Haití y la revolución inconclusa
Haití, que ocupa la mitad de la isla de La Española, compartida con la más estable República Dominicana, aún parece seguir sufragando un pasivo impagable.
Haití, que ocupa la mitad de la isla de La Española, compartida con la más estable República Dominicana, aún parece seguir sufragando un pasivo impagable.
Aunque parezca un tanto forzado atribuir la crisis actual en Haití a hechos que ocurrieron hace 220 años, lo cierto es que, desde que se proclamó su independencia, ese país ha tenido breves y casi insignificantes períodos de estabilidad política o social, superados por dictaduras, desastres naturales y la indiferencia internacional. Hasta hoy.
La lucha revolucionaria comenzó en 1791, cuando un chamán díscolo lideró una rebelión de esclavos en Cabo Haitiano, en el norte de la capital actual, Puerto Príncipe. Este levantamiento dio como resultado la abolición de la esclavitud por parte de poder colonial francés en 1794.
El 1 de enero de 1804, dos años después de que las fuerzas independentistas derrotaran a las tropas napoleónicas enviadas para restablecer la esclavitud, Haití proclamó su independencia.
En 1806, luego de un breve período de monarquía criolla, nació la república. Haití se convirtió en el primer país en el mundo gobernado por esclavos negros libertos.
La libertad empeñada
En 1825, mediante un acuerdo entre las nuevas autoridades haitianas y Francia, el país caribeño se comprometió a pagar a París la friolera de 150 millones de francos, es decir 21 mil millones de dólares al cambio de 2020. Esta cifra constituye casi el doble del producto interno bruto de Haití de hace cuatro años. Se trató de una millonaria compensación por las tierras y los esclavos que perdió Francia, además del precio por ser reconocido por la diplomacia parisina.
Según el economista Thomas Piketty, en su libro "Capital and Ideology", Haití debía pagar anualmente el 15 por ciento de su producto interno bruto solo en intereses. Y es que, para amortizar dicha deuda, el estado haitiano prestó dinero de un banco francés. Según Piketty, Francia, en realidad, le debe a Haití 28 mil millones de dólares, como restitución por la deuda injusta a la que fue obligado a pagar.
Haití recién terminó de pagar su deuda en 1951.
La destrucción de muchas plantaciones, como consecuencia de la guerra revolucionaria, contribuyó al estancamiento de la economía agrícola haitiana. El considerable descenso de la mano de obra, como resultado de la muerte de más de 200 mil africanos durante la lucha independentista, vació las pocas plantaciones que sobrevivieron a la guerra.
Por su parte, la negativa de la llamada ‘comunidad internacional’ de la época a reconocer al nuevo estado independiente contribuyó al aislamiento de Haití.
Durante todo el siglo XX, Haití sufrió una sucesión de dictaduras, conatos de guerra civil y disputas por el poder.
Estados Unidos contribuyó a esa inestabilidad, al ocupar el país entre 1915 y 1934. Washington argumentó que la volatilidad de política haitiana (entre 1911 y 1915, siete presidentes fueron asesinados y derrocados), y la amenaza de una invasión por parte de Alemania, justificaban dicha intervención. En 1914, un grupo de marines ingresó al país y retiró medio millón de dólares del banco central haitiano, dinero que fue depositado en Nueva York y que nunca fue destinado al pago de la deuda que el país caribeño tenía con Francia.
Una vecindado hostil
Al mismo tiempo, las relaciones de Haití con su vecino dominicano siempre fueron tensas. Ello impidió una política fluida de intercambios comerciales con Santo Domingo. Esto incluye el fracaso en los intentos de diversos líderes haitiano de unificar la isla a mediados del siglo XIX, luego de la emancipación de República Dominicana del dominio español en 1821.
A ello hay que añadirle la matanza de haitianos en 1937 a manos del paranoico dictador dominicano Rafael Trujillo, que pensaba que el país era un nido de opositores a su régimen. En la llamada ‘Matanza del Perejil’ se calcula murieron entre 5 mil y 67 mil haitianos.
Por otro lado, la precaria economía haitiana ha dado lugar a un vasto movimiento migratorio hacia la vecina dominicana, algo que he visto con cierta hostilidad por muchos dominicanos.
Política confiscada
En 1957, Françoise Duvalier, más conocido como ‘Papa Doc’, fue elegido presidente. Duvalier se declaró presidente vitalicio en 1964, hasta su muerte en 1971, cuando lo sucedió su hijo, Jean Claude Duvalier, o ‘Baby Doc’.
Su inicial popularidad dio paso a una dura represión contra sus opositores, con una fuerza de choque, los Tonton Macoutes, que se constituyó en un ejército personal de la tiranía, debido a que ‘Papa Doc’ desconfiaba de sus propias fuerzas armadas.
Se calcula que, durante la dinastía dictatorial de los Duvalier, que culminó con el derrocamiento de Baby Doc en 1986, entre 40,000 y 60,000 haitianos murieron a manos de las fuerzas represivas.
Como ocurre hasta hoy, las exportaciones agrícolas de Haití (café, azúcar, entre otras) nunca pudieron competir con las de México, Colombia o Brasil. Al mismo tiempo, la dictadura de los Duvalier provocó una masiva fuga de talentos, lo que redujo de manera considerable la capacidad de Haití para desarrollar una economía dinámica.
El fin de la dictadura de los Duvalier fue seguido por una era de profunda inestabilidad política, constituida por elecciones fraudulentas, derrocamientos, dictaduras militares y democracias efímeras. En 1990, luego de un período de brutal represión por parte de las fugaces dictaduras militares, un joven sacerdote de izquierda, Jean Bertrand Aristide, fue elegido presidente.
Las reformas que propuso Aristide a un sistema anquilosado y roto asustaron a las élites, por lo que, en 1991, un golpe de estado presidido por el general Raoul Cedrás puso fin al breve experimento progresista de religioso convertido en político. En 1984, Estados Unidos intervino para poner fin al gobierno militar y restablecer a Aristide en el poder. Washington puso como condición para su apoyo, que Aristide abandonara sus devaneos socialistas, para instaurar una economía de mercado, que no dio resultados por es precario estado de la economía haitiana, según Beverly Bell, autora del libro Fault Lines: Views across Haiti's Divide.
Naturaleza desquiciada y violencia endémica
En 1996, René Preval fue elegido presidente, y en 2001, Jean Bertrand Aristide volvió a la presidencia. La oposición desconoció su triunfo y en 2004, una revuelta popular mando a Aristide al exilio en Sudáfrica. El práctico derrocamiento de Aristide dio paso a un gobierno provisional y la reelección de René Preval en 2006, culminando su mandato en 2011.
Entre tanto, la naturaleza has contribuido a la tragedia haitiana.
El huracán que azotó Haití en noviembre de 1994 empeoró aún más la situación, debido a que los desbordes de los ríos destruyeron campos de cultivo destinados a la exportación.
Las tormentas tropicales y huracanes que se han sucedido con una frecuencia aterradora desde 2006, y el terremoto de 2010, contribuyeron a postergar diversos procesos electorales que pudieron haber dado a Haití algo de la estabilidad política necesaria para restaurar su estropeada economía, además de impedir el reflotamiento de la desdichada economía haitiana.
El asesinato en julio de 2021 del presidente Jovenel Moïse, la práctica toma del poder por parte de las bandas armadas que controlan la capital y sus accesos, y la falta de voluntad democrática del hoy renunciante primer ministro Ariel Henry, se han confabulado para someter a Haití a la más abyecta de tragedias.
Las pandillas armadas que asolan poblaciones y caminos, son el resultado de la tradicional tendencia de los gobiernos de turno de formar grupos de choque que protejan sus intereses, desde Françoise Duvalier hasta Jean Bertrand Aristide. Si a esto se suma la extrema pobreza que obliga a jóvenes sin futuro a trabajar por unos pocos dólares para las élites políticas y económicas haitianas, nos encontramos en un callejón que parece no tener salida.
El Consejo Presidencial de Transición, creado a finales de abril de este año, tiene previsto mantenerse en el poder hasta 2026, año en el que deberán realizarse elecciones generales. Falta saber ahora si las hordas armadas, la flemática ‘comunidad internacional’ y las élites locales se van a confabular para, una vez más, someter a Haití a un futuro incierto.