La hambruna en Gaza es más mortal que las bombas israelíes: informe

Un informe de la Universidad de Brown revela que la hambruna provocada por Israel en Gaza podría matar a 62.413 personas: una confirmación de que Tel Aviv utiliza el hambre como arma de guerra.

Una niña pide comida en Gaza. Foto Mahmoud Abu Hamda
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Una niña pide comida en Gaza. Foto Mahmoud Abu Hamda

Un estudio publicado el 10 de julio de 2024 por expertos estadounidenses, británicos y canadienses en The Lancet, una de las revistas médicas más antiguas y prestigiosas, estima que el total de palestinos muertos tanto por acción directa como indirecta de Israel, podría ascender a 186.000. Aunque esta cantidad probablemente ha ascendido desde entonces.

Sin embargo, lo más estremecedor es la estimación de 62.413 muertes por inanición. Estas cifras, que parten del estudio de un grupo de médicos que estuvieron en Gaza, reflejan una hambruna deliberada que está causando la muerte de personas inocentes de forma “indirecta” a una escala masiva. El informe fue enviado en una carta a la Casa Blanca.

En la misma línea, otro informe del Instituto Watson de Asuntos Internacionales y Públicos de la Universidad Brown, publicado el 7 de octubre de 2024, identifica tres principales vías de muertes indirectas en Gaza.

Estas son: el colapso económico y la inseguridad alimentaria, la destrucción de los servicios públicos y de la infraestructura sanitaria, y la contaminación ambiental. Los datos también revelaron la magnitud de la devastación que enfrentan 2,23 millones de personas en el territorio.

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Palestinos, incluidos niños, esperan recibir alimentos distribuidos por una organización de ayuda en Deir Al Balah, Gaza, el 10 de noviembre de 2024. AA

Colapso económico y alimentación: nueve de cada diez niños afectados

La ofensiva militar israelí en Gaza ha provocado un colapso económico y una inseguridad alimentaria extrema para toda la población del territorio. La seguridad alimentaria no solo implica la disponibilidad de alimentos, sino también la capacidad de las familias para comprarlos y para cuidar y alimentar a los niños pequeños, según detalla el informe Watson.

Se estima que el 90 % de la población (más de 1,9 millones de personas) ha sido desplazada y vive en refugios temporales. Este desplazamiento, caracterizado por ser rápido, caótico y repetitivo, ha sido impulsado por bombardeos intensos. Hubo días, desde el 7 de octubre de 2023, en los que la violencia militar israelí desplazó a unas 150.000 personas en cuestión de horas, de acuerdo con el informe.

Además, los bombardeos han destruido infraestructuras esenciales como empresas, bancos, instituciones educativas, redes de telecomunicaciones, carreteras y sistemas eléctricos. Para el 31 de enero de 2024, dos tercios de la fuerza laboral de Gaza estaba desempleada.

Un año después del inicio de la ofensiva israelí, la población de Gaza no tiene empleo ni acceso a dinero para adquirir alimentos, agua potable o medicamentos. Las muertes directas de cuidadores familiares también han generado un efecto dominó, dejando a mujeres, niños y bebés en situación de vulnerabilidad extrema ante la pobreza, la inseguridad alimentaria y la muerte indirecta. Según el informe, entre octubre de 2023 y enero de 2024, entre 17.000 y 18.000 niños habían perdido a uno o ambos padres, mientras que ONU Mujeres estimó que dos madres morían cada hora en Gaza.

En enero de 2024, la ONU informó que más de 3.000 mujeres habían enviudado debido a los ataques israelíes. Tras el 7 de octubre de 2023, Israel revocó los permisos de trabajo de aproximadamente 20.000 palestinos de Gaza que trabajaban en Israel antes de la crisis.

Esto dejó a esos trabajadores, en su mayoría hombres que sostenían a sus familias, atrapados en Israel. Posteriormente, miles desaparecieron o fueron detenidos en centros israelíes, otros fueron deportados a Cisjordania y al menos 1.000 seguían desaparecidos, según Amnistía Internacional.

Para septiembre de 2024, el Programa Mundial de Alimentos reportó que el 96 % de la población de Gaza enfrentaba niveles críticos de inseguridad alimentaria, con 2,15 millones de personas en crisis de hambre o peores condiciones. Entre ellos, casi medio millón estaba en situación catastrófica. En junio de 2024, UNICEF informó que nueve de cada diez niños carecían de los alimentos necesarios para sobrevivir a largo plazo.

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Los incesantes ataques de Israel contra la Franja de Gaza bloqueada continúan mientras los palestinos también enfrentan la terrible amenaza del hambre debido al bloqueo impuesto. AA

Colapso sanitario y ambiental: un círculo mortal vinculado al hambre

El colapso de la infraestructura sanitaria y la contaminación ambiental en Gaza agravan directamente la crisis alimentaria, intensificando las muertes por hambre. Según Médicos Sin Fronteras, el sistema sanitario ha sido “sistemáticamente desmantelado”, dejando a la población sin acceso a atención básica. Hasta mayo de 2024, sólo cuatro de los 36 hospitales seguían intactos. Además, más de 880 médicos han sido asesinados, y los trabajadores restantes operan bajo un estrés extremo, sin salarios y con recursos mínimos.

Las condiciones en los refugios son igualmente críticas. En marzo de 2024, más de un millón de desplazados en Rafah contaban con una ducha por cada 3.600 personas y un inodoro por cada 850, según el informe Watson. En Al-Mawasi, la zona más densamente poblada del mundo tras la evacuación de Rafah, había solo 121 letrinas para 500.000 personas, de acuerdo con Oxfam. Estas condiciones han disparado las enfermedades infecciosas, que afectan principalmente a niños debilitados por la desnutrición. Un estudio de febrero de 2024 señaló que el 90 % de los menores de cinco años contrajo alguna enfermedad infecciosa durante los primeros 120 días del asedio, y el 70 % padeció diarrea, un incremento 23 veces mayor que en 2022.

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La contaminación ambiental añade una carga más. La destrucción masiva de infraestructuras ha generado más de 39 millones de toneladas de escombros, muchos contaminados con sustancias tóxicas y municiones sin detonar, según el PNUMA. Esta contaminación afecta el agua, el aire y las tierras agrícolas, esenciales para la seguridad alimentaria. Tierras de cultivo bombardeadas han quedado inutilizables, bloqueando la producción local de alimentos y el transporte de mercancías.

Este círculo de destrucción sanitaria y ambiental profundiza la inseguridad alimentaria, dejando a la población expuesta a enfermedades mientras enfrenta un acceso casi nulo a alimentos. El hambre no solo es una consecuencia, sino un eje central de este colapso sistémico. Las muertes por inanición no pueden desligarse del impacto de un sistema sanitario y ambiental devastado, evidenciando cómo todos estos factores están interconectados en una estrategia de asfixia humanitaria.

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