Bajo el asedio israelí: así resisten los palestinos de Yenín la devastación
Muchos en la Cisjordania ocupada creen que la reciente incursión militar de Israel pretende obligar a los palestinos a abandonar sus hogares, una parte clave del objetivo final de Tel Aviv por borrar su presencia.
Ramala, Cisjordania ocupada - Nadreh Abu Sbaa es una de las últimas residentes que quedan en el barrio Hawasheen del campo de refugiados de Yenín, en el norte de la Cisjordania ocupada.
Junto con su marido y su vecina, esta mujer de 48 años lleva los últimos siete días atrapada en su casa, mientras misiles, bombas y munición israelíes perforan todo alrededor.
"No dormimos nada, ni de noche ni de día por el sonido de las explosiones, las granadas, los gritos de los soldados y los ladridos de sus perros. Estamos muertos de miedo", expresó a TRT World .
Cientos de casas han sido destruidas y miles de palestinos han sido obligados a abandonar el campamento de refugiados de Yenín desde que las fuerzas de ocupación israelíes lo invadieron hace una semana. Se trata de la mayor incursión militar a la ciudad y al campamento desde el 2002.
Justamente, Abu Sbaa y su familia fueron desplazadas durante esa operación hace 22 años. La mujer contó que tuvo que abandonar su casa y cuando regresó la encontró totalmente destruida. Pero esta vez, afirma, cualquier ataque a su casa será por encima de su cadáver.
"Cuando en 2002 destruyeron mi casa no recibimos ninguna compensación. No pienso irme. Si viene el ejército les diré: 'Dispárenme, no me iré'. Ya he sufrido bastante", relató mientras empezó a llorar.
"Prefiero morir en mi propia casa que ser desplazada y humillada otra vez más", añadió.
Residentes asediados
Cientos de soldados israelíes con el apoyo de helicópteros, excavadoras y vehículos blindados invadieron Yenín, así como las ciudades de Tubas y Tulkarem en el norte de Cisjordania ocupada, el pasado 28 de agosto.
Aunque más tarde se retiraron de Tubas, las fuerzas israelíes permanecen en Yenín y Tulkarem, sitiando las entradas de las ciudades, pueblos, campos de refugiados y hospitales, en un intento por aplastar cualquier resistencia armada en esas zonas y causando una destrucción generalizada.
Al menos 31 palestinos han muerto en solo una semana, incluidos siete niños y dos ancianos. La mayoría de las víctimas son de Yenín, donde 18 palestinos perdieron la vida, así como cuatro personas en Tubas y otras cinco en Tulkarem, según informó el Ministerio de Salud palestina. Además, más de 130 personas resultaron heridas.
Adicional a los asesinatos, las fuerzas de Israel han destruido gravemente no sólo viviendas y tiendas, sino también infraestructuras clave como carreteras, líneas eléctricas y redes de agua y alcantarillado.
Los residentes que permanecen en los campamentos están bajo asedio, sin poder salir, sin acceso a atención médica, alimentos, telecomunicaciones, agua ni electricidad.
La vecina de Abu Sbaa es madre de tres hijos, uno de ellos un bebé, que desde hace varios días no tiene leche ni pañales debido a la incursión militar.
"Tiene que usar pañales de tela en lugar de pañales para su bebé. La situación es muy difícil. Además, hace tres días que no tenemos pan", dijo Abu Sbaa.
"No podemos irnos, hay francotiradores justo delante de nuestra casa. No nos acercamos a las ventanas. Nos estamos atrincherando en los rincones de la casa y solo rezamos a Dios para que nosotros y nuestra casa permanezcamos a salvo", continuó con voz temblorosa.
Una resistencia en aumento
Los funcionarios palestinos estiman que sólo Yenín sufrió daños que se cuantifican en más de 500 millones de shekels (135 millones de dólares).
En Tulkarem, Faisal Salameh, jefe del comité popular del campo de refugiados de la ciudad, dijo a TRT World que también estima que la destrucción causada a los dos campamentos es "superior a los 100 millones de dólares".
En los últimos años, las ciudades de Yenín y Tulkarem, entre otras, han registrado el resurgimiento de una resistencia armada palestina limitada que nació como respuesta a décadas de violenta ocupación militar.
El fenómeno hizo que hombres jóvenes de entre 20 y 30 años, especialmente los que son de campos de refugiados, tomaran rifles y fabricaran explosivos improvisados para defenderse de los persistentes y mortales ataques israelíes.
Desde entonces, Israel ha intentado aplastar a la resistencia con asesinatos selectivos e indiscriminados, así como con una gran destrucción de la infraestructura. En julio de 2023, el Ejército de Tel Aviv desplazó al menos a 3.000 palestinos de sus hogares en el campo de refugiados de Yenín en una invasión que duró dos días y en las que se utilizaron misiles teledirigidos y excavadoras, matando a 12 personas y causando graves daños.
Pero desde que comenzó la ofensiva genocida de Israel en Gaza, en la que han muerto más de 40.000 palestinos, incluidos 16.000 niños, las incursiones militares en el norte de Cisjordania ocupada se tornaron aún más despiadadas.
Foto: El primer ministro israelí muestra que el objetivo de Israel es eliminar al pueblo palestino y apoderarse del resto de Cisjordania ocupada.
“Nos forzaron a huir”
Ahmad Moussa, de 37 años, junto con su esposa y sus dos hijas pequeñas, fue desplazado de su hogar en el barrio de Al-Damaj en la parte oriental del campo de refugiados de Yenín, el jueves.
Los soldados israelíes allanaron la zona y amenazaron de muerte a los residentes si se negaban a irse, le contó a TRT World.
"Nos obligaron a salir a todos a pie, sin registrarnos ni nada. Tuvimos que salir con los brazos en alto. No podíamos ni siquiera mirar hacia atrás, porque si lo hacíamos nos gritaban. Ya no queda nadie en el barrio de Al-Damaj", añadió.
Según él, los soldados obligaron a Moussa y a su familia a refugiarse en otras casas del campamento antes de forzarlos a marcharse por completo. En un principio fueron evacuados al hospital público de Yenín, situado fuera del campamento, antes de trasladarse a la casa de un pariente en la ciudad, donde se encuentran ahora.
Durante varios días, Moussa no tuvo contacto con su padre, de 50 años, ni con sus hermanos, que vivían cerca, y no supo nada de su suerte, antes de que ellos también abandonaran el campamento.
"Expulsaron a mi padre de su casa y no le permitieron tomar sus medicamentos. Tiene diabetes e hipertensión”, dijo Moussa.
A pesar de estar a salvo junto a su familia, Moussa expresó con preocupación que sigue pensando en el destino de su hogar y su futuro.
"No sé si mi casa sigue en pie, no sé nada y no tengo ni idea de si podremos regresar. Han destruido y quemado casas enteras y autos. Excavaron en las carreteras agujeros de hasta unos tres metros de profundidad y destruyeron las redes de agua", dijo Moussa.
De regreso al campamento, Abu Sbaa se encuentra en estado de shock por la destrucción que la rodea.
"Han hecho retroceder a Yenín 20 años. Todo está en ruinas. Quieren destruir toda Palestina y expulsar a todo el pueblo palestino de su patria".