Trump: ¿puede el proteccionismo hacer grande a Estados Unidos?
Además de combatir la inmigración ilegal y el fentanilo, recortar impuestos y reducir el gasto estatal en Estados Unidos, Donald Trump amenaza con desencadenar una guerra comercial a gran escala.
Con la promesa de hacer a Estados Unidos grande de nuevo, Donald Trump regresa a la Casa Blanca amenazando con aumentarles aranceles a México, Canadá y China. Y, por si fuera poco, también habló de un arancel universal, por lo que el mundo está expectante a las consecuencias que pueda acarrear una nueva guerra comercial.
El arancel es una política proteccionista que busca favorecer la producción nacional en detrimento de la extranjera. En épocas históricas, el proteccionismo se asoció con la guerra, como ocurrió durante el mercantilismo que, varios siglos atrás, hizo del comercio internacional una pugna en que los Estados buscaban engrandecerse a costa de los demás. Desde el auge del liberalismo económico, el proteccionismo generalmente se asoció con coyunturas de crisis.
Trump justificó la imposición de aranceles en la competencia desleal que, según él, sufre Estados Unidos de parte de otras economías. Pero también insistió en utilizar esta estrategia para frenar la inmigración ilegal y el comerio de drogas culpando especialmente a México y Canadá. El presidente electo sostuvo que la inmigración ilegal causa inseguridad, elevados costos de vivienda, así como la crisis del fentanilo que azota a Estados Unidos. Por esto último, también responsabilizó a China, señalado como el principal exportador de precursores para esa droga sintética.
Sin embargo, más allá de la cuestión de la inmigración y las drogas ¿por qué Trump apuntó especialmente a esas tres economías?
El costo económico: la pérdida de competitividad
En su primer mandato (2017-2021), Trump desencadenó conflictos comerciales que dieron lugar a la denominada guerra comercial, sobre todo con China, pero también obligó a sus dos socios del Tratado de Libre Comercio para América del Norte (TLCAN) a renegociar el acuerdo que derivó en el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC).
Estados Unidos es la economía más grande del mundo, pero, a la vez, una de las que tiene menor apertura comercial, sobre todo, si se lo compara con sus socios del T-MEC.
México y Canadá, junto con China, son los principales socios comerciales de Estados Unidos, representando en conjunto cerca del 42% del comercio exterior total de ese país en 2023. Por su parte, China y México representaron ese año alrededor del 40% del déficit comercial de Estados Unidos. En términos porcentuales, el déficit de Washington con China es superior al que tiene frente a México. Sin embargo, el total en relación con este último país aumentó en 2023.
México es el principal proveedor de Estados Unidos para equipos de transporte y agricultura, mientras Canadá ocupa el segundo lugar. Además, después de China, es el segundo proveedor de equipos eléctricos, maquinaria y metales.
En lo que respecta a Canadá, es el principal proveedor de combustibles a Estados Unidos, aunque también la industria automotriz tiene un rol importante en el comercio de los dos países.
Inevitablemente, un incremento en los aranceles encarecerá las importaciones en Estados Unidos. Pero el impacto desfavorable en el resto de las economías será mayor cuanto más grande sea su dependencia del mercado estadounidense, como sucede con México y Canadá.
Como señaló la carta que envió Claudia Sheinbaum, presidenta de México, a Trump, gran parte del intercambio comercial entre ese país y Estados Unidos se explica por el comercio que realizan las transnacionales estadounidenses, sobre todo, en la industria automotriz. Con mayores aranceles, México será uno de los grandes afectados en la guerra comercial, ya que su dependencia del comercio con Washington es elevada (alrededor del 80%), pero las empresas estadounidenses también sufrirán el incremento de sus costos.
La economía de Canadá también se verá golpeada. Aunque es muy abierta, su principal destino de exportaciones es Estados Unidos, que representó alrededor del 77% en 2022.
Por lo pronto, se espera que el aumento de aranceles unilateralmente en Estados Unidos desencadene represalias comerciales por parte de los países afectados. En cuanto al T-MEC, aunque hay establecidos mecanismos de solución de controversias, la apuesta de Washington está alrededor de la revisión del acuerdo prevista para 2026.
La presencia de China en la región
Una de las cuestiones que viene desvelando a la Casa Blanca es el incremento de inversiones chinas en México, con el fin de usar a este país como puerta de acceso sin aranceles al mercado estadounidense.
Esto se explica no sólo por las restricciones que impuso Trump a China, en su anterior guerra comercial, sino por la gestión de Joe Biden que recaudó más aranceles a ese país que el propio Trump.
Para China, Estados Unidos es su primer destino de exportaciones. A su vez, China es el principal proveedor de manufacturas, equipos eléctricos, maquinaria y metales a Estados Unidos, pero también de minerales y tierras raras, insumos imprescindibles para algunas empresas tecnológicas estadounidenses.
Trump prometió aumentar los aranceles en el comercio con China hasta un 60%, y dijo que buscará eliminar productos esenciales que se comercializan entre ambos países. Pero China empezó a establecer controles sobre las exportaciones de algunos productos esenciales para Estados Unidos, argumentando razones de seguridad nacional.
Beijing tiene otras herramientas, como importantes acuerdos comerciales con el sudeste asiático, África, América Latina y otras latitudes, además de acuerdos de inversión con más de 100 países. Al igual que viene sucediendo con México, en el anterior gobierno de Trump muchas fábricas chinas se instalaron en países vecinos para exportar desde allí a Estados Unidos. Como expresan algunos empresarios estadounidenses, China ya eludió aranceles y estos sólo provocaron mayores costos para las empresas y consumidores estadounidenses.
El presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump
Además, no puede desconocerse la participación de China en el mercado de bonos del Tesoro de Estados Unidos. Aunque en los últimos años China fue desprendiéndose de parte de ellos para comprar oro, es el segundo tenedor de deuda pública estadounidense en el extranjero. Tanto la administración de Barack Obama, como la de Biden, reconocieron la necesidad de mantener un canal de negociación abierto con China, considerando la interdependencia que existe entre ambas economías.
Lo cierto es que una guerra comercial traerá consecuencias, incluso, para Estados Unidos. Aunque Trump prometió que los aranceles compensarían rebajas de impuestos, hay estudios que sostienen que eso se traduciría en mayores costos para los estadounidenses de menores ingresos.
El callejón sin salida de combatir las drogas con proteccionismo comercial
Trump ha culpado a los inmigrantes, entre otros males, por la inseguridad y el flagelo de las drogas, prometiendo realizar deportaciones masivas.
Pero dicha propuesta, de poder instrumentarse, presionaría los costos laborales, disminuyendo la competitividad de la economía estadounidense.
Si bien la inmigración creció durante el Gobierno de Biden, algunos datos sugieren que no hay vinculación directa entre la inmigración y la delincuencia en Estados Unidos. Además, en los últimos años, ese país registró una tendencia decreciente en la cantidad de crímenes violentos.
En cuanto al cierre de las fronteras para restringir la inmigración, tema por el cual Trump apuntó a México y Canadá, éste último empezó a restringir su política migratoria. En lo que respecta a México, estuvo haciendo lo propio con los migrantes que se trasladan en caravanas desde Centroamérica y Sudamérica.
Con respecto a las drogas, Trump arremetió contra China como uno de los causantes del flagelo del fentanilo en su país. Aunque China es uno de los grandes fabricantes y exportadores de drogas sintéticas, no es el único. Otras regiones, como el Triángulo de Oro asiático (Myanmar, Laos y Tailandia) en donde se producen drogas más letales que el fentanilo, están en la mira de los organismos que combaten el tráfico internacional de drogas.
La lucha contra ese flagelo requiere de cooperación transnacional, lo que parecería más difícil en el contexto de una guerra comercial.
El prestigio internacional y el desafío de no evidenciar declinación económica
La estrategia de Trump de aparentar fortaleza al exigir el control sobre Groenlandia, el canal de Panamá o Canadá, mientras alardea de una posible retracción de la escena internacional, además de sembrar tensiones con sus aliados tradicionales puede no ser suficiente para hacer grande a Estados Unidos.
Canadá ha sido históricamente un aliado de Estados Unidos y, al igual que Groenlandia (territorio autónomo perteneciente al Reino de Dinamarca, asociado a través de éste último a la Unión Europea como país y territorio de ultramar) son parte de la OTAN, por lo que las provocaciones de Trump exacerban los ánimos dentro de la organización y en el continente europeo.
En un contexto geopolítico complejo, la llegada de Trump aumenta la incertidumbre mundial, y algunos estadounidenses temen que su posible aislacionismo pueda ser visto como una oportunidad para China y Rusia.
Aunque Trump puso a China en el centro de sus ataques durante la campaña presidencial, el estilo personalista que demostró en su anterior mandato –con el acercamiento a Xi Jinping en 2019, la relación ambigua con Rusia y su encuentro personal con Kim Jong-Un– sumado a la reciente invitación al mandatario chino para su investidura, lleva a que muchos se pregunten cómo será la política exterior de Estados Unidos en los próximos cuatro años.
Lo que destaca, tanto dentro como fuera del país, es la incertidumbre. Un desafío de la gestión de Trump, mientras busca proteger a la economía más grande del mundo, será refutar los diagnósticos que vinculan el proteccionismo a la inexorable declinación de la potencia económica.