de las cadenas de suministro globales— hay otros factores como la guerra comercial de Estados Unidos y China, los conflictos armados en Ucrania y Medio Oriente y el aumento en los costos de producción en Asia que continuarán reforzando la ventaja geoestratégica de México en el corto o mediano plazo.
El nearshoring tiene el potencial de reconfigurar las cadenas logísticas en México y de funcionar como un catalizador para el crecimiento económico del país.
Sin embargo, una serie de desafíos tanto internos como externos podrían impedir que México aproveche esta oportunidad al máximo.
Un ecosistema óptimo para ser una potencia exportadora
Entre las principales ventajas que ofrece México para la relocalización de cadenas logísticas se encuentran su cercanía geográfica con el mercado estadounidense, disponibilidad de mano de obra cualificada y relativamente barata y acuerdos comerciales con más de 50 países, incluido el T-MEC.
México cuenta además con infraestructura y una cultura laboral similares a las de Estados Unidos, lo que facilita la integración de operaciones y la comunicación con clientes y proveedores.
En el corto plazo, el efecto positivo de la relocalización en la economía mexicana, desde el punto de vista de las cuentas externas se puede entender en dos vertientes: en un mayor número de exportaciones y, por tanto, aprovechamiento más intensivo de la capacidad productiva de México, por un lado, y por el otro en la atracción de más inversión extranjera directa (IED).
En cuanto a las exportaciones, México se convirtió en el principal socio comercial de Estados Unidos desde la segunda mitad del 2023, desplazando a China, que ostentó ese título por más de 20 años.
Según datos de la Oficina de Censo de Estados Unidos, las exportaciones de México a Estados Unidos sumaron alrededor de 475.600 millones de dólares el año pasado, un aumento del 5% respecto al año anterior. China, por su parte, vendió unos 427.200 millones de dólares en mercancías a Estados Unidos en 2023, un 20% menor que el año anterior.
En términos de inversión extranjera directa ligada al nearshoring, México ha experimentado un crecimiento significativo. El Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) estimó que la IED vinculada al nearshoring—aquella destinada a 57 actividades industriales integradas en las cadenas de producción globales o con potencial de integrarse en un futuro—fue de 15.000 millones de dólares en los primeros nueve meses del 2023, un crecimiento del 47% respecto al mismo periodo del año anterior.
Para poner esta cifra en contexto, el total de IED en 2023 fue de poco más de 36.000 millones de dólares, cifra 27% superior al monto reportado al cierre de 2022, según datos de la Secretaría de Economía de México.
Estas cifras muestran un panorama positivo para el nearshoring en México. Los flujos comerciales y la inversión extranjera vinculada a esta estrategia crecen a buen ritmo, confirmando que las empresas internacionales están favoreciendo a México como un destino atractivo para relocalizar sus operaciones.
En el mediano, o largo plazo, si el efecto positivo del nearshoring continúa, este puede impulsar aún más el crecimiento de las exportaciones a Estados Unidos hasta unos 609.000 millones de dólares en los próximos cinco años, según estimaciones del banco Morgan Stanley.
El banco de inversiones también estima que la IED vinculada a sectores mexicanos asociados al nearshoring podría alcanzar los 46.000 millones de dólares en en el mismo periodo, lo que podría añadir unos 50 puntos base al crecimiento del producto interno bruto en los próximos cinco años—el PIB de México creció un 3.2% en 2023.
Nearshoring: ¿un ‘déjà’ vu de las maquiladoras?
Las expectativas generadas por la tendencia del nearshoring en México son altas en cuanto a la atracción de inversión extranjera, incremento en la producción y las exportaciones, y un repunte en el crecimiento económico.
Sin embargo, esta historia no es nueva en México.
Con la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) en 1994, se instaló en los estados fronterizos del norte de México una nueva industria: las maquiladoras.
Estas empresas de capital extranjero aprovecharon el bajo costo de la mano de obra mexicana para aumentar sus márgenes de ganancia y la cercanía con el mayor mercado del mundo para vender sus productos. Así instalaron plantas de ensamblaje que importaban materias primas sin aranceles y exportaban productos terminados.
Este modelo atrajo inversión extranjera, desarrolló la capacidad manufacturera y exportadora de México, y generó cientos de miles de empleos, aunque con frecuencia en condiciones laborales cuestionables y con un enfoque limitado en innovación y desarrollo local.
Entonces, ¿es el nearshoring otro fenómeno maquilador? Aunque la respuesta corta es no, sí comparten algunas similitudes.
Por un lado, el nearshoring es una apuesta industrial que surge no como una política de estado o económica articulada estratégicamente, sino como una respuesta a los desafíos geopolíticos y económicos mencionados anteriormente.
Por otra parte, mientras que el modelo maquilador se enfoca en ensamblaje y manufactura básica, el nearshoring está atrayendo inversiones a sectores de mayor valor agregado, como el automotriz, electrónica, aeronáutica y dispositivos médicos.
Otro aspecto a destacar del nearshoring en comparación con la industria maquiladora es que la relocalización busca la cercanía geográfica con Estados Unidos en los estados fronterizos de México, pero también se está extendiendo a otros estados en el centro y sur del país.
Finalmente, la industria maquiladora ha enfrentado severas críticas por violaciones a los derechos laborales y problemas de seguridad, por lo que la nueva capacidad industrial que se instale a raíz del nearshoring tendrá que aprender esas lecciones e implementar mejores prácticas.
El nearshoring puede representar el cambio estructural más relevante para México después de la firma del TLCAN.
Sin embargo, e igual que con la industria maquiladora, sus resultados están condicionados al desempeño económico de Estados Unidos, a la estabilidad macroeconómica interna, al repunte de las inversiones extranjeras en el país y al desarrollo político tanto en México como en Estados Unidos.