Reformar las sanciones de Estados Unidos: pasar del castigo a la persuasión

Las sanciones económicas de Washington afectan a casi un tercio de la economía mundial. Es hora de que EE.UU. las reevalúe, ya que rara vez logran sus objetivos y causan daño a civiles inocentes.

El edificio del Departamento del Tesoro de Estados Unidos en Washington, el 4 de mayo de 2021. / Foto: AP
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El edificio del Departamento del Tesoro de Estados Unidos en Washington, el 4 de mayo de 2021. / Foto: AP

Durante las últimas tres décadas, las sanciones se han convertido en la herramienta más importante de la política económica de Estados Unidos y de sus aliados occidentales.

El objetivo ha sido enfrentar desafíos internacionales a la paz y la seguridad que van desde poner fin a los conflictos internos y la agresión territorial hasta intentar impedir la proliferación nuclear, las violaciones masivas de derechos humanos y el terrorismo.

La primera década de estas sanciones económicas, impulsadas por la cooperación entre las superpotencias y el optimismo de que la Guerra Fría había terminado en los años 80, se originó en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y llevó a un éxito relativo en la erradicación del apartheid en Sudáfrica y en las guerras en los Balcanes, Sierra Leona, Liberia y Angola.

Con Estados Unidos y Gran Bretaña tomando el liderazgo en ese momento, todos los miembros de la ONU acordaron implementar y hacer cumplir estas medidas. Con este respaldo, Washington diversificó el tipo de sanciones que imponía y amplió drásticamente el número de entidades e individuos a las que apuntaban.

Cuando comenzó la era de las sanciones en la década de 1990, menos del 10% de la economía mundial enfrentaba estas medidas. En comparación, ahora, casi un tercio de la economía mundial opera bajo sanciones.

A lo que se suma que en 2024 las sanciones son una realidad estructural en ocho de los peores casos de desastres humanitarios rastreados por Concern Worldwide y están vigentes en 10 de los conflictos violentos del mundo identificados por el International Crisis Group.

Las mayores críticas

En la última década, se han planteado múltiples críticas sustanciales y válidas a las sanciones internacionales, y, con especial énfasis a las sanciones autónomas de Estados Unidos. Justamente, se cuestiona la eficacia de estas medidas y su efecto negativo sobre los derechos humanos y el bienestar.

Un argumento sostiene que Washington les ha impuesto sanciones a 38 países y también las ha utilizado en asuntos como el terrorismo y el tráfico de personas, lo que demuestra que se usan en exceso porque se ha vuelto demasiado fácil que el presidente de EE.UU. o el Congreso las puedan implementar. Además, estas medidas no han logrado sus objetivos en prácticamente ningún caso de la última década.

La evidencia es convincente, ya que las sanciones estancadas e interminables contra objetivos como Cuba, Venezuela, Irán y Corea del Norte se han convertido en disputas insolubles.

La segunda crítica identifica el gran impacto negativo que tienen las sanciones sobre el bienestar socioeconómico de civiles inocentes dentro de la nación contra las que se imponen.

En concreto, imponer sanciones a los bancos y restringir el acceso a los mercados financieros internacionales puede estimular la inflación y el deterioro en general de la calidad de vida económica. Esto, con frecuencia, empeora los derechos humanos en un país administrado por gobiernos represivos.

Además, en las sociedades que sufren una guerra, las sanciones crean importantes barreras para proporcionar ayuda humanitaria a los inocentes atrapados en la violencia.

Estos señalamientos revelan la dura realidad de que los fracasos y la magnitud de las sanciones han tenido un efecto nocivo sobre la política exterior de Estados Unidos en general, dañando su prestigio y poder a nivel global. El uso excesivo de estas medidas también ha contribuido a profundas divisiones en el Consejo de Seguridad de la ONU, poniendo fin a la era de la eficacia de las sanciones y de la legitimidad global.

Además, las sanciones han permeado tanto el entorno internacional que sus vínculos con otras tendencias y crisis globales resultan chocantes.

El camino a seguir

Para que el próximo presidente de Estados Unidos y el Congreso corrijan el atolladero de sanciones ineficaces y continuas, y además puedan establecer nuevos medios y estructuras que mejoren el éxito de estas medidas o contribuyan a su desaparición, ofrezco tres recomendaciones.

La primera es crear una comisión independiente que haga una revisión a nivel de todo el gobierno sobre el papel y el propósito de las sanciones en la política exterior de EE.UU.

Esa comisión examinaría diversas dimensiones e interacciones dentro de las agencias que imponen sanciones, la Casa Blanca y el Congreso. Luego recomendaría acciones coordinadas que harían de estas medidas una herramienta efectiva, legítima y justa de la política económica.

La revisión del Departamento del Tesoro en 2021 logró parte de esta tarea para esa agencia en específico. El modelo gubernamental para la comisión de sanciones es crear un equivalente a la revisión de la política nuclear de EE.UU.

En segundo lugar, Washington debe construir desde un impulso anterior, en el que lideró esfuerzos para armonizar mejores prácticas que llevaron al alivio de las sanciones dentro del gobierno y para aliados occidentales. Esto aumentaría las perspectivas de éxito de las sanciones en la reducción de los conflictos violentos.

Este impulso incluye varios informes de nuevas y mejores prácticas para mitigar el impacto no deseado de las sanciones entre las poblaciones civiles y el creciente problema del cumplimiento excesivo de la banca y el sector privado.

Estados Unidos también se unió a Irlanda para encabezar la Resolución 2664 del Consejo de Seguridad de la ONU en diciembre de 2022, que creó una excepción humanitaria sin precedentes para la mayoría de los regímenes de congelación de activos de la ONU o los gobiernos afectados por sanciones financieras.

Estas acciones progresistas, especialmente la resolución 2664 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, crean nuevas oportunidades para el liderazgo de Washington en materia de política económica.

La tercera recomendación es que los líderes inyecten un nuevo sentido de urgencia con respecto al compromiso diplomático de Washington con el país objeto de sanciones desde el momento en que se imponen.

El aislamiento continuo de un país con sanciones como castigo resulta contrario a la consideración de que estas medidas pueden funcionar como ventaja de negociación para producir un cambio político. Sin embargo, ese es el modus operandi en demasiados casos actuales.

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Enrique Mora, coordinador de la Unión Europea en las conversaciones para reactivar el acuerdo nuclear de Irán con las potencias mundiales, a la izquierda, con el principal negociador nuclear de Irán, Ali Bagheri Kani, en Teherán, el 11 de mayo de 2022. Foto: Ministerio de Relaciones Exteriores de Irán vía AP.

Cuando hay una participación diplomática en un caso de sanciones, la dinámica habitual es que Estados Unidos prometa un alivio de las medidas a cambio de concesiones, si no es que se solicita la capitulación total, del gobierno objeto de las sanciones. Esto parece ser el final de cualquier negociación.

Debido a que Estados Unidos, en esencia, "tiene todas las cartas" en una negociación de este tipo, podríamos ser más inventivos y hacer algunas concesiones para aliviar las sanciones como ejemplo de buena voluntad y como incentivo para que el afectado por las medidas siga participando en un diálogo en curso.

Cambiar los supuestos

Además, Estados Unidos debe cambiar sus supuestos y herramientas para tener éxito en esa diplomacia.

Un punto de partida sería reemplazar las antiguas y aún vigentes narrativas que han obstaculizado las posibilidades pasadas de sanciones que condujeran al final del proceso de crisis diplomática.

Esto comienza con los negociadores y sus líderes nacionales rechazando varias verdades que a menudo escuchan en su propio entorno doméstico. Estas afirmaciones son ampliamente aceptadas y escuchadas en el Congreso y a menudo atan de manos a los negociadores estadounidenses desde el principio.

Una afirmación común que hacen funcionarios del gobierno es que sentarse a negociar las ofensas cometidas por la otra nación esencialmente recompensa el comportamiento ilegal del objetivo de las sanciones.

Estrechamente relacionadas están las afirmaciones despectivas de que la diplomacia comprometida proporciona al objetivo legitimidad y una plataforma más fuerte para las mismas acciones que llevaron a las sanciones. Otra perspectiva exige que el país afectado haga varias concesiones como condición para que Estados Unidos se sume a la negociación.

Adoptar nuevas medidas en casos de sanciones exige una concentración y determinación intensas. Pero al hacerlo, Estados Unidos puede remediar los embarazosos casos de sanciones a Cuba y las zonas liberadas de Siria, y pasar a otros casos, poniendo fin a lo que a menudo se denomina "sanciones eternas".

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