Ascenso y caída del nazi prófugo que construyó el sistema de tortura sirio
Quién fue Alois Brunner, el excapitán de la SS que ideó en Siria el brutal sistema parapolicial de los Assad. De asesor del presidente a un final bajo arresto y con una rara enfermedad.
Entre las atrocidades del régimen de la familia Al-Assad, que lideró Siria con mano dura durante cinco décadas, acaba de salir a la luz un protagonista que había permanecido en las sombras. Alois Brunner, el arquitecto del sistema policíaco de detención arbitraria y tortura en Siria, cuyo pasado era una incógnita. Hasta ahora.
Una investigación de años de Hedi Aouidj y Mathieu Palain, periodistas franceses de la revista Revue XXI, a la cual tuvo acceso TRT Español, reconstruyó el hilo que conecta a Brunner con el nazismo, e ilustran el paralelismo de brutalidad entre los calabozos de Siria, y el horror de los campos de concentración nazi.
Brunner, excapitán de la SS de Adolf Hitler a quien Adolf Eichmann –el infame arquitecto del Holocausto– consideraba su “mano derecha”, se dio a la fuga alterando su identidad una vez caído el nazismo, y con los jerarcas juzgados y condenados.
A Brunner se le adjudica el haber enviado a campos de exterminio a 128.500 judíos. Su grado de salvajismo llamó la atención incluso de Simon Wiesenthal, el perseguidor de nazis. "Entre los criminales del Tercer Reich que aún siguen vivos, Alois Brunner es sin duda el peor”, lo describió en sus memorias. “Mientras Adolf Eichmann elaboraba el plan del Estado Mayor para el exterminio de los judíos, Alois Brunner lo ejecutaba".
Durante años, Aouidj y Paladin reunieron las piezas sueltas del escurridizo excapitán de la SS. Volaron a Alemania, Estambul y Jordania. Entrevistaron a quienes lo conocieron de cerca y pudieron así brindar una imagen más clara del fugitivo nazi y su influencia sobre el régimen de la familia Assad.
“Brunner entrenó a los grandes nombres del régimen en la época de Hafez al-Hassad”, explica Aouidj a TRT Español. “Esto sin duda tuvo un papel en la implementación de la tortura”.
Ahora bien, ¿cómo pudo un fugitivo nazi establecerse en un país árabe, abriéndose paso hasta el círculo más íntimo de la autocracia del país y desempeñar un papel protagónico en uno de los capítulos más oscuros de la historia de Oriente Medio?
La fuga a Damasco y la carta bomba que determinó su destino
Tras la derrota de Hitler y la disolución del Tercer Reich, Brunner sabía que era un hombre perseguido. Viajando con la protección de documentos falsos –se hacía llamar Georg Fischer–, huyó a Siria al final de la década de 1950.
Sus viajes no pasaron desapercibidos. En 1961, en la oficina de correos de Damasco, un paquete con explosivos lo dejó ciego de un ojo. Nunca se ha confirmado quién hizo el envío, pero el informe de Aouidj y Palain señala que el ataque tenía indicios de una operación del Mossad, el servicio de inteligencia israelí. Brunner concluyó que había sido descubierto y que nunca podría salir con seguridad de Siria.
En 1966, un golpe militar llevó al partido Baaz al poder en Damasco. Cinco años después, otro golpe puso al entonces joven oficial Hafez al-Assad en el gobierno. Allí, un asesor extranjero de pasado incierto desempeñaría un rol decisivo en la construcción del régimen de control de Assad: Alois Brunner.
“Con su ayuda, el nuevo presidente sirio estableció un aparato represivo de una eficacia poco común. Complejo, dividido en numerosas ramas que se vigilaban y espiaban entre sí, y operando sobre la base de una compartimentación absoluta”, añade el informe. “Este aparato fue construido sobre un principio: controlar el país mediante el uso del terror ilimitado”.
Así se ven los pasillos al interior de la prisión de Sednaya, un lugar de tortura para miles de prisioneros. Foto: Sonia Al-Ali
Terror institucionalizado
En Siria, el carácter aleatorio y arbitrario de la violencia fue intencional. Este sistema de peligro inminente y la amenaza de ser arrestado por las fuerzas de seguridad del régimen mantuvieron a todo el país “aterrado desde la cuna hasta la tumba", según un activista opositor entrevistado por AFP.
Estudiantes de secundaria sacados de las aulas por agentes de seguridad sin motivo aparente. Un joven arrestado por visitar a un tío que vivía cerca del territorio controlado por los rebeldes. Una madre, un padre y sus seis hijas, de entre 1 y 13 años –la más pequeña todavía con pañales–, secuestrados en 2013 por preparar cestas de comida para vecinos necesitados. Un niño de 13 años arrestado y torturado hasta la muerte por caminar por una calle adyacente a una protesta antigubernamental.
¿Es posible que un solo hombre ejerciera una influencia desproporcionada del mal sobre todo un país?
“Alois Brunner es el fundador de este sistema”, afirma Nadim Houry, un investigador que pasó una década estudiando el sistema de seguridad de Siria. Sus hallazgos fueron publicados en The Archipelago of Torture, una investigación de 81 páginas para la ONG Observatorio de Derechos Humanos. Houry fue entrevistado en el informe de Aouidj y Paladin, y cuando se le preguntó sobre la complicidad del nazi en el sisteme de represión, contestó: “Se dice es que los alemanes entrenaron al Mujabarat”, utilizando la palabra árabe que se traduce como “servicios de inteligencia”.
El informe además incluye los testigos presenciales de sobrevivientes del Holocausto quienes tuvieron la mala fortuna de conocer a Brunner en su epoca de capitán de la SS. Ellos describen a un hombre sádico, que se deleitaba en torturar a los jóvenes y las ancianas. Un dato que ilustra sobre la naturaleza del individuo que ayudaría a diseñar el sistema de persecución en Siria.
Caída en desgracia
Como todo y todos en el sistema sirio, Alois Brunner continuaría activo, tras la muerte de Hafez al-Assad en 2000, y la asunción de su hijo Bashar. Sin embargo, cuando asumió la presidencia, Bashar se esforzó por promover una imagen de modernizador menos autoritaria, objetivo que seguramente chocaba con la presencia de un criminal de guerra nazi buscado entre sus asesores. “Quería a la vez más apertura dentro del sistema y, al mismo tiempo, un control absoluto”, dijo Aouidj.
En poco tiempo, Brunner habría perdido influencia ante las autoridades en Damasco hasta convertirse en una mera moneda de cambio para el régimen. Al fin, Bashar “acabó abandonando al antiguo consejero nazi de su padre”.
Pero Aouidj también menciona que “Brunner se volvió cada vez más ingobernable”.
De ideólogo del control parapolicial a entrenador de guerrillas
Según Aouidj y Palain, en cables diplomáticos desclasificados por la CIA en 1984, el embajador estadounidense en Damasco, William Eagleton, escribió a George Shultz, entonces secretario de Estado de EE.UU., para informarle que Brunner estaba efectivamente en Siria, y entrenando a las guerrillas étnicas en contra de los países vecinos de Damasco.
Tal vez fueron hechos como este, que chocaron con el deseo del joven presidente Bashar de ser moderno y moderado, lo que convirtió a Brunner de asesor en materia de tortura a un lastre para su reputación.
Mientras el estado de seguridad sirio estaba bien establecido, su utilidad para Damasco disminuía, cuenta el informe.
Los autores lograron entrevistar un exmiembro de la inteligencia militar, un hombre del círculo gobernante más íntimo de Assad. Este hombre, que no quiso revelar su nombre, proporcionó quizás la descripción más sucinta de la caída de Brunner.
“Brunner era una ficha que el régimen guardaba en su poder. Su juego. No sabemos de antemano si se utilizará la tarjeta, así que ponemos a la persona en el refrigerador. Y un día,
Lo dejamos ir porque ya no lo necesitamos”.
Alois Brunner. / Foto: Wikipedia.
Prisión domiciliaria y víctima de su propio sistema brutal
El final de Brunner fue tan ignominioso como su vida. Murió solo en 2001, encarcelado en un pequeño cuarto en el sótano de la sede de la inteligencia militar, descartado y olvidado, como un viejo y oxidado instrumento de tortura que alguna vez fue útil, pero que ha pasado a la irrelevancia. No se sabe con certeza por qué fue apresado.
Lo que sí se sabe, según el informe, es que Brunner quedó encerrado en un pequeño cuarto sucio y sin ventanas. Su única comida era huevo cocido y patata. Y no tenía ni siquiera retrete. “Una vez que se cerró la puerta”, advierte el informe, “el hombre no pudo salir nunca más”. Al final, Brunner se convirtió en víctima del mismo sistema que ayudó a construir.
“A veces gritaba, también se reía a carcajadas”, informó un exagente de la policía secreta de Assad, entrevistado por Aouidj y Palain en Jordania. “Tenía ataques de risa y se golpeaba la cabeza contra las paredes. Se quedaba así durante días e incluso semanas, y luego volvía a la normalidad. Tenía una enfermedad de la piel por la falta de luz solar y aire fresco”. Y así, uno de los prófugos nazis más brutales de la historia, ideólogo del sistema de control y represión de Siria, dejó este mundo a los 89 años con la risa demencial de quien se sabe en la antesala del infierno.