Come sano, sé feliz

El alto consumo de ultraprocesados puede inflamar áreas del cerebro vinculadas a la regulación emocional y la memoria. Por eso, una alimentación equilibrada contribuye a que seamos más felices.

Una alimentación sana nos ayuda a ser más felices. / Foto: Getty Images
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Una alimentación sana nos ayuda a ser más felices. / Foto: Getty Images

Es difícil saber si el incremento en la tasa de depresión actual se debe al efecto de la sociedad actual en la vida de las personas. Lo que sí podemos afirmar es que hemos adquirido ciertos hábitos que antes no teníamos y que pueden estar influyendo en este auge.

Uno de estos hábitos son nuestras pautas alimentarias. Recientemente se ha puesto de manifiesto que nuestros intestinos tienen una vía de conexión y comunicación con nuestro cerebro, el eje intestino-cerebro. Hay estudios que demuestran los enlaces neuronales, endocrinos, inmunes y humorales entre uno y otro.

Zulaija Jimenez, nutricionista especializada en salud hormonal, comenta en conversación con TRT ¿que “el 95 por ciento de la serotonina, un neurotransmisor esencial para la regulación de las emociones, es producida en los intestinos”.

Los intestinos se consideran el órgano inmunitario más importante del adulto, pues en ellos se encuentra la mayor parte de las células inmunocompetentes del organismo, y además se ha comprobado que también son el segundo en número de neuronas. Este descubrimiento ha dado lugar a la denominación de eje intestino-cerebro.

Asimismo, Jimenez afirma que la serotonina es un compuesto químico que actúa como una hormona y que “su formulación depende del estado de nuestra microbiota intestinal. Para la producción adecuada de serotonina necesitamos gran cantidad del aminoácido triptófano el cual se encuentra mayoritariamente en alimentos ricos en proteínas. Cuanto mejor sea nuestra dieta, mejor serán los nutrientes que absorberemos favoreciendo el crecimiento de bacterias necesarios para la producción de serotonina”.

Nuestra dieta se debilita

El desarrollo de herramientas de producción, transporte y conservación de los alimentos ha incidido en nuestra dieta. En muchas ocasiones esto nos ha permitido tener una dieta más rica, pero en otras el fácil acceso a azúcares y grasas ha sido en detrimento de nuestra salud.

El cerebro humano se ha desarrollado para tener preferencia por los alimentos ricos en azúcares y grasas. Estos alimentos tienen una cantidad calórica elevada y el cerebro es el órgano con mayor consumo del organismo.

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Los supermercados tienen una amplia oferta de alimentos ultraprocesados. (GETTY IMAGES)

En circunstancias en las que la escasez alimentaria puede ser un problema, la preferencia por estos alimentos asegura un funcionamiento correcto. El inconveniente es que estos alimentos no son necesariamente los más saludables para nuestro organismo y su consumo puede ser perjudicial.

En este marco, el doctor José-Manuel Fernández-Real, decano de la Facultad de Medicina de la Universidad de Girona y director científico del Instituto de Investigación Biomédica de Girona Dr. Josep Trueta (IDIBGI) declara en conversación con TRT que “ciertos hábitos pueden causar o promover inflamación a nivel cerebral. Algunos de los factores que se han asociado con el aumento de la inflamación incluyen una dieta poco saludable rica en grasas saturadas y azúcares refinados, el sedentarismo, el estrés crónico, la falta de sueño y el consumo excesivo de alcohol y tabaco”.

Alimentación pobre y depresión

Jimenez explica que “es sabido que en nuestro sistema digestivo poseemos una gran cantidad de bacterias de diferentes familias. Cada bacteria envía un tipo específico de señal a nuestro cerebro que nosotros entendemos como emociones. Dependiendo de lo que comamos, estaremos favoreciendo el crecimiento de unas bacterias u otras, y, por tanto, recibiendo más señales de un tipo u otro”.

Un estudio reciente realizado por CIBEROBN y IDIBGI titulado “El consumo de alimentos ultraprocesados se asocia con depresión, volumen mesocorticolímbico e inflamación” y publicado en el Journal of Affective Disorders (Revista de trastornos afectivos) vincula directamente la comida ultraprocesada con la depresión, con el volumen de sustancia gris del circuito cerebral mesocorticolímbico y con parámetros de inflamación.

El doctor Fernández-Real, que ha participado en el citado estudio, advierte que “la investigación ha evidenciado que la inflamación (cuantificada mediante resonancia magnética a nivel cerebral) del área de la amígdala y el hipocampo, que son regiones del cerebro relacionadas con la regulación emocional y la memoria, está vinculada a la depresión. La inflamación crónica en estas áreas podría afectar negativamente al equilibrio de neurotransmisores y alterar la comunicación entre las neuronas”.

El objetivo de este estudio ha sido analizar los potenciales efectos negativos del consumo de ultraprocesados, como snacks, bebidas azucaradas, alimentos precocinados, bollería industrial, carnes procesadas, galletas, lácteos azucarados, cereales refinados, pizzas o nuggets, en la salud mental y el funcionamiento cerebral.

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Hamburguesas, papas fritas y otros platos ultraprocesados se convirtieron en parte de la alimentación diaria de muchas personas. (GETTY IMAGES)

Asimismo, el doctor Fernández-Real asegura que “este tipo de alimentos contienen ingredientes poco saludables que pueden contribuir a la inflamación crónica de bajo grado. Estos ingredientes son las grasas transgénicas, los azúcares refinados y los aditivos alimentarios”.

El estudio concluye que un consumo excesivo y continuado de estos alimentos contribuye a causar inflamación. Esta inflamación afecta, a través del eje intestino-cerebro, al área de la amígdala y el hipocampo que está relacionada con el equilibrio y el control emocional. De esta forma, el consumo continuado de estos alimentos está asociado con la depresión.

Come sano, sé feliz

Las dietas tradicionales, en la mayoría de los lugares del mundo, están basadas en un consumo equilibrado de alimentos. Un ejemplo es la conocida como dieta mediterránea, que en el 2010 fue declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Esta dieta se basa en el consumo de alimentos que se producen en los países limítrofes de este mar y es similar -aunque con diferentes recetas- en todos ellos.

La base de esta dieta es un consumo abundante de alimentos de origen vegetal, el empleo del aceite de oliva como fuente principal de grasa, una ingesta diaria de cantidades moderadas de queso y yogur, el consumo semanal de cantidades moderadas de pescado, marisco, aves de corral, conejo y huevos, el consumo de fruta fresca como postre diario y la limitación del consumo de dulces a unas pocas veces por semana.

En este sentido, Jimenez asegura que “cada persona tiene unas circunstancias determinadas pero hay algo en lo que todos los profesionales de la salud están de acuerdo y es en que el exceso de alimentos ricos en azúcares simples y grasas saturadas va a disminuir nuestra calidad de vida, mientras que manteniendo una dieta cuya base sean los vegetales y frutas seguida de proteínas vegetales y animales con un consumo moderado de carbohidratos y azúcares complejos, favorece nuestro estado de salud física y mental”.

Según un estudio publicado por el centro de análisis FUNCAS, debido a la globalización y a los cambios socioeconómicos, la población mediterránea, sobre todo los más jóvenes, se ha alejado de este patrón de dieta hacia uno más occidentalizado. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), una de cada ocho personas en el mundo sufre algún trastorno mental. Quizás la alimentación sea uno de los factores que están contribuyendo a estas cifras.

Antes lo sentíamos y ahora lo sabemos. Comer sano y equilibrado nos hace más felices.

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