¿Se quedarán las bases militares de Rusia en Siria tras la caída de Assad?
El destino de las bases rusas en Siria, tras el colapso del régimen de Assad, está rodeado de complejidades. La nueva administración negocia su permanencia a cambio de seguridad y apoyo internacional.
Cuando la noticia de la caída de Bashar Al-Assad se difundió a nivel global, muchos expertos se apresuraron a dar por terminada la presencia militar de Rusia en Siria. La base aérea de Khmeimim y la base naval en Tartus –las únicas instalaciones militares de Moscú fuera de las exrepúblicas soviéticas– parecían destinadas a tener el mismo final del régimen derrocado. Además, las imágenes satelitales que captaron a militares rusos empacando apresuradamente sus equipos en Khmeimim parecieron confirmar estas predicciones.
El colapso tomó por sorpresa a Moscú, lo que desencadenó un rápido cambio de narrativa en los medios rusos y en las respuestas oficiales. El 9 de diciembre, un noticiero vespertino en el Canal Uno de Rusia marcó la línea editorial: "Si bien el rápido cambio de poder fue una sorpresa, lo verdaderamente asombroso es la completa parálisis del liderazgo sirio y el ejército". El propio presidente Vladimir Putin reforzó esta narrativa durante su transmisión anual de Línea Directa. "Alepo cayó con sólo 350 militantes mientras que 30.000 soldados gubernamentales y unidades pro-iraníes se retiraron sin luchar", dijo en ese momento.
Y luego Putin se apresuró a rechazar las insinuaciones de una derrota rusa. Sostuvo que Moscú había "cumplido en esencia sus objetivos" en Siria, al impedir el establecimiento de un "califato islámico" y evitar que los terroristas tomaran el poder. Significativamente, hizo hincapié en que no se debía etiquetar de terrorista a los nuevos líderes de Damasco, una postura diplomática cuidadosa que sería crucial en las negociaciones posteriores.
Sin señales de retirada absoluta
El 20 de diciembre se supo que el coronel general Nikolai Yuryev había renunciado a su cargo como director del departamento de contrainteligencia militar del FSB. En una entrevista con la agencia estatal rusa de noticias, TASS, en 2018, Yuryev había explicado que la misión principal de su unidad en Siria era garantizar la seguridad de las bases de las fuerzas aeroespaciales rusas. Yuryev dimitió en medio de una creciente incertidumbre sobre la presencia militar de Moscú en la región.
Mientras tanto, el ministro de Defensa de Türkiye, Yasar Güler, afirmó que no veía señales de una retirada total del ejército ruso. Según dijo, el Kremlin está concentrando sus recursos militares ubicados a lo largo de Siria en dos bases: la aérea de Khmeimim en Latakia y la naval en Tartus.
Aunque Moscú ha evacuado a una parte de sus diplomáticos y estos mismos discutieron en privado la posibilidad de una retirada militar completa, el propio Assad habría huido el 8 de diciembre a través de Khmeimim con ayuda rusa, después de que las últimas posiciones militares de su régimen se derrumbaran.
Un ciclista sirio pasa junto a un convoy militar ruso que se dirige a la base aérea de Khmeimim en la provincia costera de Latakia, Siria / Foto: Reuters
Los intereses se imponen a la ideología
Detrás de escena, se despliega un panorama complejo. Según la revista The Economist,hay intensas negociaciones entre Rusia y el grupo opositor Hayat Tahrir al-Sham (HTS), que se ha convertido en una fuerza importante en la nueva Siria. Llamativamente, HTS está mostrando una notable flexibilidad con respecto a la continua presencia militar rusa.
"No hay líneas rojas: esto se basa en intereses, no en ideología", dijo una fuente de HTS familiarizada con las negociaciones. El grupo no ha descartado mantener las bases rusas y está dispuesto a respetar el contrato de arrendamiento de 49 años del puerto de Tartus, firmado en 2017.
Este giro puede parecer paradójico, dado el apoyo de larga data de Rusia a Assad. Sin embargo, una mirada más detallada revela una lógica subyacente. Las nuevas autoridades de Siria se enfrentan a una situación sumamente compleja. Necesitan reconocimiento internacional, y el aislamiento de los talibanes en Afganistán es una advertencia para HTS. Mantener bases rusas podría convertirse en una moneda de cambio para el reconocimiento diplomático de Moscú. En especial porque las naciones occidentales siguen siendo cautelosas con un gobierno donde HTS –debido a sus vínculos pasados con Al Qaeda– desempeña un papel clave.
El factor de la amenaza israelí
Ahora bien, las actividades constantes de Israel plantean otro factor a considerar. Los recientes bombardeos de Tel Aviv contra depósitos de armas sirios, no han sido en respuesta a ataques de HTS sino supuestamente para prevenir amenazas potenciales al territorio israelí. Esos eventos, aunque comprensibles, podrían empujar a HTS a permitir que Rusia mantenga sus bases a cambio de protección contra los ataques de Israel.
La presencia de formaciones terroristas en el noreste de Siria suma otra complejidad al escenario. Si Estados Unidos aumenta el apoyo a los terroristas del PKK/YPG, HTS podría ver la presencia militar rusa como un contrapeso útil a la influencia estadounidense en la región.
Rusia ha ofrecido ayuda humanitaria a cambio de un acceso continuo a las bases, pero las nuevas autoridades buscan vínculos diplomáticos y económicos más amplios para poner fin a su aislamiento. Cabe destacar que Ucrania, a pesar de estar en guerra con Rusia, ya ha ofrecido suministros de trigo a Siria.
“Estamos en la primera fase de las negociaciones. La gente está tratando de detener el derramamiento de sangre y quiere empezar una nueva vida. Nosotros nos vimos obligados a reparar las relaciones”, explica un representante de HTS a The Economist. “El país está muerto. La gente es muy pobre”.
El reclamo de la Unión Europea
Mientras tanto, algunos ministros de la Unión Europea insisten que hay que expulsar a los rusos de Siria. La alta representante de la UE para asuntos exteriores, Kaja Kallas, ha declarado que esta cuestión se planteará en las conversaciones con los nuevos líderes sirios. Sin embargo, la realidad puede resultar aún más compleja de lo que anticipan los diplomáticos europeos.
Para Rusia, mantener bases en Siria tiene una importancia estratégica. La base de Khmeimin desempeña un papel crucial en el apoyo a la presencia de Moscú en África. Mientras que la instalación naval de Tartus garantiza la presencia en el Mediterráneo, y es sumamente importante dado el acceso restringido a través del mar Negro debido a las limitaciones de la Convención de Montreux al paso de buques militares.
De este modo, a pesar del sentimiento antirruso generalizado entre los sirios cansados de la guerra, las nuevas autoridades parecen dispuestas a adoptar un enfoque pragmático. HTS busca equilibrar diversas influencias externas sin alinearse plenamente con ninguna potencia en particular. En este complejo juego, las bases rusas podrían resultar una valiosa moneda de cambio en las negociaciones sobre el futuro del país.
Una vez más, la situación demuestra que la política internacional en pocas ocasiones ofrece soluciones sencillas. Lo que al comienzo parece simple a menudo se revela como una compleja red de intereses, donde el pragmatismo triunfa sobre la ideología. El destino de las bases rusas en Siria puede ser un ejemplo sorprendente de este principio.