¿Qué pasará con Medio Oriente si Donald Trump vuelve a la Casa Blanca?

Pese a su alianza incondicional con Israel y su prédica islamófoba, es poco probable que Trump se incline por una intervención militar directa. Pero acusa a Biden de no hacer suficiente en la región.

El candidato presidencial republicano y expresidente de Estados Unidos, Donald Trump. Foto: Reuters. 
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El candidato presidencial republicano y expresidente de Estados Unidos, Donald Trump. Foto: Reuters. 

Los resultados de las elecciones presidenciales en Estados Unidos el próximo noviembre son impredecibles: todo puede pasar. Y gane el expresidente Donald Trump o gane la vicepresidenta Kamala Harris, el resultado será decisivo también para Medio Oriente.

En campaña, tanto Harris como Trump se han presentado como aliados de Israel, aunque con enfoques diferentes. Harris, quien ha sido vicepresidenta en el Gobierno de Joe Biden, defendió su apoyo a la convivencia de dos estados y reconoció el sufrimiento del pueblo palestino, pero siempre resaltando su defensa de Israel. Trump ha sido siempre un aliado incondicional de Israel, apoyándolo en todo momento y criticando incluso a la administración de Biden por no hacerlo lo suficiente.

Ahora bien, ante una posible victoria de Trump, ¿cómo repercutiría en Medio Oriente?

Trump y la política belicista de los republicanos en Medio Oriente

La tradición republicana ha sido históricamente belicista, intervencionista y pro-israelí, especialmente en Medio Oriente. Durante el Gobierno de Eisenhower, en 1953, EE.UU. dio un golpe al primer ministro iraní elegido democráticamente, Mohammad Mossadeq, tras la nacionalización del petróleo. Richard Nixon apoyó a Israel con un puente aéreo masivo para suministrarle armas contra Egipto y Siria en 1973. En la década de 1980, Ronald Reagan armó a Iraq contra Irán, y perpetuó un conflicto que alcanzó el millón de muertos. George Bush (padre) lanzó la Primera Guerra del Golfo y su hijo la invasión de Iraq en 2003, que llevaron al total colapso del país y la pérdida de decenas de miles de vidas.

La llegada de Trump a la Casa Blanca en 2017 trajo consigo una escalada en la tensión en Medio Oriente. A pesar de su promesa de reducir la presencia militar de Estados Unidos, su interés en la región nunca disminuyó. Su primera decisión fue retirar a Estados Unidos del Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA), un acuerdo nuclear que la administración de Obama había firmado con Irán. Allí se prometía el fin de las sanciones a cambio de limitar el programa nuclear iraní. Sin embargo, Trump hizo borrón y cuenta nueva: terminó con el pacto, restableció sanciones y generó nuevamente inestabilidad en la región. En el 2020, llegó el punto álgido de tensiones en la región con el asesinato del general iraní Qasem Soleimani.

Aunque Trump ha dejado claro que no quiere involucrar a Estados Unidos en otro conflicto, apoyó a Arabia Saudita en la guerra de Yemen, reconoció la soberanía israelí sobre los Altos del Golán, y promovió los acuerdos de normalización entre Israel y Emiratos Árabes Unidos, Baréin, Marruecos y Sudán. Si bien Trump evitó nuevos conflictos, su visión se basa en una política de injerencia donde Israel desempeña un papel central.

El plan de Trump para Palestina

Trump rechaza la existencia de un estado palestino. De hecho, durante su presidencia movió la embajada estadounidense de Tel Aviv a Jerusalén, y en la campaña de 2024 ha llegado a afirmar que la supervivencia de Israel puede verse amenazada si no es elegido como presidente.

Durante su gobierno se llegó a un polémico ‘acuerdo’ llamado 'Paz para la Prosperidad', en el que Israel no debía ceder ningún territorio, ya fuera ocupado o no. Aunque el acuerdo no lo firmó la representación palestina, sí se presentó como un supuesto pacto, que en realidad distaba mucho de ser el logro que los estadounidenses e israelíes intentaron mostrar al mundo.

En el acuerdo, EE.UU. se comprometía a invertir 50.000 millones de dólares en reducir la pobreza de los palestinos y en construir infraestructura. Pero los palestinos se negaron. Hasta que los más de 200 asentamientos ilegales en Cisjordania ocupada, habitados por más de 500.000 colonos israelíes no fueran desmantelados, advirtieron, no firmarían ningún acuerdo. Según el plan inicial, esos 200 asentamientos se iban a agregar a Israel como parte intrínseca de su territorio.

Por último, el acuerdo establecía un “no derecho al retorno”. Es decir, los palestinos no podrían reclamar más como propio el trazado del nuevo territorio israelí.

Este plan nunca llegó a implementarse. Sin embargo, sirve como guía para entender qué puede suceder en Medio Oriente si Trump vuelve a la Casa Blanca.

La reacción de Trump tras el 7 de octubre y el lobby republicano

Desde la incursión del 7 de octubre de 2023 por parte de Hamás, Trump ha intensificado su apoyo a Israel. Incluso ha impulsado a que Tel Aviv intensifique los ataques contra Irán, sugiriendo que debe destruir las instalaciones nucleares iraníes para evitar una escalada mayor.

La influencia de grupos pro-israelíes podría presionar para que se abandone la aparente neutralidad hacia la situación y se legitime incluso la anexión de Cisjordania ocupada. Miriam Adleson, viuda del magnate israelí Sheldon Adlenson, es una de las voces que presiona a la Casa Blanca para que eso ocurra.

Históricamente, los Adleson han desembolsado donaciones millonarias al Partido Republicano y, al mismo tiempo, han promocionado campañas de asentamientos israelíes, promoviéndolos y financiándolos. De hecho, Adlenson donó 65 millones de dólares en la campaña de Trump, y se especula que eso le sirvió para conseguir el traslado de la embajada de Tel Aviv a Jerusalén. Por lo tanto, su influencia será fundamental en cualquier decisión de Trump respecto a la anexión de Cisjordania ocupada.

Una parte importante de los cristianos evangélicos también se han alineado con Trump gracias a su tendencia islamófoba y a su apoyo a Israel. Estos grupos radicales, el 28% del electorado, pueden ser claves para el triunfo de Trump y, al mismo tiempo, son defensores acérrimos de la ocupación israelí en Palestina.

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El entonces presidente estadounidense, Donald Trump, junto al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, en Nueva York, Estados Unidos

No intervención directa pero sí apoyo total a Israel

Si Trump regresa a la Casa Blanca, a pesar de la retórica y provocación contra Irán, lo más probable es que nunca llegue a una intervención militar directa. Incluso puede servirse de la tensión en Medio Oriente para promover sus conocidos discursos islamófobos, y aumentar la presión sobre las comunidades musulmanas en EE.UU.

Sin embargo, esto no evitaría otorgar carta blanca a su aliado en la región, Israel, para que continúe con los bombardeos indiscriminados y la ocupación. Es más: el papel de supuesto mediador que EE.UU. aparentemente ha tenido con Biden desaparecería por completo. Y, en su lugar, quedaría un apoyo pleno a Netanyahu. Con Trump, la solución de los dos estados, si alguna vez fue posible, quedaría descartada.

Por último, Trump se enfrentará, subestimará y quitará apoyo a su antojo a las organizaciones internacionales que contradigan sus planes. En 2018, por ejemplo, dejó de financiar a la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina (UNRWA). Si Trump vuelve a la presidencia, puede contribuir a reducir la confianza tanto de la ONU como de la Corte Internacional de Justicia, sobre todo si esta última acaba por condenar a Israel por genocidio.

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