“Todo quedó bajo tierra”: la artesana que sobrevivió al terremoto de Hatay
Hace dos años, el terremoto en Hatay, Türkiye, convirtió a la artesana Belgin Alioglu en una sobreviviente. Ahora, mientras teje resiliencia en cada hilo, guarda la esperanza de poder regresar.

Belgin Alioglu trabajando en su telar de seda, un arte tradicional que dominaba antes del terremoto. / Foto: Cortesía de Belgin Alioglu
El 6 de febrero es la fecha de una tragedia en Türkye: en 2023, el terremoto de magnitud 7,8 devastó el sur del país y el norte de Siria, cobrando la vida de más de 50.000 personas.
El paisaje era irreconocible. Además, el terremoto desplazó a miles de personas y dejó sin hogar a millones. La artesana turca Belgin Alioglu es una de ellas. Pasó de tener una vida que se tejía con hilos de seda en el vibrante corazón de Antakya a ser testigo de cómo su familia, su taller y su hogar fueron enterrados por los escombros.
“Todo quedó bajo tierra”, le dijo a TRT Español, en una conversación sobre el terremoto, a propósito del aniversario. Sin embargo, como el fino hilo que guía sus manos, Belgin ha tejido una nueva existencia, adaptándose a la adversidad y renovando su esperanza en el arte que siempre la definió.
La artesana antes de la tragedia
Conocí a Belgin en 2017, cuando tuve la oportunidad de viajar a Hatay, una encantadora provincia turca y mediterránea ubicada en la frontera con Siria. Al caminar por el corazón histórico de la capital, la antigua ciudad de Antakya—conocida en español como Antioquía. Ella era una artesana de 50 años cuya maestría en el tejido de seda me impresionó.

La tienda de Belgin Alioglu en Antakya, antes del terremoto, donde preservaba el arte del tejido de seda. / Foto: Cortesía de Belgin Alioglu
Su tienda, ubicada en la famosa Saray Caddesi, o Calle del Palacio, formaba parte del vibrante casco histórico, rodeada de comercios de artesanías, jabones y otros productos típicos de la región. Allí, Belgin trabajaba junto a su familia, preservando un oficio transmitido de generación en generación.
Entré en ella casi por casualidad, atraído por los colores vivos de sus telas, y pronto me encontré sumido en una exhibición sobre cómo fabricaba sus telas, utilizando los antiguos telares. Pero la conversación no se limitó al arte del tejido. La familia me habló de Hatay, de su historia milenaria, de su diversidad y la convivencia cultural y religiosa que, durante siglos, había definido la identidad de la provincia.
Con la hospitalidad que caracteriza a la región, se ofrecieron a llevarme a algunos de sus lugares más emblemáticos, como el Santuario de Al-Jidr, el árbol de Moisés o el histórico pueblo de Vakifli. A veces, es curioso cómo pueden surgir amistades de una simple conversación y de la mutua voluntad de conocer al otro.
Hatay me robó el corazón. Me sorprendió cómo una provincia, en apariencia recóndita, podía albergar tanta historia y diversidad. Su legado griego, romano, árabe-islámico, turco-otomano y francés se refleja en la arquitectura de Antakya, donde también se encuentra una de las primeras iglesias del cristianismo primitivo. Pero Hatay es mucho más: su riqueza gastronómica y su carácter multirreligioso hacen que en sus calles convivan mezquitas, iglesias y centros de culto alevíes, mientras el turco y el árabe resuenan en cada esquina. Me siento afortunado de haber conocido un Hatay que, lamentablemente, ya no existe.
Desde ese primer encuentro, mantuve el contacto con ella y su familia a través de Instagram, donde continúa mostrando su trabajo artesanal. Así fue hasta 2023, el año del giro trágico.

Nueva vida en Mersin: Belgin Alioglu adaptándose a su nueva realidad con el arte de la cestería. / Foto: Cortesía de Belgin Alioglu
El día en que el terremoto se llevó Hatay
El 6 de febrero de 2023, un terremoto de magnitud 7,8 grados sacudió con fuerza el sur de Türkiye y el norte de Siria, con epicentro en Kahramanmaras. Hatay, y especialmente Antakya, fueron de las zonas más afectadas por el desastre.
Aquel día le escribí a Belgin, ansioso por saber de ella y su familia. La respuesta llegó en forma de una dura noticia: “Lamentablemente, en mi propia familia hemos perdido a algunos miembros”, y “todo ha quedado destrozado”, compartió.
Ese seísmo es el más fuerte registrado en Türkiye desde el terremoto de Erzincan en 1939, que tuvo la misma magnitud. En términos históricos, es el segundo más grande en el país, solo superado por las estimaciones más altas del terremoto de Anatolia del Norte de 1668. Sus efectos se extendieron hasta Egipto y la costa del mar Negro.
El terremoto, que dejó un saldo de más de 50.000 muertos, alteró para siempre la vida de aquellos que sobrevivieron. Se estima que 14 millones de personas, equivalentes al 16% de la población de Türkiye, resultaron afectadas. Y según expertos en desarrollo de las Naciones Unidas, alrededor de 1,5 millones de personas quedaron sin hogar.
“El terremoto fue muy fuerte, las pérdidas fueron enormes, tanto materiales como emocionales”, recuerda Belgin con una voz quebrada, en conversación con TRT Español.
Los equipos de rescate lucharon contra un escenario casi insuperable: infraestructuras colapsadas, caminos bloqueados y el clima adverso que complicaba aún más las labores de búsqueda. “Intentamos salvar a muchas personas que quedaron bajo los escombros, pero cuando los equipos de rescate llegaron, ya era demasiado tarde”, añade, con una tristeza palpable.
Antakya resultó devastada. Cerca del 80% de la ciudad quedó reducida a escombros, con bloques residenciales derrumbados, centros comerciales en ruinas y edificaciones históricas irreconocibles. Sólo en Turkiye, más de 850.000 edificios se derrumbaron en el terremoto inicial y las miles de réplicas que le siguieron. Los terremotos afectaron 11 provincias turcas.
La tragedia no solo se midió en cifras, sino en la desaparición de un legado construido a lo largo de siglos. Belgin perdió su casa, su negocio y su fuente de sustento. En la calle del Palacio, “todas las tiendas se derrumbaron. Los telares de seda, lamentablemente quedaron enterrados bajo tierra”, cuenta.

Ruinas en Antakya tras el devastador terremoto del 6 de febrero de 2023. / Foto: Cortesía de Belgin Alioglu
“Los edificios no matan, matan las personas”
El enfado de Belgin hacia las constructoras de edificios que no cumplieron con la normativa antisísmica es palpable en sus palabras. Para ella, la tragedia no solo se debió a la fuerza del terremoto, sino a la irresponsabilidad y negligencia de aquellos que antepusieron sus intereses económicos por encima de la seguridad de las personas.
“Los edificios no matan, las personas malintencionadas son las que matan”, asegura con un tono de profunda indignación. Según ella, la causa de la tragedia no fue solo el terremoto en sí, sino también la falta de honestidad en la construcción.
“Lo que vivimos durante el terremoto no es algo que se olvide, claro que no” cuenta Belgin con semblante triste.
Una nueva vida en Mersin
Después del devastador shock, Belgin, acompañada de su familia se vio obligada a trasladarse a la ciudad de Mersin, al norte de Hatay. De los 1,7 millones de habitantes originales de la provincia, sólo quedan 250.000.
Actualmente, vive en una casa compartida con su hermano, su esposa y sus hijos. Aunque trabaja incansablemente, asegura que, con lo que logra ganar, no puede permitirse una vivienda para ella sola.

Los escombros de lo que fue la casa de Belgin Alioglu, destruida por el terremoto del 6 de febrero de 2023. / Foto: Cortesía de Belgin Alioglu
El desastre le obligó a "adaptarse a otro tipo de arte", como ella misma dice. Dejó atrás el tejido de seda, una de sus grandes pasiones, para sumergirse en la creación de cestas artesanales. “Los telares son muy caros y difíciles de encontrar”, explica. Esta nueva forma de arte ha sido su fuente de sustento, pero también un símbolo de superación personal.
Además de su trabajo, Belgin ha encontrado un propósito más profundo: imparte talleres de manualidades en una residencia de personas mayores. En estos espacios, no solo comparte su habilidad y destreza, sino que se conecta con los más mayores, brindándoles una lección de resiliencia, esperanza y la fortaleza de seguir adelante a pesar de las adversidades.
“Con lo que gano, tratamos de sobrevivir”, comenta con humildad. “Voy al mercado una vez a la semana y trato de vender lo que produzco. Aunque sea difícil, con muy pocos ingresos, trato de seguir adelante”.

Belgin Alioglu impartiendo un taller de manualidades en una residencia de ancianos, donde comparte su arte y resiliencia con los más mayores. / Foto: Cortesía de Belgin Alioglu
A pesar de las dificultades y el dolor que Belgin enfrenta, ella mantiene la esperanza de volver a su ciudad. “La situación en Antakya ahora mismo parece una gran zona de construcción, porque en cada barrio hay escombros. Pero estoy segura de que cuando terminen, será una ciudad confortable y hermosa. Lo imagino así y espero que sea así. Aunque tomará algo de tiempo”.
Hasta entonces, “te espero en Antakya. Y, cuando vengas, quiero mostrarte cómo tejer seda en mi tienda”.