La artista que rescata en Cusco un instrumento que cura el individualismo

Tania Ocampo cofundó el primer grupo de mujeres que tocan siku, un instrumento ancestral de Sudamérica. Colecciona instrumentos autóctonos y dice que el siku es clave para unir una comunidad.

Para Ocampo, impulsar el siku es una puesta en valor de un conocimiento de las comunidades indígenas para mantenerse unidas ante la adversidad. / Foto: Tania Ocampo.
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Para Ocampo, impulsar el siku es una puesta en valor de un conocimiento de las comunidades indígenas para mantenerse unidas ante la adversidad. / Foto: Tania Ocampo.

Quizás quien observe por primera vez un siku, a simple vista no encontrará nada especial. Puede parecer una simple hilera de cañas cortadas al ras sujetas por cuerdas. No es colorido, tampoco tiene apariencia misteriosa. Si lo sopla, probablemente tampoco descubrirá qué lo hace de bello, ni por qué los sikuris, sus intérpretes, son reconocidos en toda la región Andina. Tampoco se imaginarían que los expertos sostienen que pueden ser un remedio para muchos de los males modernos.

Es que, como tantas cosas en la vida, el siku necesita una explicación. Y para ello está Tania Ocampo, una de las fundadoras de “Ayllu Capulimanta Sikuri”, el primer grupo de intérpretes de siku en Cusco compuesto íntegramente por mujeres –debido a que, según la antigua tradición de estos pueblos originarios, sólo los hombres podían tocarlo-. Además, es una de las agrupaciones que más trabajan en pos de difundir la sabiduría detrás de este instrumento en la región.

El rezo materializado de una tribu

Tania conoció el siku a los 17 años de la mano –y soplido- de un maestro de música amigo. Hoy toca quena, flauta, charango, guitarras. Hace ambientación musical para cuentos y en obras de teatro. El grupo de sikuris del que forma parte lo integran 17 artistas que cantan en castellano, quechua y aymara. Ya dieron conciertos en el Palacio Metropolitano de Bellas Artes, en Arequipa, compartieron mesas de diálogo en el Teatro Casas Museo Vargas Llosa, y tocaron en el encuentro warmi de sikuris en Arequipa en agosto del 2024.

“Es un rezo materializado de una tribu”, describe Tania. “Nos sostenemos colectivamente gracias a que en lugar de competir, nos apoyamos e inspiramos entre nosotras”.

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El siku, cuenta ella, necesita de otro para expresarse. Y en esa melodía musical, esa trenza que lo compone, participa toda la comunidad. / Foto: Gentileza Tania Ocampo.

El siku, por más que lo parezca, no es un instrumento cualquiera. Hay subgéneros de sikus. Hay, de acuerdo al grado de pureza, inclinaciones: está el sikuri antiguo, que se ciñe más a su tradición, y también el sikuri moderno, que lo adapta a los tiempos actuales. Pero sobre todo hay una sabiduría ancestral que impregna este instrumento de raíces indígenas, un conocimiento inmemorial que, con mucha sencillez, aporta una cura al individualismo. Y que hace que gente como Tania luche para que no sea olvidado.

La trenza que une la comunidad

“El sikuri como expresión musical es milenario. Hay registros en iconografía, cultura y telares de la cultura Mochica en el norte de Perú. Son instrumentos de hileras. La técnica musical que se interpreta con el siku se la llama trenzado. Y es un instrumento que no se toca solo. Se compone entre parejas”.

Tania, de 28 años, se formó como docente de música en la Escuela Nacional de Folklore en Lima y se especializó en instrumentos nativos. Con el tiempo, su pasión la llevó a establecer un museo andante de instrumentos musicales: desde flautas andinas y de comunidades de la selva, hasta caimbas e instrumentos árabes y africanos. También dirige proyectos de exploración sonora para madres y bebés, y sesiones de música para niños. Pero siempre el espíritu del siku lo impregna todo.

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Tania conoció el siku a los 17 años de la mano –y soplido- de un maestro de música amigo. / Foto: Gentileza Tania Ocampo

El siku, cuenta ella, necesita de otro para expresarse. Y en esa melodía musical, esa trenza que lo compone, participa toda la comunidad.

“Es un diálogo. Uno solo no puede hacer música sikuri. Es una música circular y colectiva. Se toca entre 12 a 24 personas. Hay grupos que llegan a 100 artistas interpretando en público. Lo importante es que en el siku está representada la dinámica de las comunidades de los pueblos originarios. Uno toca con su pareja y tiene que estar armonizado con ella. Y cuando el otro toca, este no puede tocar encima. Tiene que escuchar. Tiene que haber un respeto. A su vez, esa pareja dialoga con los instrumentos de otras parejas, otros colectivos de más personas. Y así, gracias al siku, se llega a la armonía colectiva”.

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"La dinámica de cómo se relacionan las comunidades se presenta en la música de los sikus", dice Tania. / Foto: Gentileza Tania Ocampo

Un instrumento donde todos tienen su voz

El siku integra a todos. Y cada tamaño representa a un miembro de la familia: el pequeño simboliza a los más niños; el mediano a los jóvenes, que tocan más fuerte, y hay otros más grandes, para los adultos. Y a los intérpretes se los conoce como sikuris.

“La dinámica de cómo se relacionan las comunidades se presenta en la música de los sikus. Desgraciadamente, Cusco es una sociedad machista. El siku tradicionalmente era tocado por hombres. Y las mujeres danzaban. En algunas comunidades, incluso rechazaban que tocara una mujer. Y no se le permitía tocar. Nosotros lo vivimos en carne propia, cuando formamos el grupo y salimos en videos nos llegaron críticas donde decían que no estaba bien que hubiera sikuris mujeres. Pero nosotras le demostramos que podíamos hacerlo. Y, de hecho, hoy hay niñas que nos ven y les inspiramos para que ellas también sepan que pueden tocar el siku”.

En esa línea, su agrupación, advierte Tania, busca generar conciencia contra el acoso, el abuso de autoridad y la discriminación.

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En el 2024, Tania y su grupo recibieron buenas noticias: el Estado Nacional de Perú anunció que les otorgaría una financiación dentro de su programa de Estímulos Económicos para las artes. / Foto: Gentileza Tania Ocampo.

Un remedio para el individualismo moderno

Para Ocampo, impulsar el siku es una puesta en valor de un conocimiento de las comunidades indígenas para mantenerse unidas ante la adversidad. El siku es también una forma de contagiar el entusiasmo por sus propios instrumentos musicales a las nuevas generaciones de indígenas que, en tiempos de redes y móviles inteligentes, valoran más lo foráneo que lo autóctono.

“Quienes mejor pueden rescatar el siku son propiamente los pueblos originarios. El aporte de quienes venimos de afuera de las comunidades es apoyar y promover la investigación desde el respeto. El siku nos recuerda que en este mundo tan individual en que vivimos, queremos traer a nuestras vidas, a través de la música, el espíritu de lo colectivo. Es una lucha urgente, pues los jóvenes salen a buscar y admirar otras cosas, y en esa búsqueda pierden identidad. Creen que lo que se toca afuera, en las grandes ciudades es mejor, y así pierden conexión con las raíces de su comunidad”.

El canon occidental que todo lo impone, y todo lo discrimina, es muy difícil de sortear. Sin ir más lejos, la propia Tania fue testigo de ello en la universidad. Y tuvo intercambios intensos con profesores que, les aseguraban, no había nada de estético ni armonioso en esos instrumentos. “Recuerdo que un profesor en la universidad, cuando escuchaba los cantos de las comunidades, nos decía que cantaban desafinado. Claro, para su oído occidental lo estaba. Por eso, es necesario apreciar estas obras desde otra perspectiva. Fijate que los pueblos originarios afinan el siku en otra frecuencia. Y no tienen el mismo punto de partida que la música occidental tal como la conocemos”.

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El grupo de sikuris del que forma parte lo integran 17 artistas que cantan en castellano, quechua y aymara. / Foto: Gentileza Tania Ocampo

En el 2024, Tania y su grupo recibieron buenas noticias: el Estado Nacional de Perú anunció que les otorgaría una financiación dentro de su programa de Estímulos Económicos para las artes. Con eso, en 2025 darán nuevos talleres de siku para niños en una escuela nacional. “Es un esfuerzo lograr que esta música siga viva. Necesitamos un apoyo más grande para que los músicos puedan dedicarse a esto más tiempo”, concluye Tania.

Y así, mientras pasa el tiempo, ella y su agrupación soplarán y soplarán. Seguirán difundiendo y defendiendo un instrumento ancestral que tiene mucho para enseñarnos, y que señala un futuro mejor donde todos componen, como un tejido, una misma melodía. Y donde nadie queda afuera jamás.

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